Aunque dije que me guardaría lo de “sin pajas mentales” para mis cursos y talleres, no pude resistirme a usarlo para el título de este texto.
Si cuaja lo bastante bien, quizás me proponga convertirlo en un evento recurrente. Me gusta mucho ese formato porque cada grupo que viene lo hace distinto, aunque el tema central sea el mismo.
He estado preguntando un poquito por aquí y por allá cuáles son los problemas que más nos vienen a la mente sobre eso de vivir en pareja, y te sorprenderían las respuestas más comunes:
- Estilos de vida diferentes.
- Carreras o decisiones laborales diferentes.
- Intereses personales diferentes.
- Decisiones vitales diferentes.
- En general, casi cualquier aspecto al que puedas ponerle el adjetivo “diferentes” detrás… Porque algunos buscamos activamente la diferencia para crecer. 😉
¿Se nota un patrón ahí?
Por supuesto: lo que más nos cuesta es fluir con las diferencias y aprovecharlas para crecer.
Es posible que se deba a que nos hemos educado y nos hemos desarrollado buscando lo semejante en mucho mayor grado que lo diferente, y solemos esconder las diferencias por encajar.
En consecuencia, nos resulta más fácil conectar a través de los parecidos que tratar de humanizar lo demás y darle un sitio en nuestra realidad.
Y me atrevo a ir un poco más lejos con la premisa que propongo en este texto: si nos cuesta, es porque no sabemos gestionar el egoísmo de manera positiva. Como expondré a continuación, hay una cantidad necesaria e irrenunciable que, lejos de separarnos, nos permite crecer mientras nos mantiene cerca de los demás.
Hablaremos un poco sobre estos asuntos, las consecuencias que pueden tener, y por qué son precisamente el objeto de toda investigación de algunos especialistas. Hacia el final, daré los consejos que me han salvado de perder la cordura y otras cosas en medio de una relación.
¡Al turrón, que se acaba!
El tema de las relaciones de pareja está muy jodido, aunque sigue siendo de los más importantes para la realización personal de los individuos. No hay grupo de personas en el que me haya movido, sin importar su edad, que no saquen el tema en uno u otro momento.
Que se piquen por lo que sea: por tener pareja, por no tenerla, por estar demasiado centrado en la pareja, por tenerla escondida y que nadie la conozca, porque lo hagas todo con tu pareja, por no hacer nada nuevo si no es con tu pareja, por haberse vuelto rutinarios…
El caso es que el temita sigue pegando fuerte, incluso a pesar de las distintas presiones para romper el que algunos dan en llamar como “bloque monógamo”.
Pero resulta que este bloque sobrevive.
Y la razón por la que sigue vivo no tiene desperdicio.
Hace cuatro años, al principio de mis estudios de Pedagogía, hice un trabajo que acabó convirtiéndose en mi libro Todo, Menos Marear.
En el mismo expuse con más detalle los motivos que encuentran distintos expertos para que siga habiendo este interés por las relaciones incluso cuando todo apunta a que estamos mejor solos, algo que ahora voy a tratar de resumiros destacando a los más polémicos de aquellos que cité.
Al parecer, el caos en el amor es “normal”
Y mira que me dijeron en su día que tenga cuidado al usar la palabra normal, porque no significa lo mismo para personas diferentes…
Pues bien, este es uno de esos casos donde sustituye a la palabra habitual.
El matrimonio de sociologos alemanes Ulrich Beck y Elisabeth Beck-Gernsheim (él ya difunto, y ella no lo sé) investigaron un problema que acabaría dando nombre al libro que publicaron juntos: El normal caos del amor.
Las áreas de interés principal en investigación de Elisabeth son los cambios sociales y también la relación del cambio con la institución de las familias.
A Ulrich se lo conoce por haber criticado el posmodernismo, y por proponer la creación de costumbres y estructuras que contrarresten la incertidumbre de los individuos y se opongan directamente a la que él llama “Sociedad del Riesgo”.
