Aún con todo, esa ceguera aparente con la que nuestros dirigentes siguen conduciendo sus vidas les sigue llevando a festivales de música o cine mientras recortan el gasto en enseñanzas artísticas, triplican el precio de las escuelas municipales o eliminan asignaturas de Bachillerato relacionadas con el sonido y la imagen. Una especie de actitud kamikaze que debe ser también muy útil como forma de galvanizarse frente a la furia de la masa recortada y ajustada, a juzgar por la insistencia con que siguen asomando el hocico.
Pero a veces sale el humano que llevan dentro. Los fluidos que desencadenan una reacción química dentro del organismo son del todo inevitables. Uno le puede pegar al Sumial, al Limován o a la Paroxetina, mas cuando la mala hostia viaja de las entrañas a la mente, los ojos hablan.
Quizá sea el momento de que las diferentes Castas de este y otros países empiecen a preguntarse sobre la utilidad de unos poderes económicos e institucionales cuyo control le está conduciendo a ser receptores del más amargo de los odios, desde el chófer que les trae de un lado a otro o el camarero que les pone el gin tonic, hasta el director de una organización de investigación científica y algún que otro Premio Nobel...