Revista Opinión

Dirigentes mundiales celebran la muerte de los derechos humanos

Publicado el 11 diciembre 2013 por Benjamín Recacha García @brecacha

 

Forges derechos humanos

Han escogido un buen día para dar el último adiós a Nelson Mandela. El día que se cumplían 65 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El propio Mandela no habría elegido una fecha más adecuada. Pero no voy a hablar del funeral. Ya dediqué un escrito hace un par de días a la vergonzosa retahíla de alabanzas que el líder negro ha recibido por parte de todo Dios. No compartir ni uno solo de sus ideales no ha sido impedimento para ello. David Torres  lo borda en su columna en ‘Punto de Fisión’: “Ahora que se ha muerto, a Mandela lo ha adoptado todo el mundo como si fuese la mascota de moda. Gente que ni se roza con un negro por la calle, no vaya a ser que destiñan, lo llama Madiba, como si compartieran la misma tribu o como si cenaran juntos el primer martes de cada mes”. Nada más que añadir, salvo que, y a pesar de haber intentado evitar ver imágenes del funeral, no lo he logrado por completo, de modo que todavía ando recuperándome del agrio sabor que el vómito me ha dejado en la boca. Por mi parte, recordaré a Mandela con el puño en alto y soñaré con que algún día su ejemplo nos sirva de inspiración, más allá de las palabras vanas. 

El día que se cumplían 65 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos la ONG Save the Children nos ha recordado que en países como Siria están mucho más lejos de respetar cualquier tipo de derecho de lo que estamos aquí, en España, donde tenemos la percepción de que nos los están arrebatando a pasos agigantados. En Siria llevan mil días en guerra. Se dice pronto, pero para quien los ha vivido, esos casi tres años de infierno deben haberles parecido eternos.

Walaa es una de las víctimas de la guerra. Una joven de 17 años que se hizo adulta de repente, por fuerza; que perdió… le arrebataron la inocencia a golpe de bombas, y que ahora malvive junto a su familia en un suburbio de Amman, la capital de Jordania, como refugiada. Os invito a leer su relato y a reflexionar, una vez más, sobre esas palabras indignas con las que los dirigentes mundiales han pervertido el funeral de Nelson Mandela. Porque los buenos deseos pronunciados en balde no pueden más que merecer el mayor de los desprecios. Seres despreciables han mancillado la memoria de Mandela, los mismos que no hacen absolutamente nada por que las miles de Walaas que jamás recuperarán su infancia puedan, al menos, regresar a casa y vivir sin el miedo a saltar en pedazos.

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