Esto ha sucedido, tal vez, porque ya no quieren entregarse del todo. Sus antiguos apegos han vuelto y de nuevo han preferido llevar una vida tibia y han dejado de lado la entrega radical a Dios. Se han olvidado de los tiempos en los que Dios le mostró el camino con claridad, y los espejismos de la vida les han desviado y se han perdido aunque creen que todo sigue igual.
Pero Dios que no les abandona nunca y siempre está esperando su vuelta, permite que se den cuenta de esto. Y entonces es posible que estas personas se sientan avergonzadas y entonces su orgullo herido les impida acercarse. Ellas que se creían tan avanzadas en el camino espiritual, otra vez se han vuelto a despistar.
No les queda otro remedio, si quieren ser felices y tener paz, que volver a la senda de la que se apartaron que es la entrega radical a Dios, porque las medias tintas no van ni con ellas ni con Dios. Han sido llamadas a darlo todo y hasta que no lo hagan no serán felices. Dios tampoco admite el doble juego de complacer al mundo y dejarse complacer por él y llevar una vida espiritual intensa.