Hagamos un poco de historia y conozcamos al militar argentino que le dio nombre a la avenida de los repuestos en la ciudad de Buenos Aires: Ignacio José Javier Warnes y García de Zúñiga, que fuera un coronel de la guerra de la independencia.
García de Zúñiga era el apellido de su madre y murió en la Batalla del Parí, en noviembre de 1816, en Santa Cruz de la Sierra, en lo que hoy es suelo boliviano, por eso se lo considera un héroe de la independencia argentina. Pero también es venerado en Bolivia como un héroe de la independencia de España.
Así que tenemos que un héroe de la independencia argentina dio su apellido para la avenida que concentra las casas de repuestos y accesorios más reconocida de Buenos Aires y alrededores con alcances al resto del país. Conozco gente del interior de la provincia de Buenos Aires que han comprado, y compran repuestos en Warnes.
Porque el fierrero dice: Warnes, a secas y todos entendemos de qué habla. Al menos para los que vimos cerca de la avenida porteña. Pero cómo nació ese “barrio” dedicado al mundo del automóvil es lo que vamos a ver.
Con la acumulación de vehículos aparecieron los primeros desarmaderos de la ciudad. Hay que recordar que era una zona apartada del microcentro porteño y en cercanías del cementerio de Chacarita. Palabra que es una deformación de la Chacrita de los Colegiales donde pasaban sus veranos los estudiantes del Colegio Nacional Buenos Aires. Para los que leímos el libro “Juvenilia”de Miguel Cané esto no nos es para nada extraño.
Los robos de automóviles no son un invento nuevo. Sino que existen desde tiempo inmemorial y así parece que la zona de Warnes se caracterizaba, por esa lejanía y soledad, como un sitio ideal para que terminaran los autos robados. Muchos propietarios se daban una vuelta por el lugar para tratar de recuperar su vehículo.
Lo cierto que los desarmaderos crecieron y se convirtieron en un negocio rentable, aunque siempre estuviera flotando la sospecha de una procedencia “non sancta”. Pero también la gran mayoría de los negocios no tienen para nada ese origen turbio.
En esa época donde por el estallido del conflicto bélico en Europa, primero y luego con la entrada en guerra de Estados Unidos, los repuestos importados dejaron de llegar a Argentina. La industria de las autopartes nacionales era prácticamente inexistente.
En eso seguro contribuyeron los desarmaderos a lograr dar con el repuesto necesario para reparar el viejo automóvil. Pero lentamente los negocios de venta de repuestos, y más tarde de accesorios, desplazarían a los desarmaderos.
Hacia la década del ochenta, del siglo pasado, los desarmaderos eran muy pocos por cuestiones operativas y de costos inmobiliarios. “Warnes está cambiando. Ya casi no existen desarmaderos. El elevado costo de los locales, la gran superficie requerida por este tipo de negocio y la prohibición de estacionar sobre la avenida, hacen que esta actividad, tan común en otras épocas, se traslade a otras zonas del Gran Buenos Aires. Además, dejó de ser rentable la gran inversión que requiere, en mercaderías e inmuebles. En cambio, aumentan los negocios más pequeños en tamaño, dedicados a accesorios y repuestos nuevos”, palabras de David Trosman a la revista Su Auto en el año 1981.
Para la época que la revista Su Auto publicó la nota en la zona de Warnes existían unos 300 comercios dedicados a la venta de repuestos y accesorios. La gran mayoría en manos de comerciantes de la colectividad judía radicada en Argentina desde finales del siglo XIX. Llegaron con la gran corriente inmigratoria que formó a esta nación.
“Mi padre empezó aquí con un desarmadero en 1932, y nosotros seguimos en el ramo, aunque ahora nuestro fuerte es la venta de repuestos nuevos para camiones”, decía a la revista Su Auto, Mauricio Trosman propietario, junto con su hermano, del local El Bahiense SRL. También explicaba que era difícil administrar un desarmadero por el tamaño del local, necesario, para guardar la cantidad de repuestos. Además de contar con una memoria prodigiosa para reconocer una pieza con solo verla.
Claro eran épocas donde la computadora solo estaba en oficinas y no había llegado a los comercios minoristas. Ni hablar de la existencia de los códigos de barra. Eso todavía parecía ciencia ficción en la década del ochenta en la Argentina del siglo pasado. Recién se había abierto la importación de automóviles.
Pero lo cierto que para esa época ya convivían cientos de negocios comercializando todo lo necesario para un automóvil. Desde los repuestos nuevos, pasando por los usados, como los accesorios en su infinita gama de ofertas. También estaban las casas especializadas en una sola cosa, como cajas de velocidades, diferenciales, carburadores (todavía existían), suspensiones, llantas o electricidad del automóvil.
David Trosman contaba que en 1981 existía una cooperativa de crédito llamada Cooperaut y se estaba formando la Asociación de Comerciantes de Warnes. Era más que evidente que existía una unidad entre los comerciantes de la zona de repuestos y accesorios de Buenos Aires. Tanto que se llegaban a prestar repuestos, o indicar al cliente quién lo podía tener en la zona.
Warnes fue un lugar donde encontrar repuestos difíciles de conseguir para autos viejos. Por ejemplo mi padre cuando estaba restaurando la rural Mercedes-Benz 170 SD del año 1955 consiguió los faros traseros en Warnes. El tema del carrozado nacional de estas rurales alemanas era que cada carrocero le colocaba los faros traseros que quería.
Mi padre dio con un comercio que fabricaba, hace más de 20 años atrás, faroles traseros de metal, y óptica de vidrio, de Ford de los años cuarenta. El vendedor le dijo que se quedara tranquilo porque producía esos faros para exportarlos a Estados Unidos en esa época.
Una vez un mecánico especializado en bombas de inyección diésel, de la zona de Santa Teresita en la Costa Atlántica, me contó que con un cliente fueron a comprar una bomba nueva para un Fiat Duna, que no conseguían por ninguna parte en los alrededores. Todo parecía original, la caja, el empaque de la bomba y hasta la atención del comercio en Warnes, con café incluido. El tema es que al sacar la bomba en su taller, cuando la inclinó, salió gasoil de su interior…
Ahí se dio cuenta que le habían vendido una bomba usada, como nueva, pero usada en algún auto que muy probablemente desarmaron, y también muy probablemente, robaron. Pero, claro nada de eso lo pudieron comprobar. Todo indicaba que estaban ante un producto original de fábrica. Como si lo hubieran comprado en un distribuidor oficial de Sevel.
Paseamos un poco por la Avenida Warnes y su historia. Pero esto no quiere decir que la zona no tenga muchas más cosas para contarnos. En especial historias de vida. Porque muchos de esos comercios, que todavía están atendiendo a sus clientes, tienen al menos dos generaciones de la misma familia. Y hablamos de gente honesta.
Las fotografías que ilustran esta nota, y nos dan la pauta de cómo se veía la Avenida Warnes, fueron tomadas de la revista Su Auto del número 21 del mes de octubre de 1981. La nota la escribió el periodista Carlos A. Rodríguez y era un pantallazo de la zona de Warnes al inicio de la década del ochenta y los cambios que presentaba en ese momento de su historia.
Mauricio UldaneEditor de Archivo de autos
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