Yo tengo una causa.

Por Paula Lesina

Abro con esta entrada, la primera de las páginas del 2015. Un año de expectativas y proyectos, luego del limbo vital de los años precedentes. Perder a un ser querido no sólo supone el dolor de la ausencia sino un proceso complejo de re-organización, durante el cual el núcleo familiar intenta armonizar los vínculos, las rutinas y los planes de futuro. Y durante el cual se aprende a vivir desde la pérdida sin renunciar a la alegría, a los pequeños placeres de la vida.

Mezclar y repartir.


No es un secreto que le dediqué tiempo a este blog para vivir a mi manera el proceso de duelo. Pero La Desmesurada es disidente por naturaleza y se independizó de sus orígenes como ella sabe ser, abrupta y desmesuradamente. Desde entonces, significa para mí un espacio de aprendizaje constante. Lo creé, le di forma, lo abandoné, lo retomé,  disfruté de formar parte de una comunidad, me impuse una pausa, tomé impulso, volví a escribir y finalmente, como soy mujer de causas, me propuse darle un objetivo. 
El objetivo de esta nueva etapa es compartir lo que sé hacer: enseñar a leer (técnicamente a interpretar) y a escribir desde una perspectiva diferente y con un soporte material que no es el libro sino el hipertexto. 
Cumplir con este fin me motiva a formarme en áreas totalmente impensadas para mí, como el lenguaje de programación, por ejemplo. No porque me motive específicamente aprender a programar sino como instrumento para introducir cambios que mejoren la experiencia del lector en mi página. O a improvisar técnicas de SEO, no porque desee posicionarme rápidamente en los motores de búsqueda, sino porque con pequeños cambios en la estructura de un post se optimiza la lectura a través de la pantalla (ya sea de una computadora o de un dispositivo móvil) Aprender igualmente sobre las herramientas más simples del diseño gráfico y la edición de imágenes e investigar, sin demasiado rigor pero con la honesta intención de ofrecer mi sello distintivo, sobre cuáles son los espacios que enseñan a escribir en línea. Como supondrás, hay muchos y la mayoría muy buenos. Sin embargo, ninguno –si conocés quien lo haga, te voy a agradecer el contacto- explora específicamente la escritura de un blog desde la perspectiva del estilo personal. Lo habitual es encontrar expertos en el área comercial que exploran el perfil emprendedor y las estrategias de escritura están orientadas al marketing de contenidos. O se enfocan en el contenido como forma de promoción para aumentar el flujo de visitantes. Leí ambos tipos de ejemplos con atención y de ambos tengo una opinión respetuosa, pero a mí particularmente no me interesa escribir para los robots de Google. Yo escribo desde la persona que soy y para las personas que se sienten conectadas con mi visión. Es un vínculo interpersonal, con todas las complejidades que este tipo de relaciones implica.

Yo tengo una meta.


Y también un sueño que quiero compartir contigo. Como no podía ser de otra forma, quiero contarte algo. Este año comenzó de la manera más particular. Porque si deslizo como al pasar que lo que hice mi primer día de enero fue cocinar, seguro pensás, qué novedad, si querés que tu familia se alimente tenés que cocinar. Bueno….pero ahí está el punto. Llevo más de treinta años huyendo airosamente del contacto con el universo gastronómico. Y por el momento, todos tan contentos. Salí ilesa de mi irresponsabilidad culinaria contando con la paciencia y la colaboración de no-marido.  Así que, si escribo en alguna red social hoy cociné, voy a provocar una reacción familiar en cadena de matices insospechados: de la incredulidad al entusiasmo.  Incluso es probable que reciba llamadas discretas y consternadas de personas cercanas preocupadas por mi equilibrio mental. De todos modos, no quisiera confundirte con mi anécdota. Cocinar no es mi meta para el 2015. 
Mi meta es comprometerme a la acción. Pasar de los adverbios a los verbos.  Comprometerme a hacer la diferencia y lo diferente. 
Y créanme, no hay nada más diferente a mí misma que planificar y ejecutar un menú familiar.  De pronto, la cocina es tu zona de comodidad. Entonces te desafío a que te animes a la escritura, a expresar tu vida en palabras. Porque escribir es una actividad terapéutica y liberadora. Si tu propósito para los próximos días es crear tu espacio personal para escribir –en hojas sueltas, en un cuaderno o en un blog- te pido que consideres visitarme los miércoles, porque quizás juntas podamos construir tu forma de expresión.  

Pasar del adverbio al verbo.


Es probable que en el 2015 cometa muchos errores. Los hiperbólicos erramos por la misma desmesura que nos desborda.  Más allá de la convicción del error, que es la más humana de las convicciones, quiero asegurarme de no reincidir. Me quiero equivocar diferente. Asumo el compromiso del error aquí mismo, haciendo catarsis de mis fallos frecuentes, alentando un diálogo desdoblado entre mi yo recatado y la desmesurada que me domina en este primer día del 2015:
-     La recatada sabe que uno de sus errores es avergonzarse de mostrar. Mi naturaleza reservada y temerosa del ridículo sufre pensando en qué pasa si alguien que me conoce en mi rol de madre, profesora o hija-hermana-amiga descubre este blog. Y peor aún: qué pensará si decide leerlo. Lo sé, es una emoción contradictoria entre mi necesidad de escribir y mi rechazo del exhibicionismo sin sentido. Lucho contra ella y la venzo en la mayoría de los casos, pero la victoria efímera no la hace menos real.
Entendámonos corazón: si querés ayudar, si empezaste una cruzada en defensa de la letra escrita, la timidez no es tu primera opción. Superando las contradicciones alma rectada, que si nadie se entera de que escribís, mucho menos se va a interesar en lo que intentás proponerle.
-        También tengo un costado obsesivo. Soy perfeccionista y prefiero no hacer que hacer imperfecto. Es la historia de mi recatada vida. Si hago algo y no sale perfecto, no veo el valor de lo hecho sino lo que no salió como esperaba.  Veo la arruga, la grieta, la disparidad de la textura o el color antes que el objeto en sí mismo. -    A corregir mi santa: hecho es mejor que perfecto. Perfecto es un adjetivo. Y este es tu año de verbos. No existe la vida Pinterest. La mayoría de los seres humanos somos gloriosamente imperfectos. Realmente es preferible que te arrepientas de hacer que de especular.

 En fin…


En este instante en el que escribo, el 2015 es todo posibilidades.  Me desperté sin usar alarma, le hice mimos a mi hijo, cociné para no-marido, escribí en la hora de la siesta sin desesperarme por la lentitud de conexión ni dramatizar porque no llegué al horario que había planificado para publicar. Espero que los días por venir sean como éste, con quienes quiero, haciendo lo diferente. Creando. Espero lo mismo para vos y que podamos compartirlo. Deseo que sea. Aunque no sea perfecto, que sea.