En Madrid, a 22 de septiembre de 2014
Querid@:
Sé que te abandoné y sé que te mereces una explicación. Es burda de tan sincera, pero es que a veces estas cosas pasan. Lo de necesitar silbar en tierra de nadie… Tú me entiendes.
Ocurre que la vida te pone en un lugar donde tienes que enfocarte a otros espacios, a otros instantes y otras inquietudes. Entiendo que elegir supone siempre “dejar” algo, aunque sea temporalmente, a un lado. Este verano elegí flotar y buscar al mismo tiempo y este nuevo camino me llevó a dejar yermo el de las letras, los pensamientos y las tareas pendientes de alegría que suelo colgar en este blog con la misma naturalidad con la que me cuelgo a veces de una sonrisa.
En este estío vacío de renglones han pasado varias cosas: un cambio profesional que me tiene expectante, una ruptura emocional con el pasado, varios encuentros con el amor y muchas ganas de aventura. Además de encontrar donde menos me lo esperaba una nueva familia entre el mar y la montaña y (¡esta sí que es buena!) la felicidad plena de saber que volveré a ser tía cuando el frío arrecie en 2015…
Tras la oleada, han vuelto a surgir las ganas de tenerte más cerca. Porque tú también eres mi musa. Tú eres parte de la inspiración en que se dilata el día. Y porque (esto es literal) te echaba de más, de mucho más; que echar de menos se lo dejo a las canciones tristes y los malos días pasados por agua.
Nada como volver a casa y sopesar en la balanza las ganas de darte más buenos días. Gracias por estar ahí. :)
Te quiero profundo,
Rocío