Si existe un cuerpo celeste que atrae a todo el mundo es la Luna. Su visión a través de un telescopio, aunque sea modesto, cautiva por la cantidad de detalles que ofrece. Aparecen ante los ojos del observador miríadas de cráteres, montañas, zonas claras y oscuras, cordilleras, grietas, y muchos juegos de sombras. La Luna es la eterna compañera del Planeta Tierra, no en vano ambos cuerpos tienen un origen común y están fuertemente ligados por la fuerza de gravedad. Vista desde el espacio, la pareja Tierra-Luna casi podría considerarse un planeta doble. En efecto, la Luna es un satélite muy grande en relación con su planeta: su diámetro es sólo 3.6 veces más pequeño que el de la Tierra, aunque sólo posee el 1.2% de su masa. La Luna es el catorceavo cuerpo más grande del Sistema Solar. La superficie de la Luna posee casi 1/10 de la superficie de la Tierra. Aún así, el centro de gravedad común del dúo Tierra-Luna está dentro de la Tierra, a unos 1700 km de profundidad. Si este punto estuviese en el espacio los astrónomos podrían decir estrictamente que vivimos en un planeta doble.
Imágenes de una “súperluna” (Luna llena en perigeo, izquierda) y una “miniluna” (Luna llena en apogeo, derecha) obtenidas desde Córdoba usando el mismo equipo. La súperluna se obtuvoel 10 de agosto de 2014, la miniluna el 5 de marzo de 2015. Crédito: Paco Bellido, El Beso en la Luna.
La Luna orbita alrededor de la Tierra a una distancia media de 384 400 kilómetros, completando una revolución en 27.3 días. Es el mismo tiempo que tarda en girar sobre sí misma, por eso siempre observamos la misma cara de la Luna. No obstante, estrictamente esto no es cierto: la Luna posee un pequeño balanceo (libración) que permite ver desde la Tierra casi el 60% de su superficie. El mes de 29.5 días que nuestros calendarios siguen es el tiempo transcurrido entre la misma fase lunar. Esos dos días y pico extra son los que la Luna y la Tierra necesitan para que estén alineados de la misma manera con el Sol, dado que ambas orbitan alrededor de la estrella del Sistema Solar. Tanto el movimiento de la Tierra alrededor del Sol como de la Luna alrededor de la Tierra (o de cualquier cuerpo que gire alrededor de otro en el Universo) sigue una trayectoria elíptica. Esto es, la órbita de la Luna no es una circunferencia sino una elipse. La diosa Selene está a veces más cerca de la Tierra y otras veces más lejos. Al punto más cercano se le llama “perigeo” y al punto más alejado “apogeo”. En efecto, el tamaño angular con el que vemos la Luna en el cielo cambia, sólo un poco, pero se nota. Como ejemplo aquí mostramos dos espléndidas fotografías lunares conseguidas desde Córdoba capital por el famoso astrofotógrafo Paco Bellido, autor del blog “El Beso en la Luna”. Ambas imágenes están tomadas con el mismo equipo. La toma de la izquierda muestra la Luna llena el 10 de agosto del año pasado, cuando nuestro satélite, a sólo 355 153 km de distancia, estaba cerca del perigeo. A la derecha se muestra una imagen obtenida el jueves de la semana pasada (5 de marzo) cuando la Luna, a 403 306 km de distancia, estaba en el apogeo. Se trató de la luna llena más pequeña del año. Esta diferencia de tamaños es la responsable de que a veces los eclipses de Sol (cuando la Luna tapa al Astro Rey, cuyo tamaño angular prácticamente no varía en el año) sean totales (Luna cerca de la Tierra) y otras veces anulares (Luna lejos de la Tierra). Pero no tiene nada que ver con el hecho de que, cerca del horizonte (cuando sale o se pone), la Luna parece más grande: esto es simplemente una ilusión creada por nuestro cerebro que, sin referencias, no puede estimar bien los tamaños.
En los últimos tiempos se han popularizado designaciones curiosas para nombrar lunas llenas especiales. El término “súperluna” se refiere a una luna llena cerca del perigeo (imagen izquierda), mientras que una “miniluna” sería lo contrario (luna llena cerca del apogeo, imagen derecha). Además se ha designado como “luna azul” a la segunda luna llena dentro del mismo mes. El adjetivo “azul” no tiene nada que ver con el color de la Luna. Otra ingeniosa designación es la de “luna oscura” o “luna negra”, que simplemente indica o un mes que no tenga una luna llena o una luna nueva (sólo puede ocurrir en febrero, pasó en 2014 y pasará en 2018) o la segunda luna nueva dentro del mismo mes. Los términos nada científicos de “lunas azules” y “lunas negras” sólo reflejan ese interés y fijación que los seres humanos del siglo XXI seguimos teniendo por la Luna.