Revista Cultura y Ocio

Crítica teatral "espacio disponible"

Por Orlando Tunnermann

Crítica teatral CRÍTICA TEATRAL DE: “ESPACIO DISPONIBLE”PERIGALLO
TEATRO.WWW.PERIGALLOTEATRO.BLOGSPOT.COM *DIRIGIDA POR ANTONIO C.GUIJOSA
*TEXTO E INTERPRETACIÓN -JENARO-JAVIER MANZANERA -PALMIRA-CELIA NADAL-.
*ORLANDO TÜNNERMANN.WWW.EL-HOTEL-DE-LAS-ALMAS-PERDIDAS.BLOGSPOT.COM
(HUMOR NATURAL, SIN ARTIFICIOS, COTIDIANO, VEROSÍMIL Y CERCANO, MAESTRÍA INTERPRETATIVA, EMOCIÓN DESCARNADA).
El humor es un “artefacto” de compleja manipulación. Desde tiempos de Charles Chaplin se ha moldeado esta materia dúctil de maneras caprichosas e imaginativas bien dispares. Humor chabacano, humor negro, soez, hilarante, humor inteligente, mordaz, surrealista, disparatado, de chistes y chascarrillo, humor de mimos y payasos, humor mudo: Y también tragicomedia, verosímil, consuetudinaria (cotidiana), cercana, sin artificios ni alambicados (complejos) envoltorios de parodia o paroxismo llevados al límite de lo esperpéntico. Series de televisión famosísimas como “FRIENDS” o “AIDA” recurren, con asombrosa aceptación popular, al humor de pura astracanada (farsa disparatada). Crítica teatral
Veamos, ejemplo tipo: uno de los actores principales entra en una casa llena de gente donde todo el mundo es feliz las 24 horas del día. Cantan con la escoba por micrófono, ríen como si estuviesen en una orgía de beodos, saltan sobre los sofás mientras el esposo llega a casa con un pulpo en la cabeza a modo de sombrero. Cuando entra por la puerta se activan las pre-grabadas risas en “Off”, enlatadas vaya, y la vecina de turno le observa, muy divertida ella: “Charly, me tienes que dar el número de tu modista”, (más risas enlatadas). En fin, tiene que haber humor para todos los gustos y colores.
Volvamos a lo que de verdad merece la pena comentar. “ESPACIO DISPONIBLE” parte de un argumento bastante anodino. Sobre un escenario minimalista y con luz adusta de celda de clausura Palmira y Jenaro esperan, o más bien presuponen, la visita de su hijo, que vive en Bruselas y con quien, presuntamente, vivirán con toda suerte de comodidades. Hasta aquí la línea del tedio parece una frontera muy cercana. Pero entonces acaece el milagro. Una sola palabra: MAESTRÍA.
Dos actores, Celia Nadal (Palmira) y Javier Manzaneda (Jenaro) dan vida al arquetípico matrimonio de septuagenarios (setentones) que se pasan media vida apoltronados en la insulsa rutina, discutiendo, que se aman y soportan en igual medida, que combinan entre la noche y el día las carantoñas con las tiranteces de la ironía y los rifirrafes. Un matrimonio pues que el espectador reconocerá como propio o vecino, el matrimonio que vive en la puerta de enfrente. Ejemplo tipo: “Él, leyendo la sección de deportes, sentado en su butaca con la forma de sus posaderas, musitando reproches casi inaudibles mientras ella, en la otra punta de la casa, se desloma a trabajar con la amargura prendida al palo de la fregona…”
Jenaro no quiere abandonar su rutina ni atado a la mesana (mástil) de un barco pirata, ella, por el contrario, contempla la posibilidad de cambiar de vida con el alborozo del primer amor. Palmira no quiere salir de casa ni atada a un venado, pues vive en un tercer piso sin ascensor. El espectador es testigo de una liza (pelea) verbal entre esposa y cónyuge perfectamente reconocible, natural, cotidiana, cercana: “es el matrimonio de la puerta de al lado, los que se pasan media vida discutiendo pero que llevan juntos desde críos”. Humor sin artificios, interpretación espontánea que nos hace olvidar a los actores para espiar tras la cortina y ver qué diantres pasa con los vecinos de enfrente. MAESTRÍA, ya lo decía yo antes. Conozco a unos cuantos matrimonios “clavaditos” a los de la función que tengo el honor de poder comentar.Crítica teatral Pero el humor tronchante, que es como un manantial sin fondo, viene salpicado de amargura, acidez emocional, intensidad en la tristeza y la sombra de la depresión llamando a la puerta por medio de causticidad (ironía mordaz). Jenaro le saca punta a todo, como un mercenario de las batallas hogareñas, y ella, que es poco menos que una santa, aguanta el diluvio con la devoción de Santa Rosa de Lima.
Hay momentos que desatan la risa, sí o sí, salvo que estés hecho de cera y cartón. La televisión no funciona y una locución interminable dice algo como: “Su llamada será atendida en breves instantes, no se retire, por favor…” Una y otra vez la dichosa locución, incluso cuando ya nos hemos olvidado de la misma. A todos nos ha pasado.
No tiene desperdicio la diatriba (discurso) de Palmira sobre un chileno llamado Jenaro Gajardo Vera, que compró La Luna, con su título de propiedad, sus cráteres inmensos y la cara oculta incluida. Un disparate que, como todas las noticias que van desembalando los actores, son reales, verídicas como que Trump es presidente de los Estados Unidos y Rajoy el nuestro. La función no tiene desperdicio y no deja títere con cabeza, arremetiendo sin ambages contra las disquisiciones lunáticas de Christine Lagarde, la ministra francesa, sobre poco menos que la necesidad de “exterminio” de la población anciana, a quienes observa como viejos muebles arrumbados que no sirven para nada, acumulan polvo y encima hay que gastar presupuesto estatal para su mantenimiento. A fin de cuentas, una cruda visión de la realidad, de aquello en lo que se convierten muchas residencias de ancianos: grandes superficies aisladas y deprimentes donde arrumbar a los ancianos que ya no generan beneficios, sólo gastos. Esta viene a ser un poco la lectura de esta “preclara” ministra” del país vecino, una mujer de vacío calado solidario y humanitario. En fin, la función nos hace reflexionar sobre la implacable voracidad de la novedad, el consumismo exacerbado que convierte en arcaico lo que ayer era revolucionario, novedoso, recién estrenado, la novedad con caducidad prematura, la vejez como lastre y rabadilla de una vida ya extinguida.
La química entre los actores es un bálsamo de juventud muy bienvenido, pura magia, el antídoto perfecto para sobrellevar la catastrófica y siempre lamentable elección del elenco protagonista en series y películas de televisión que subsisten de argumentos prosaicos y caras bonitas acostumbradas a posar. Me encanta el baile final al ritmo del maravilloso “Fly me to the moon” de Frank Sinatra.
En otras palabras, una comedia agridulce totalmente recomendable, un prodigio que sabrán apreciar quienes busquen la maestría en la interpretación.ORLANDO TÜNNERMANN.

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