Wes Craven, Robert Englund: ¡se los extraña tanto!

Por Avellanal

Desde antes de verla, y con Michael Bay de por medio, pocas esperanzas tenía ya con respecto a la nueva versión de A Nightmare on Elm Street. Es cierto que me he encontrado con más de un remake de terror francamente superior a su original (sin ir más lejos, The Hills Have Eyes bajo el prisma de Alexandre Aja me resultó más satisfactoria que la del amigo Wes Craven). Pero tratándose de una de las cintas de terror a todas luces más icónicas de varias generaciones, aunque innegablemente asociada con la entrañable década de los ochenta, resultaba bastante obvio que el debutante Samuel Bayer –dejando a salvo el costado económico, claro está– tenía más para perder que para ganar desempolvando por enésima vez a nuestro querido y nunca olvidado Freddy Krueger.

Cuando Wes Craven inventó al psycho killer de rostro carbonizado supo combinar el tratamiento de algunos de los temores adolescentes en boga por aquellos años insuflados de puritanismo made in Reagan, con una saludable veta palomitera que se iría profundizando a medida que las entregas de la saga, que él ya no dirigiría, regaban las pantallas del mundo con más y más sangre joven. No es casualidad que su personaje haya logrado empatizar mejor que ningún otro con los desbarajustes hormonales teenagers, pues con sus enfermizas dosis de humor negro, Freddy Krueger absorbió en su cuerpo saturado de inocentes niños esas complejas vicisitudes existenciales propias del universo adolescente (recordar, por ejemplo, la tortuosa relación entre Nancy y su madre alcohólica, o las alusiones hacia la anorexia).

Tal vez uno de los mayores errores conceptuales que se les puede achacar al director Samuel Bayer y a los guionistas de esta nueva versión, es que la misma hace agua al pretender, por un lado, conformar a los viejos espectadores de la saga (y por eso se comete el error garrafal de repetir escenas literalmente calcadas del film original, evidenciando además una falta de creatividad pasmosa), y asimismo introducir modificaciones sustanciales, entre las cuales el cambio de los rasgos psicológicos del personaje central me parece el más desacertado. Freddy Krueger se transformó en un villano ícono debido a su personalidad entre desquiciada y sarcástica, a su propensión a corretear y juguetear con sus ocasionales víctimas, así como a soltar frases ingeniosas, antes que las vísceras se esparcieran por los aires; sin embargo, en esta producción de Michael Bay el carácter lúdico y libidinoso del hombre de las cuchillas es reemplazado por una espantosa voz de ultratumba que sólo consigue que añoremos a Robert Englund a más no poder, pese a que el trabajo de Jackie Earle Haley es aceptable en comparación con el catastrófico casting de adolescentes que no aportan ni siquiera una pizca de carisma o expresividad a unos personajes de por sí completamente vacíos.

Desde el punto de vista técnico, casi todo el metraje ostenta una estética propia de un video-clip extendido, con planos en absoluto arriesgados que tampoco ayudan demasiado. Los intervalos de los sueños, que particularmente en el largometraje de 1984 y en la tercera entrega estaban muy logrados (desarrollados en un ambiente onírico y en atmósferas asfixiantes que se grababan a fuego en la memoria visual del espectador, simbolizando con nitidez los entresijos de la realidad y la tenue línea que separa la vigilia del sueño), aquí no destacan en lo más mínimo, limitándose a recaer en el redundante escenario de la sala de calderas. A eso, una vez más, hay que agregarle que las escenas de susto o sangre más convincentes y “originales” son aquellas tomadas del filme de Wes Craven (por caso, el guante de garras emergiendo entre las piernas de la chica en la bañera).

En rigor, A Nightmare on Elm Street 2010 es una película a mitad de camino entre un remake y una precuela (algunos le llaman reboot), pues únicamente toma ciertos aspectos específicos de la historia tal como se dio a conocer en 1984, reemplazando los demás por una suerte de nuevo canon, y ensayando a su vez una explicación sobre sucesos cronológicamente anteriores a la muerte de Frederick Charles Krueger que Wes Craven tan sólo insinuaba. Quizás la justificación de esta desventura cinematográfica radique en esa explicitación de lo que siempre permaneció más o menos velado, en esa escena donde vemos al villano sin el guante de cuchillas ni el rostro desfigurado. Otra excusa para la existencia de este film, a los efectos del aporte a la saga, con sinceridad, no se me ocurre.

A Nightmare on Elm Street (EE.UU., 2010).
Director: Samuel Bayer.
Intérpretes: Jackie Earle Haley, Kyle Gallner, Rooney Mara, Katie Cassidy, Thomas Dekker, Kellan Lutz.
Calificación: 4.