EN UN PÁRRAFO.- Sin el lustre decompañeros con nombre más prestigioso (Hawks, Ford,Wilder...),Henry Hathaway, un artesano que se movió con soltura en films detodo corte y género —aunque con especial predilección por elwestern—, manufacturó con exquisita pulcritud (y al servicio de unJames Stewart que se encontraba en el momento más dulce, ya en plenamadurez, de su carrera actoral), esta historia, basada en un casoreal, y que, jugando con ese elemento tan 'hitchcockiano' del falsoculpable, se despliega en una narración tan intensa como creíble,con especial protagonismo para dos colectivos profesionales depresencia sempiterna en el cine clásico de Hollywood: elperiodístico y el policial, confrontados aquí por mor de susposiciones antagónicas respecto a ese 'vellocino de oro' (verdad yjusticia) en pos de cuya búsqueda se mueve McNeal-Stewart. ¿Elfinal? Vean y descubran...
EN SU HABER.- 1, la credibilidad quedesprende la evolución paulatina del reportero McNeal desde sudesconfianza inicial a la convicción profunda a la que terminallegando, fruto de la combinación de dos factores: la medidaconstrucción narrativa del guión, que encadena episodios con unafluidez extraordinaria, y un trabajo a su nivel habitual delexcelente Stewart; y 2, la química que desprende la relación entredos actores de altísimo nivel (Lee J. Cobb y James Stewart), y que,pese a moverse en niveles de presencia en la historia notoriamentedesiguales —el de Cobb es un papel secundario, mientras que Stewartabsorbe un protagonismo inmenso—, consiguen, en aquellas escenasque comparten, momentos de una sutileza interpretativa impresionante.
EN SU DEBE.- 1, el exceso de 'buenismo'con que es dibujado el personaje de Wiecek, circunstancia que, sibien no le resta credibilidad, sí que deviene en un perfil deintegridad y honradez excesivamente subrayadas; y 2, la escasapresencia en la historia del personaje de Laura McNeal, la esposa delprotagonista (interpretada por Helen Walker, una actriz pococonocida, y de presencia física muy agradable), cuyas contadas ybreves apariciones aportan una frescura y dinamismo que,probablemente, hubieran dado mucho juego con algo más de desarrollo.
UNA ESCENA.....- Uno de los asesinosaccede al local de Wanda Skutnik —en el que se encuentra el agenteBundy—, pero no lo vemos: el plano encuadra la campanilla (quehemos visto y oído unas escenas antes, en idéntico encuadre) que suena, a modo deavisador, cuando se abre la puerta. El segundo —al que tampocovemos—, advertido ya de esa circunstancia, sujeta la campanilla conla mano: a su entrada, ya no suena. La sucesión de planos sobre lacampanilla (uno primero, en que suena, y un segundo, en que,atenazada fuertemente por una mano, ya no lo hace) constituye unrecurso visual potente para situarnos en alerta (si alguien quiere que no suene, no debe abrigar muy buenas intenciones...), ante la inminenciade un hecho decisivo en la premisa argumental de la trama. Simple yefectivo...
CALIFICACIÓN (s/. 10): 7.-