Dicho lo cual, podéis imaginaros por qué se ha ganado la etiqueta de alarmista por parte de otros pensadores. Aunque no se la merece, en mi opinión. Veamos por qué.
En este libro concreto, afirman que la misma naturaleza del amor está cambiando, y que por ello sus expresiones también lo hacen y generan oportunidades tanto para un encuentro democrático como para el caos en nuestra vida personal.
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Durante todo su texto nos comparten evidencias como que el divorcio está en alza y que en algunos países supera una tasa del 50% de matrimonios contraídos. De hecho, en 2014 mi España natal y querida se situaba en el quinto puesto de la lista con un 61% de divorcios.
Esta lista de Business Insider parece reflejar que es en Europa donde la tendencia al divorcio es más potente, y que en otros lugares (como las regiones sudamericanas) la incidencia religiosa mitiga el divorcio y mantiene estable el matrimonio.
Sin embargo, cabe notar que la lista está incompleta, pues no ofrece datos sobre la mayoría de los países africanos, algunos de los asiáticos e incluso de alguno entre los sudamericanos.
Aquí es donde las ideas del matrimonio Beck vuelven a la carga.
Son conscientes de que el matrimonio está fracasando, pero tienen cierta esperanza en que seguirá vigente esta forma de relación. ¿Por qué?
Fácil: porque la solución está en nosotros mismos, a fin de cuentas. Piensan que somos nosotros los que tenemos que dar el extra (dar el fuaaaaah) para hacerlo funcionar.
Ellos tienen claro que el problema viene de querer tener dos vidas en una:
- una vida propia (traducido como autonomía), y
- una vida compartida (traducido como dependencia o pertenencia)
Porque, por supuesto, queremos que sean totalmente independientes la una de la otra y sin tener renunciar a ninguna de las dos cosas. Ahí está la fuente de este caos.
También nos animan a fijarnos en que, a pesar de todas estas tensiones, no se reducen ni la voluntad de emparejarse ni la de casarse.
Justifican que esto es así porque, al parecer, es precisamente el amor el que crea una solución para estas circunstancias tan catastróficas y vuelve la pareja más democrática. El que nos anima a comprometernos y a encontrar soluciones para mantener las relaciones a flote.
Por supuesto, no se dejan fuera el hecho de que aunque la sociedad y sus pobladores evolucionamos, algunas de sus estructuras no lo hacen.
La familia nuclear no deja suficiente sitio a la individualidad, y por ello aparecen nuevos modelos de relación y de construcción de familias, algunas de ellas con un marcado carácter de temporalidad.
En serio, es un texto que merece mucho la pena leer por todo lo que te hace pensar.
Y entonces, ¿cuál es el drama?
Aquí es donde se avecina un rollo, que además me temo que es inevitable.
No tengo el control sobre lo que te parece interesante o lo que no, ni lo pretendo.
Pero por eso mismo, te aviso de antemano.
Si eres de esos lectores a los que les gustan los textos mascaditos, te puedes saltar esta parte… Aunque así no sólo no vas a entender de qué va este artículo, sino que adquirirás y/o reforzarás la costumbre de consumir textos exageradamente simples y hacer escasos esfuerzos intelectuales con cada tema que quieras trabajar.
Está muy bien exigir a los autores que sepan ser concretos y concisos, pero también está bien que ellos te exijan de vuelta que te tragues la extensión y la complejidad necesarias, cuando toca.
Lo dejo en tus manos.
Dentro rollo:
Como dije en su día dentro de Todo, Menos Marear, Ulrich y Elisabeth han sido criticados por dejar fuera de la ecuación en este libro a las parejas del mismo sexo.
¡Tan sólo porque llaman al problema este “la Guerra de los Sexos”!
Y muy acertadamente, si ves la tendencia ideológica actual siendo imparcial del todo.
