Revista Cultura y Ocio

Cinco mujeres con el mismo vestido .teatro quevedo. madrid

Por Orlando Tunnermann

“CINCO MUJERES CON EL MISMO VESTIDOTEATRO QUEVEDO. MADRIDORLANDO TÜNNERMANN. WWW.EL-HOTEL-DE-LAS-ALMAS-PERDIDAS.BLOGSPOT.COM
(Una comedia disparatada, personajes dispares, mucha alharaca, una boda inolvidable salpicada de confidencias hilarantes, un soberbio monólogo postrero de Erika Sanz y una apoteósica Raquel Martín Coronado)
CINCO MUJERES CON EL MISMO VESTIDO .TEATRO QUEVEDO. MADRID
Me inscribí a las filas de los espectadores del teatro Quevedo para asistir a la función “5 mujeres con un mismo vestido” con la incertidumbre y la expectación por blasón. Esta fue una de esas ocasiones en las cuales uno no sabe hacia dónde tirará el ánimo cuando la función acaba tras las ovaciones pertinentes. ¿Disfrutaré con esta función o por el contrario mi crónica se plagará de matices ingratos? Navegaba en un mar tenebroso donde apenas avizoraba siluetas nebulosas.
La adaptación de Alan Ball, creador de “American Beauty” y “A dos metros bajo tierra”, la primera me decepcionó sobremanera y por la segunda sucumbo encantado, la dispone sobre el escenario del teatro Quevedo la productora DESCALZOS PRODUCCIONES bajo la dirección de Celia León. No soy una persona fácil de conquistar, francamente. No todo me hace gracia y no a todo el mundo le doy el sí quiero por muchos mimos y carantoñas que improvise. Soy un hueso duro de roer. En esta línea más bien antipática me encontraba yo cuando el teatro Quevedo se pone en plan tétrico al inicio de la función, con esa luz umbrosa que apenas me deja discernir los rostros de las actrices que van aproximándose al escenario, entonando con sentimiento y sobradas cualidades vocales aquello del “Tatuaje” de Conchita Piquer. Sabia elección me parece la incorporación al elenco de la polifacética Elena Sánchez, poseedora de una voz potente y cristalina, pura, sin máculas ni imperfecciones, una voz curtida y cultivada en los escenarios de famosos musicales, como: “El Jorobado de Nôtre Dame”.
Tiene algo de fantasmal y lúgubre esta aparición: vestidos elegantes que se adivinan con dificultad en ese halo opaco que nos engulle a todos. El tema, además, está cargado de melancolía.
Enseguida todo se revuelve y cambia de aspecto. Un puñado de damas de honor, todas embutidas en idénticos vestidos de gala, revolotea como gallinas atrapadas en una jaula claustrofóbica, armando una alharaca jaranera como de adolescentes en el patio del colegio. En ese mismo instante ya configuro yo la ruta de navegación que va a tomar esta función. Confidencias íntimas, sinceridad a borbotones, confesiones impagables que se gestan bajo el influjo de una copa de vino, champán o lo que se tercie, cuando se derriban los muros de la hipocresía y la ironía brota libérrima (libre) sin el yugo de las convenciones sociales. 
CINCO MUJERES CON EL MISMO VESTIDO .TEATRO QUEVEDO. MADRID
La habitación de la hermana de la novia se convierte en el hábitat o confesionario de este singular y divertidísimo cónclave dé féminas, donde se airean los trapos sucios y los que se guardan en los armarios para esconderlos de la mirada pública: Un coito escandaloso a la vera de unos contenedores de basura, relatado con “inmoral” inverecundia (desvergüenza) por Carmen Santos, una lesbiana maravillosa (Begoña Frutos) y una cristiana (Elena Sánchez) que ni fuma, ni bebe, que mantiene una postura vital nihilista (que se niega a todo) porque es cristiana. Su relación espiritual de amor abnegado y exclusivo a Cristo es uno de los ejes cómicos de la obra. Tampoco dejará dibujados e impertérritos a los espectadores cuando una “gamberra” Raquel Martín Coronado nos fusila con sus portentosas delanteras… (Esto hay que verlo, no se puede narrar). Diálogos exacerbados, una chaladura total, algunos tropiezos de Carmen Santos al recitar el texto, que ella resuelve sin perder el equilibrio, ¡bravo! , lloriqueos, risas, euforia, nostalgia, monólogos soberbios y la banda sonora de gran parte de las escenas, el clásico “Tatuaje” de Conchita Piquer, tarareado por alguna de las actrices, mientras las otras interpretan su papel. Sólo por este detalle de máxima dificultad queda difuminado en mi ánimo cualquier dictamen negativo sobre esos lapsus y tropezones puntuales con el dichoso texto memorizado. Hace falta una gran capacidad de concentración para interpretar sin despistes ni omisiones cuando otro está canturreando a tu lado. Los hombres, así en general, quedamos en boca de estas damas de honor lenguaraces destripados y denostados sin ambages, en una especie de festival de escarnio indiscriminado que no diré yo que no tengamos un poco merecido.
Dos pilares fundamentales de “5 mujeres con el mismo vestido”: Raquel Martín Coronado; un vendaval que arrasa con todo, que por sí sola iluminaría las noches más aciagas con su gigantesca capacidad para doblegarse y triplicarse en el escenario como si fuese un incendio incombustible. Domina los registros de la amargura, la alegría, la comicidad y los monólogos más íntimos que anegan el corazón de empatía. Sobresale sobre el resto a modo de bastión o monolito megalítico. Una maravilla esos diálogos telefónicos un tanto exaltados con su madre que nos hacen adivinar una relación poco menos que tormentosa, espinosa y escabrosa. Hablaba de dos vértices descollantes (sobresalientes).
Erika Sanz y su monólogo postrero, una soberbia muestra de lo que las actriz más excelsas ofrecen a su público sin despeinarse, como si fuese ello algo tan natural como el respirar o abrir los ojos al amanecer cada mañana. Erika es la perfecta “Femme fatale” (mujer fatal) con su hermoso físico de diosa vikinga o novia del gangster en una película de Humphrey Bogart. Mirada gélida, seductora, belleza al estilo de las inolvidables Ava Gardner, Mae West o Lana Turner, la vislumbro en una nueva versión de “El cartero siempre llama dos veces”. Juega con el público con esa mirada fría y sensual a la vez, que barre todo y que se cuela en el alma para hechizarte sin remedio. La recuerdo perfectamente en “Águila Roja”, ataviada de harapos allá, deliciosa igualmente, pese a la envoltura andrajosa, en comparación con el glamour suntuoso como dama de honor ahora. Pude ver la expresión de los espectadores al finalizar la función. Pude observar su entrega. “5 mujeres con el mismo vestido” entusiasma y no defrauda, es una apuesta segura que recomiendo totalmente.
Como colofón, me encanta la pureza de Elena Sánchez, tan inocua y “virginal” ella frente a la fiereza animal de Erika. Carmen es sencillamente adorable y puedo vislumbrar a una gran actriz dentro de ese corpachón formidable y “abrazable”, pese a sus lapsus memorísticos que ella esquiva y salta con agilidad, sin perder el ritmo.
CINCO MUJERES CON EL MISMO VESTIDO .TEATRO QUEVEDO. MADRID
*AGRADECIMIENTOS: Quiero agradecer a la actriz Erika Sanz y a la productora Descalzos Producciones por su deferencia y amabilidad, colaborando conmigo para que pudiese yo documentarme debidamente y así confeccionar el diseño de esta crónica teatral.
ORLANDO TÜNNERMANN

Volver a la Portada de Logo Paperblog