La vida es un conjunto rítmico de situaciones, pensamientos, emociones y conductas que cambian, y en ese rítmico cambio pasamos por ciclos que van marcando horas, días, meses y años. Los ritmos biológicos señalan periodos de sueño y de vigilia, de descanso y de actividad, de energía y de fatiga. Existen ciclos conocidos por todo el mundo como el ciclo menstrual y otros algo menos famosos como los ciclos de 90-110 minutos que tenemos durante el sueño. Existen ciclos marcados por la luz del día y la oscuridad de la noche, por las estaciones del año y otros mas controvertidos como los marcados por las fases lunares.
Y en esa sucesión de ciclos puede haber un momento en el que no tengamos ganas de nada, estemos más nerviosos o sencillamente “no sepamos que nos pasa”. Y si eso nos pasa lo primero y más importante que podemos hacer es asumir que nos pasa, no enfadarnos con nosotros mismos (ya que la mayoría de esos cambios no son voluntarios) ni empezar a interrogarnos por qué estamos así y comenzar a buscar una respuesta que quizás no esté a nuestro alcance. Si nos podemos permitir el lujo de dejarnos llevar y pasar un día sin hacer nada, pues lo hacemos y ya está. Y si no podemos, lo mejor es adaptarnos a la situación y no pedirnos estar al 100% durante el tiempo que estemos más bajos.
En definitiva, todos los días no son iguales y los días donde emocionalmente estamos más cansados, tristes o nerviosos no tienen por qué significar nada. Y es que hay días para todo, e incluso hay días tontos.