El caso es que la pelea a la que estos dos sociólogos aluden está presente en todos los seres humanos, independientemente de sexos, razas y otras condiciones personales.
¡Y no nos salvamos ninguno!
Sucede que hay personas que están más preocupadas por adoctrinar a los demás en el pensamiento único y por ver al enemigo que se han creado en todas partes, que por ver lo que tienen realmente frente a sus ojos y les anda mordiendo el culo a diario, aunque escojan ignorarlo.
Y por eso, su lucha ficticia personal sustituye a la auténtica.
¿Que cuál es la lucha de verdad, me preguntas?
¿No es obvio a estas alturas?
Es la dialéctica entre integrarse y formar parte de algo, siendo tú indisoluble e indistinguible del resto de las partes (de hecho varios algos: sociedad, familia y pareja, si no me dejo ninguno)…
…y lograr afirmar y mantener nuestra propia identidad y libertad como individuos.
Ahí está: la pelea entre la vida propia y la vida compartida, como decíamos antes.
Este concepto de Guerra de los Sexos lo relacionan con el cambio de la sociedad que es tan habitualmente señalado en la obra de Ulrich Beck, cuyos rasgos más notorios son:
- el profundo desencanto con las fuentes de significado colectivo (que para colmo se agotan y dejan solo al individuo buscando su lugar dentro del conjunto),
- las desigualdades por el reparto de los riesgos y el incremento de los mismos,
- la creciente desvinculación de las tradiciones y revinculación con las tendencias modernizadoras de las sociedades,
- los vacíos políticos e institucionales que se tratan de cubrir legitimándose a través de movimientos sociales,
- y el retorno de la incertidumbre, que hace que la sociedad (siempre que sea reflexiva) sea un problema para sí misma.
No son todos, aunque no puedo repasar aquí toda su obra sin subir esto a unas 5.000 o 6.000 palabras, cosa que no nos conviene a ninguno de nosotros.
La influencia que recibe del pensamiento de Elisabeth es el interés por mostrar que en concreto es el cambio de la institución familiar el foco del problema.
Se pasa del modelo de vida familiar que logra combinar tan sólo una biografía del mercado laboral con otra del trabajo doméstico, a otro modelo de vida que intenta combinar la individualidad de cada emparejado con la integración en sus distintos ambientes.
El primero se supone que funciona porque cada uno asume su papel y cumple con su parte, pero que fracasa cuando trata de combinar dos biografías del mercado laboral…
El segundo aparece porque, por definición y necesidad, varias biografías del mercado laboral tienen que ser egoístas, mirar por su culo y girar en torno a sí mismas, si quieren triunfar en su tendencia individualizadora (lo cual traduciremos como “sacar adelante su carrera y ser independientes”).
Curiosamente, en la sociedad del riesgo tampoco se puede abandonar esta tendencia de ser individualistas, porque el resultado es que la propia persona y la vida que está viviendo pierden su sentido. En especial si se te considera incapaz de generar y aportar dinero.
¿Verdad que es endiabladamente gracioso?
Pues si lees el libro, te vas a reír más todavía. Yo cuento esos chistes peor que ellos.
Un resumen de este rollo:
Dos personas que quieran tener una vida juntas y al mismo tiempo tener una vida propia SIEMPRE van a tener dificultades para conciliar sus horarios, sus costumbres y sus elecciones personales en general. Estas dificultades disminuyen cuando las decisiones y las costumbres son más parecidas.
Por ejemplo, si tú trabajas por cuenta ajena y tu pareja trabaja por cuenta propia, no tendrás la misma regularidad y facilidad para encajar que si ambos trabajáis por cuenta ajena con horarios bien definidos y establecidos.
Tampoco habrá la misma confluencia que si solamente uno de los dos trabaja fuera del hogar, o si ambos pueden permitirse funcionar en régimen de teletrabajo.
