Facebook me recuerda (porque mi cabeza no llega ni por asomo al nivel de Facebook) que tal día como hoy hace cinco años paseaba por una tierra cosechada a la espera de ser removida de nuevo, y entonces me contaron una leyenda sobre unas fosas que aparecieron en las gavias de esa misma tierra, y allí, restos de inocentes asesinados en la España Franquista. En esos enterramientos improvisados y oscuros escondían a los que tiroteaban de noche de forma injusta, denunciados algunos por sus vecinos con la intención de quedarse con su tierra. Esas zanjas estaban llenas de envidias, de orgullos y de problemas mal resueltos que en su día tuvieron nombre y apellido pero lo perdieron en la tierra y por la tierra.
Pensé mucho en eso hace cinco años, y pienso mucho en eso ahora. Qué frágiles somos, cuánto daño nos hacen cosas del pasado que no sabemos superar, y cuánto daño hacemos al removerlos. Y luego pienso en que la tierra, esa misma tierra que escondía -según la leyenda- fosas comunes e hizo de cementerio, esa misma tierra sigue dando lentejas, trigo, cebada y lo que le siembres, demostrando que por encima de nosotros siempre hay algo mas, aunque no sepamos qué es, algo que da fruto si lo cuidas y lo mimas. Y que nos permite siempre que queramos seguir reescribiendo la historia. La de todos (con mayúsculas) y la nuestra propia.