Entre las miríadas de estrellas que atraviesan la constelación zodiacal de Sagitario, perdidas en el plano del disco espiral de la Vía Láctea, se localizan numerosas regiones de formación estelar. En efecto, es en estas regiones densas y frías, ricas en gas y en polvo interestelar, donde nacen los nuevos soles de nuestra Galaxia. De una única nube de gas no se forma una única estrella, sino cientos, miles, decenas de miles de ellas. Aunque comparten algunas propiedades (por ejemplo, poseen básicamente la misma composición química) no todas las estrellas nacidas a la vez en una nebulosa son iguales. El parámetro fundamental que las diferencia es la cantidad de masa que poseen. Muchas serán parecidas al Sol, unas pocas serán estrellas masivas, pero la gran mayoría serán estrellas enanas. Por cada estrella como el Sol se crean 20 estrellas de masa 0.1 veces la solar, mientras que por cada estrella de 10 veces la masa del Sol hay 200 estrellas de masa solar (y, por tanto, 4000 estrellas de masa 0.1 veces la solar). Sin embargo, a pesar de su pequeño número, las estrellas masivas juegan un papel fundamental. La radiación que emiten las estrellas más masivas, que son a la vez las más calientes y luminosas, es muy energética. Así, las estrellas masivas brillan sobre todo en luz ultravioleta, y esta radiación es capaz de “encender” el gas que las rodea. Se forman así las nebulosas de emisión. Estos objetos astronómicos constituyen un verdadero espectáculo celeste para los astrónomos que los observan.
Una de las nebulosas de emisión más famosas y brillantes es la nebulosa Omega. Descubierta por el astrónomo suizo Jean-Philippe Loys de Chéseaux en 1745, fue el famoso astrónomo caza-cometas francés Charles Messier quien la catalogó en 1764 como M 17, designación científica que aún es la que más se usa en la actualidad. En realidad, además de nebulosa Omega, M 17 posee otros nombres: nebulosa del Cisne, nebulosa del Cazador, nebulosa de la Langosta, nebulosa de la Herradura, o incluso “nebulosa de la Marca de Verificación” (“Checkmark Nebula” en inglés). Ahora, gracias a esta espectacular nueva imagen conseguida con el telescopio de 2.2m MPG/ESO en el Observatorio de la Silla (Chile), del Observatorio Europeo Austral (ESO), también se ha empezado a designar a M 17 como “Nebulosa de la Rosa”. Ciertamente, la visión de las nebulosas que ahora están proporcionando las nuevas cámaras digitales que astrónomos tanto profesionales como aficionados poseen en sus telescopios es muy diferente a la que se tenía hace sólo una década, y no tiene nada que ver con lo poco que nuestros ojos pueden ver en las nebulosas a través de un telescopio. Esta nueva imagen de M 17 es un ejemplo manifiesto de ello.
Artículo de Astronomía publicado en el suplemento el Zoco de Diario Córdoba el domingo 4 de octubre de 2015. La imagen es la sensacional toma de la nebulosa M 17 conseguida con el instrumento Wide Field Imager (WFI) instalado en el Telescopio MPG/ESO de 2.2 metros, en el Observatorio de la La Silla (Chile), perteneciente al Observatorio Europeo Austral. Se usaron filtros en colores azules, verdes y rojos, más el filtro especial en hidrógeno-alfa (al que se le asignó también el color rojo) que sólo ve el gas de la nebulosa. Crédito de la imagen: Observatorio Europeo Austral (ESO).
Esta fantástica fotografía muestra a la nebulosa M 17 como una compleja estructura roja donde también dominan los colores rosáceos y blanquecinos. ¿A qué se deben estos colores? La imagen se obtuvo combinando tomas en varios filtros. En particular, se usó un filtro especial que sólo permite pasar la luz del hidrógeno ionizado (emisión en hidrógeno-alfa, o H-alfa) que, a nuestros ojos, es de color rojo. Éste es precisamente el color que se ha asignado al filtro de H-alfa para construir la imagen. El hidrógeno ionizado constituye la mayor parte del gas difuso de la nebulosa que es “encendido” por las estrellas masivas. La zona central de la nebulosa posee colores más claros, rosas e incluso blancos, porque la emisión del gas en H-alfa se mezcla con la luz azul de las estrellas reflejada por el polvo. Pero también se observan regiones más oscuras y “huecos” entre la emisión roja del gas, que muchas veces aparece con estructuras filamentosas. Las zonas oscuras corresponden a regiones con mayor cantidad de polvo, y es este polvo el que oscurece la luz de las estrellas y del gas que están detrás. ¿Cómo sabemos que esas estrellas y ese gas están detrás? Porque aparecen claramente cuando observamos la nebulosa en colores del infrarrojo, de hecho, son esas zonas oscurecidas las que más destacan en las imágenes infrarrojas de la nebulosa. Y es precisamente en las regiones más densas y frías de esas nubes de polvo donde el gas forma moléculas y sucede la formación estelar.
La nebulosa M 17 está a unos 5500 años luz de la Tierra. Su tamaño angular en el cielo es alrededor de una tercera parte del tamaño de la luna llena. Así se trata de un objeto extenso: su diámetro real es de unos 15 años luz. Los astrofísicos han estimado que la masa total del gas en M 17 es superior a 30 mil veces la masa del Sol. El cúmulo abierto que se ha formado a partir del gas nebular (y que se conoce como NGC 6618) posee unas 800 estrellas, pero sólo 35 están visibles entre tal amasijo de gas y polvo. Sólo dos de esas estrellas son lo suficientemente calientes, luminosas y masivas como para encender el gas circundante y crear ellas solas esta preciosa y gigantesca rosa cósmica.
Más información
- Nota de prensa de ESO: Una rosa cósmica con múltiples nombres (24 de septiembre de 2015).
- Naukas: Zoco de Astronomía: Una rosa cósmica (24 de octubre de 2015).