Habrá problemas en los casos en que alguien sea demasiado absorbente y también cuando cualquiera de los dos termine demasiado absorbido, ya que la única forma de que esto marche bien es con un equilibrio (a menudo demasiado precario) entre el nivel de compromiso y el nivel de autonomía.
Ahora, un inciso propio sobre la crítica de sexismo y homofobia…
Durante la lectura se ven muchas alusiones a la sexualidad masculina y femenina, a las relaciones entre hombre y mujer, a las tendencias de cada sexo y a sus formas de afrontar las cosas; aunque personalmente considero que está muy fuera de lugar esa crítica.
No es nada que alguien con suficiente criterio y mentalidad crítica no pueda trasladar al contexto en que se maneja o que conoce. En todas las parejas, sean del tipo y la orientación sexual que sean, hay dinámicas y roles semejantes.
Y sería muy interesante que en vez de demonizar un texto y a sus autores, se haga ejercicio de esa supuesta capacidad de reflexión y análisis que nos tratan de inculcar en las escuelas.
No se trata de dejarnos adoctrinar por una ideología y gritarle al mundo “ESTO ES XXXXXXXX” cada vez que leemos o vemos algo que no nos gusta o algo que contraviene el dogma en el que creemos, sino que se trata de tener conciencia y criterio para saber distinguir lo real de lo aparente, y no darle un trato injusto a las personas ni a las cosas que comparten.
Hay una moda en marcha que te impulsa a rechazar la expresión dual de algunas cualidades humanas y a evitar la polarización, que para mi gusto genera más problemas de los que resuelve. En especial, de identidad. Pero eso es un tema para otra charla.
Ahora, pasemos de nuevo a los problemas de la pareja como modelo de relación en el presente. Pero en vez de señalar con el dedo a lo que ocurre y luego pasar del tema, haré algo muy masculino: intentar arreglarlo.
Aunque puede que mis arreglos no sirvan fuera de mi vida, pero bueno.
Nadie me podrá culpar de no haberlo intentado.
¿Hay alguna solución posible?
Respuesta corta: Sip.
Las mismas por las que me pagan, de hecho.
Como ya comentaba en este blog hace unos meses, todos tenemos un legendario personal que representa la forma en que montamos y contamos nuestra biografía.
En alguna parte del mismo puede que hayamos decidido añadir anotaciones sobre lo mucho que nos cuesta compartir ciertos aspectos de nuestras vidas… Y estoy seguro de que esas anotaciones distan de ser un parrafito a pie de página.
De hecho, me jugaría el huevo izquierdo (y con la certeza de no perderlo) a que ocupan capítulos enteros con justificaciones del por qué hemos tomado esa decisión y por qué aplicamos ese criterio. Por ejemplo…
Puede que lo que nos cueste compartir sea nuestro tiempo y nuestros recursos (especialmente nuestra casa, nuestra comida o nuestro dinero).
Puede que lo que nos cueste sea compartir el mismo espacio durante periodos prolongados de tiempo, y que con frecuencia podamos necesitar un desahogo.
Puede que lo que nos cueste compartir sean esas cosas de las que disfrutamos desde siempre y a las que no estamos dispuestos a renunciar por nada ni nadie.
Para cada uno de esos “puede que…”, todos tenemos nuestra historia.
¿Sabrías contarme la tuya? Hazlo para tus adentros, o déjamela en los comentarios si quieres.
Ahora te diré algo esperanzador sobre las cosas que nos cuestan realmente.
No es el acto de compartir en sí el que nos cuesta, sino los modos en que nos comportamos a la hora de comprometernos con otras personas.
Nos cuesta ser abiertos, mostrarnos por completo, ser desprendidos y quitarnos las armaduras que hemos construido en torno a las heridas que nos gusta mantener abiertas.
Nos cuesta CONFIAR en los demás, y que esa confianza sea INCONDICIONAL.
