En los últimos años se han incrementado exponencialmente el número de publicaciones relacionadas con la microbiota intestinal ya que numerosos estudios apuntan a que su influencia va más allá de complementar la digestión y generar compuestos beneficiosos como la vitamina B12 tal y como se nos enseñaba antaño. Me atrevería a decir (poniéndome filosófico) que el paradigma del “YO” como persona debería ir más allá de las células que llevan nuestro ADN y ser sustituido por el “YO + MIS BACTERIAS”.
Un estudio publicado por Monica Bodogai describe como en el intestino de ratones y macacos viejos, la presencia de la bacteria Akkermansia muciniphila es menor que en los indivíduos jóvenes. Esta menor presencia del microorganismo activa mecanismos inflamatorios (imagino que debido a que este nicho es ocupado por otra bacteria más negativa) que desencadenan lo que se conoce como resistencia a la insulina, uno de las causas de la diabetes de tipo II.
Lo curioso es que el uso de un antibiótico llamado erofloxacina equilibra de nuevo las poblaciones de Akkermansia muciniphila y las células de nuevo responden a la insulina. Lo mismo ocurre dando suplementos de butirato.
Esto sugiere una nueva vía para el tratamiento de la diabetes de tipo II, o al menos un complemento, basado en la suplementación de butirato o bien mediante la ingesta de probióticos productores de éste, como Akkermansia muciniphila, que seguro que no pasará desapercibido en el entorno de las ciencias de la salud a partir de ahora.