Foto: La moda de Paty
Como cada mes, os dejo mi colaboración en Antonia Magazine. Sé que ésta levantará alguna que otra ampolla, pero necesitaba desahogarme: no soporto a las pseudoperiodistas que confunden informar de moda con convertirse en modelos de todo a cien.
Se llama Paty. No está delgada ni falta que le hace. Compra ropa barata, la combina con la premisa de la eficiencia y cuelga sus estilismos en un blog (La moda de Paty) que desprende candor.
Su espacio es un grito de independencia –un grito muy Antonia, por cierto– en un mundo fashion-bloggeril cruel y lacerante. Despiadado. Sádico. Grotesco.
Las bloggers de moda al uso lucen talla 34 –y empiezo a pensar que hasta la 34 está mal vista si se puede caber en una 32–, visten ropas no aptas para nóminas escuálidas y combinan las prendas con un objetivo loable pero utópico: lograr una imagen tan bella a la vista como imposible de sostener en el trote diario de quienes tienen algo más que hacer que ir de tiendas, hablar de tiendas, escribir de tiendas y soñar con tiendas.
A Paty la han puesto a parir. Que si es gorda. Que si es fea. Que si qué mal viste. Que si cómo se le ocurre hacerse llamar "blogger de moda" cuando ni de lejos se acerca al ideal.
Pero en el fondo, a Paty le han hecho un favor: las visitas de su bitácora habrán subido como la espuma, sus estilismos —que a buen seguro son más vistos en la calle que los que pillan al vuelo los coolhunters— están en boca del mundo fashion y su nombre aparece en el diccionario de sinónimos al lado de adjetivos como «valiente», «intrépida», «fuerte», «osada» o «valerosa». Ahora, Paty es más Paty y los bestias que la insultaron se convierten en carroña de una Red donde el usuario es soberano y las boutades se pagan caras. Carísimas.
Ser blogger de moda no implica ser una sádica-del-trapo. Ejemplos como Ariadna Ferret, Mayte de la Iglesia, Lady Addict, Beatriz Vera, Miss Chemisier o Beatriz Martín lo ponen de manifiesto: son guapas, son elegantes y, ante todo, son buenas personas. Saben de moda y les gusta la moda, pero no crucifican a nadie por tener un kilo de más o un Prada de menos.
Hoy todas las Antonias –permítame, jefa, el plural mayestático– somos un poquito Paty. Y bien orgullosas que estamos.