En especial si nos da por pensar que se están intentando aprovechar de nosotros, porque ahí sí que nos cerramos en banda.
Tenemos un miedo terrible a dar confianza y equivocarnos, porque eso nos hace pensar que nuestro propio criterio no es fiable y nos hace dudar de nosotros mismos.
Y si hay algo con lo que no podemos, es con la incertidumbre.
¿Cuál es la solución entonces?
Crearnos algo de certeza mientras aprendemos a llevarnos bien con la incertidumbre.
Si esta propuesta te suena como un trabalenguas o una paradoja, felicidades. Estás tan extrañado como yo mismo cuando se me ocurrió la idea.
¿Traté de simplificarla? Sip.
¿Lo conseguí, de hecho? Ajá. Al menos eso creo.
¿Qué fue lo que hice? Proponer unas premisas o principios para lograrlo.
Se resumen en lograr algo parecido a esto (aunque no es una progresión):
1. Aplicar un buen criterio para escoger a las personas con las que compartes vida, y las cosas íntimas o significativas que compartes con cada persona. Cada uno construye el suyo, pero el mío es algo así como “te doy la confianza que me gustaría recibir de tu parte, y ajusto el nivel a lo que recibo de vuelta”.
2. Negociar abierta y expresamente todas esas cosas con las que pueda haber conflictos, como el tiempo que dedicamos al trabajo y al ocio fuera del hogar. Y más si hay hijos u otras responsabilidades compartidas de por medio. A veces toca renunciar a una manera de hacer las cosas o a un momento concreto para hacerlas, pero hablando todo bien se consigue tener que renunciar a menos cosas. 😉
3. Estar abiertos siempre al diálogo y no asumir que el silencio es una respuesta afirmativa para que hagas lo que te salga de las narices. Cuando metemos la pata, debemos mantener la puerta abierta para hablar las cosas y no renunciar a aclararlo todo por mucho que nos den largas.
4. Hay muchas formas de estar presente incluso en la distancia, y también muchas otras de parecer ausente o distante aun estando al lado. Conviene afincarse en las primeras. Cada uno encuentra su forma, pero la que mejor me funciona a mí es el diálogo y el compartir cosas que me importan con la gente a la que deseo mantener cerca.
A sabiendas de que a buen entendedor, con pocas palabras le basta… Los expondré así.
No considero necesario desarrollarlos más yo mismo, ni quitaros la emocionante oportunidad de hacerlo por vuestra cuenta y sorprenderos con vuestra creatividad e iniciativa mientras pensáis en la manera de hacerlos funcionar en vuestras vidas.
Tampoco considero que por dar más consejos estos vayan a ser mejores en su conjunto. De hecho, diez medio buenos no hacen cinco buenos enteros, por mucho que digan las matemáticas.
Este texto tendrá una segunda parte si logro juntar unas cuantas personas que vivan en pareja, para que nos den consejos basándose en su propia experiencia y tengo la suficiente diversidad de situaciones que me gustaría exponer.
Y sí, me incluyo en las personas que quieren nutrirse de esos consejos.
Para ir cerrando aquí, te invito a compartir en los comentarios cosas como…
- Las dificultades que has tenido conviviendo en pareja.
- Las razones más tontas para cortar que has tenido.
- Los choques más graciosos e inesperados.
- Las soluciones más ingeniosas que hayas tenido para resolver conflictos.
- Los momentos más vergonzosos y lo que aprendiste de ellos.
Y así nos echamos una manita entre todos, con una nota de humor.
Nos vemos en la proxima entrada.
Pedagogo al 90% y subiendo. Comunicador y mentor por vocación (y pronto, más cositas). Autor de las webs La Vida es Fluir & Play it Sexy!, Aventurero y Heartist (persona comprometida a vivir, crear y obrar con cabeza, corazón y conciencia). Escribo sobre el Buen Vivir: autoaprendizaje, estilo de vida, habilidades sociales, relaciones y más.
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