Vivir de las rentas

Por Angelesjimenez

Vivir de las rentas está desenfocado. En general nos imaginamos a alguien que vive sin trabajar, lo que es en sí mismo una contradicción por incompatible con la vida, o si lo fantaseamos para nuestro futuro, lo pensamos de la misma forma, sin dar palo al agua más que para comprobar que el banco nos ingresa cada mes los dividendos de lo invertido. Pero si esta situación fuera posible, crearla exenta trabajo sería un desperdicio.

Voy a plantear otro enfoque del vivir de las rentas, que en principio se define de la misma manera, vivir del resultado de nuestro trabajo, pero con amplios matices. Si la situación que planteé al principio consiste en vivir sin trabajar, esta nueva matizada consiste en trabajar a partir del trabajo previo, en utilizar lo que hemos conseguido en la vida para producir más, en realidad se trata de aprovechar el trabajo realizado para trabajar más.

Claro que estoy refiriéndome no solo al trabajo regulado por un contrato de tiempo por dinero, como son los contratos de trabajo, y que nadie se confunda, si piensan otra cosa están incumpliendo el contrato. El contrato de trabajo se incumple tanto si se abandona el puesto de trabajo antes del horario pactado como si se hace después, tanto si se ocupa el horario laboral en resolver cuestiones personales como si se ocupa el tiempo en casa para asuntos profesionales si no está contratado ese tiempo. Lo mismo que es una trasgresión del pacto implicar un componente emocional en las relaciones laborales que seguro no está contemplado en la redacción del contrato, podrán crearse relaciones personales a partir de las laborales, pero tendrán que construirse en otro horario.

Pues no solo me refiero a ese trabajo, que también, debemos ser los mejores profesionales que seamos capaces en nuestro territorio laboral, sino que me refiero al trabajo como producción, al que nos hace crecer, y de este no podemos ni debemos desprendernos o nos confinaremos a un sinvivir vegetativo, da igual que se conserve la respiración y el pulso si no se utiliza para irrigar neuronas. Hay trabajo que hacer hasta el último día de nuestra vida, hasta el último aliento que nutra a una de nuestras maravillosas neuronas. Es una cuestión de responsabilidad, podría decirse que hasta estamos obligados como miembros de nuestra especie. Sin trabajo, ¿cómo vamos a mejorar la sociedad? Lo que hace evolucionar la cultura son las producciones humanas, si no, estamos condenados a la vida salvaje en la sinrazón.

Se escucha muchas veces decir a personas que están atravesando una crisis personal que se plantean la salida de esa situación con un “borrón y cuenta nueva”, “comenzar de cero”, quizá confundiendo dar un giro al rumbo de su vida para reorientarse con empezarlo todo otra vez. Pero sería un derroche tirar a la basura el trabajo realizado durante mucho tiempo para reiniciarse. Es conveniente decidir un punto de partida que esté en el rango positivo, por lo menos a partir de uno, y revisar desde ahí, utilizando lo aprovechable de lo que ya se tiene, de lo que se ha logrado hasta ese momento, siempre lo hay. Incluso puede haber aspectos que se consideren no tan positivos y que puedan reconvertirse trabajándolos, así que no se pueden descartar. Ese reinventarse que está en boca de todos en estos momentos de crisis social no debe pensarse desde la nada, todos los inventores aprovechan lo que ya ha sido inventado por otros para progresar, incluso lo que haya podido ser inventado por uno mismo. Quizá empezar de cero oculte la fantasía omnipotente de no depender de otros, ni siquiera de otro yo anterior, pero nadie puede vivir independiente de forma absoluta, dependemos de otros hasta para respirar: el aire es un otro compartido y global. Nos creamos en relación con los demás y crecemos en la medida en que somos capaces de hacer crecer estas relaciones.

Se trata de vivir de las rentas, de los dividendos de nuestros logros y fracasos, que de ambos se aprende, aunque sea la manera de no repetirse o de repetirse distinto, si fuera el caso. Vivir a partir de lo vivido, no de lo sin vivir, o vivir de lo por venir, el presente elaborado desde un futuro fantaseado antes: el porvenir de una ilusión.