¿Y si nuestro mundo no fuera real sino simulado?

Por Gonzalo


Siempre me asalta la horrorosa duda de si las convicciones del cerebro humano, que se han desarrollado a partir de la mente de los animales inferiores, tienen algún valor o no son dignas de confianza en absoluto. ¿Alguien confiaría en las convicciones de la mente de un mono, es que hay alguna convicción en esa mente?

CHARLES DARWIN

Conocer los pensamientos de uno no requiere tanto la investigación por separado de las condiciones que hacen posible el juicio cuanto saber lo que uno percibe.

TYLER BURGE

Como es sabido, hay conocimientos que conocemos. Hay cosas que sabemos que sabemos. También sabemos que hay conocimientos que desconocemos. Es decir, sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay incógnitas que desconocemos, aquellas que no sabemos que no sabemos.

DONALD RUMSFELD

La película de Hollywood Matrix imagina un futuro en el que los humanos han sido esclavizados por las máquinas. Desde que nacen hasta que mueren, duermen prisioneros en cápsulas, son alimentados a través de tubos y aseados por robots.

Mientras sueñan, creen que tienen trabajos normales y familias, pero en realidad sus vidas transcurren en una simulación generada por ordenador en Estados Unidos de finales del siglo XX. Por razones que sólo saben las máquinas, lo mejor es que todos los humanos ocupen esta imitación sostenible de Utopía -los necios ciudadanos del Tercer Mundo virtual serían presumiblemente figuras recortables de cartón de alta tecnología-.

La simulación es tan detallada y fidedigna que nadie sospecha que no vive en el mundo físico. Todo el mundo tiene aficiones virtuales y relaciones virtuales y, como dice un personaje, un bistec sabe igual de bien en Matrix que el real (aunque no es que haya probado nunca el real).

Esta fantasía paranoica podría ser el destino de la humanidad. Existe la teoría de que la razón por la que el SETI (Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre) no ha logrado hasta ahora detectar señales de civilizaciones alienígenas no es que que las culturas suficientemente avanzadas se hayan acabado destruyendo más tarde o más temprano en la guerra, sino que decidieron pasar el tiempo en un paraíso virtual en cuanto descubrieron cómo concebir uno.

Enchufándose a una realidad virtual de diseño propio, son capaces de dejar atrás las frustraciones inevitables de la vida en el mundo natural y existir libres del dolor y la muerte. El período en el que  emitirían señales iría desde la invención de la radio hasta el desarrollo de una tecnología que pudiera generar experiencias virtuales al menos tan buenas como las reales, un período de unos ciento cincuenta años.

El pensamiento de que la vida en Matrix podría no estar tan mal después de todo es consolador porque, según un pensador, puede que ya estemos en ello.

El filósofo sueco Nick Bostrom sitúa la probabilidad en uno entre cinco. Ve tres posibilidades para el futuro de la humanidad: o bien nos extinguiremos antes de la era “posthumana” en la que hubiéramos sido capaces de crear Matrix, o bien rechazaremos crear un número relevante de gente simulada cuando lleguemos allí, o bien ya estamos viviendo en Matrix.

Esta última depende de la posibilidad de que el poder computacional continúe incrementándose hasta que se haya creado verdadera inteligencia artificial, posibilidad que Bostrom estima muy probable.

Aunque esto es cuestionable, el filósofo está acostumbrado a hacer predicciones, pues ha trabajado como asesor de la Unión Europea en investigación científica y de la CIA en riesgos de seguridad a largo plazo.

Nacido en 1973, Bostrom es todavía muy joven para ser   un filósofo respetado. Cuando tenía quince años, un día que estaba aburrido se paseaba por la librería local y cogió un libro al azar: Así habló Zaratustra, de Friedrich Nietzsche. Leer a Nietzsche transformó su actitud hacia la escuela y en sus días de universitario estudió tres cursos simultáneamente y a tiempo completo.

Ahora se pasa el tiempo filosofando sobre un futuro “transhumano” en el que la inteligencia de las máquinas ha aventajado en mucho a sus creadores y en el que los humanos se han fusionado con la tecnología y han cargado sus consciencias  en ordenadores digitales.

Estos intereses le han reportado más apariciones en los medios de comunicación mayoritarios en los últimos cinco años que a cualquier otro filósofo vivo exceptuando a Peter Singer y Noam Chomsky.

Bostrom mantiene que, una vez somos capaces de simular la consciencia, podemos decidir simular mundos para que  los ocupen mentes artificiales, e incluso podríamos situarlas dentro de recreaciones de la historia humana sin que lo supieran.

En un futuro como éste, la mayoría de las mentes podría pertenecer no ya a criaturas de carne y hueso como nosotros, sino a individuos digitales que vivirían dentro de mundos artificiales. La tarea de construir un mundo artificial podría hacerse más fácil proveyéndola solamente de esas partes que los habitantes necesiten conocer.

Otros filósofos incluso han sugerido que la indeterminación cuántica es una característica de la limitada resolución de nuestro mundo simulado. ¿Y cómo podemos discernir si nuestro propio mundo es real o simulado?

Bostrom cree que dado que desconocemos el propósito de nuestro mundo simulado, no tiene ningún sentido intentar satisfacer a su programador. Sin embargo, otros han sugerido maneras en las que podríamos intentar hacerlo.

El economista estadounidense Robin Hanson aconseja: “Si estuvieras viviendo en una simulación y todo lo demás no cambiara, deberías preocuparte menos por los demás, vivir más el día, hacer posible que tu mundo se haga rico, esperar e intentar participar más  en acontecimientos cruciales, ser más divertido y digno de elogio”.

fuente:  EL FILÓSOFO EN ZAPATILLAS   (Nicholas Fearn)