Durante casi tres décadas las teorías de la historia de la informática se han construido sobre esta piedra angular: el error de bulto de IBM al considerar que el negocio estaba en el hardware y no en el software. Está claro que subestimaron la capacidad de Bill Gates para los negocios (que quizá él mismo descubrió a costa de asumir sus limitaciones como programador y diseñador de software), a pesar de que los productos que suministraba --por un inefable cúmulo de factores-- fueran reacciones tardías a tendencias generales de la competencia, inundando el mercado con aplicaciones llenas de errores azules e inesperados. Sin embargo, el estado actual de los usos de la tecnología parece indicar lo contrario: si hoy se reescribiera la prehistoria de la informática más de uno señalaría la visión preclara de los ejecutivos de IBM al despreciar el software como mercancía susceptible de beneficio, visto el éxito de tantos dispositivos propietarios y tecnologías esclavas. Treinta años no son nada en la evolución de la tecnología, así que quizá los historiadores de la tecnología se decanten dentro de poco por una visión ganadora de IBM. Ahora bien, desde el punto de vista de los negocios tres décadas son una vida; así que los mismos ejecutivos de IBM que podrían ser héroes en los libros de historia aparecen como idiotas a evitar en las escuelas de negocios de todo el mundo. ¿Cuánto dinero dejaron de ingresar los de Armonk por culpa de su mítico error? El mismo que ingresó Microsoft con su MS-DOS, incluyendo una complicada transición a la interfaz gráfica (obligada por la evidencia de sus ventajas de uso y aprendizaje) que convirtió a Windows en el sistema operativo favorito del mundo a finales del siglo XX.
El punto de inflexión definitivo en este cambio de perspectiva (el hardware gana, el software pierde) quizá sea responsabilidad de Google con Android (un sistema operativo para dispositivos móviles), Chrome (un navegador que mutará a sistema operativo) y su firme decisión de lograr una capa básica de aplicaciones universal y abierta, facilitando la interoperatividad y que cada cual monte sus propias aplicaciones (y negocios) sobre ellas. Es decir, la estrategia opuesta de Microsoft, empeñada en patentar y extender sus sistemas como soluciones cerradas y verticales. Ahí va una pequeña muestra de los «hitos tecnológicos made in Redmond»:
1. DirectX: una colección privada de API, nacida tras el éxito de interfaces como OpenGL y, sobre todo, Java EE, cuya versatilidad había quedado más que demostrada en infinidad de aplicaciones web.
2. Ecma Office Open XML: la versión propietaria de XML lanzada en 2005 y basada en el estándar Office Open XML, de cuyo fracaso da la medida el hecho de que Office 2010 será la primera versión de la famosa suite ofimática enteramente compatible con el estándar internacional libre y gratuito.
3. El lenguaje de programación .NET: la respuesta tardía al éxito de lenguajes independientes de dispositivo y de plataforma al estilo de Java.
4. La tecnología ASP: la respuesta propietaria e igualmente tardía al lenguaje PHP para la creación de páginas dinámicas.
5. El servidor web Internet Information Services (IIS): el intento fallido de arrebatar el liderazgo en ese segmento a Apache. Siempre tarde y peor.
Por el lado del software tampoco regalan nada: ahora que Android comienza a ser una realidad en el mercado de los móviles --Nokia y Apple son las únicas que se niegan a implantarlo-- queda claro el objetivo estratégico de este proyecto: garantizar a Google la disponibilidad de 4.000 millones de teléfonos móviles --en agosto de 2009-- para colocar su publicidad y sus servicios. Los fabricantes de terminales, asustados, se apresuran a añadir interfaces personalizados para diferenciar sus productos, aunque sea a costa de anular determinadas funcionalidades de Android. La pregunta que habrá que contestar dentro de 15 años (quizá menos) es: ¿Existirá negocio en las escasas grietas de mercado que deja Google? ¿Quedará margen para nuevas teorías de la historia de la informática?