Revista Infancia

El arte de vivir de los niños en la Sociedad del Conocimiento

Por Jmburson @jmburson

El arte de vivir de los niños en la Sociedad del Conocimiento La modernidad líquida también aporta un “arte de vivir” diferente entre los miembros de las nuevas y viejas generaciones. Según la modernidad que nos refleja Bauman, los niños y jóvenes actuales piensan que son a un tiempo artista, capaz de crear y modelar, y a su vez, producto de dicha creación y modelado. Conforme a esta reflexión, la identidad personal no se configura conforme a un molde social común o afín sino que se construye individualmente. El autor nos refiere que hoy día cada niño y joven es un artista. Efectivamente, nuestros hijos desean vivir una vida única y personal, construida para el desarrollo de su individualidad, trazar su propio camino, recorrer su proyecto vital único e irrepetible, Nuestra experiencia y conocimiento ya no les sirve, es anacrónico, fuera de lugar, es vano e inútil. Nuestra interpretación de la realidad social y del mundo es inadecuada, fútil, improcedente para un espíritu creador e innovador.
Los niños necesitan definir su propio camino, trazar el curso de su vida, y aprender de su propia experiencia de fracaso y éxito, y no están dispuestos de aprender de nuestro proceso vital caduco y descontextualizado. Se advierte, que no atienden a los mayores, que son irreverentes con las familias, escuelas y las instituciones clásicas, que tienen su propio modo de actuar y de ser, y además son indómitos, saben lo quieren y se sienten artistas y creadores de un mundo por vivir y desarrollar.  Ellos necesitan ser creativos y artistas, porque no saben cuál será la futuro, nunca hasta ahora ha sido tampoco revelado, nunca se ha sabido tampoco sobre el destino próximo y sobre el porvenir de nuestras vida. A los niños no les sirve seguir una ruta trazada, un camino prefijado o una estructura definida, necesitan navegar libre al viento que sople, “vivir a su manera”, seguir el curso de lo que la vida y el destino le depare. En la vida líquida necesitan adaptarse de forma muy flexible a un contexto social en permanente cambio, y sólo se pueden aferrar al presente. Para los niños y jóvenes actuales sólo existe el presente, no piensan en el futuro, y no espera que la vida le revele lógica alguna, están abiertos al destino y a la vida, y ésta se le presenta como un escenario lleno de oportunidades que deben de aprovechar al instante, no les recompensa demorar la obtención del rédito a un momento tardío que es incierto y no saben si llegará, así “viven el momento”, el instante, “el ahorismo” que Bauma señala. El autor nos indica, “un momento desagradable es un momento desperdiciado”, “...parecen resignados a la imposibilidad de tomar decisiones infalibles, de predecir exactamente cuál de los siguientes pasos sucesivos resultará ser el correcto, o cuál de las semillas esparcidas del futuro dará su fruto abundante y sabrosos, y cuál de las flores que ya ha brotado se marchitará y se pudrirá antes de que una ráfaga de viento”.
Nuestros niños y jóvenes tienen claro que el futuro es imprevisible, que las transformaciones del día a día son tan severas que es inútil prepararse para un futuro absolutamente incierto, y su actitud es vivir el instante, disfrutar de la vida tal como les viene, sin esperar más recompensa que el deleite del acto cotidiano. La única aptitud que verdaderamente necesitan adquirir y ejercitar es la flexibilidad y la adaptabilidad, la apertura a un mundo en permanente transición, la habilidad para deshacerme con prontitud de competencias inútiles, “la capacidad de olvidarse con rapidez y de eliminar activos pasados que hoy han devenido en pasivo” (Bauman). Prima la variabilidad para cambiar de enfoque, de trayecto o variable, sin coste alguno, sin lamentación o reproche, el cambio permanente, incluso disruptivo, es la norma, en este entorno nada es fiable, creíble, definitivo, sólo confían en el presente, en lo que les viene dado, no en un futuro esperanzador que le redima de un pasado de sacrificio, prefieren vivir un presente redimido, en el futuro ya veremos que ocurre. La vida se construye paso a paso, día a día, sin afán de controlar o planificar, y sin juramento de lealtad a fidelidad a nada o a nadie para toda la vida.
Así la práctica del arte de vivir de nuestros hijos consiste en convertir la vida propia en una obra de arte, equivale en nuestro mundo moderno líquido a estar en un estado de transformación permanente, a redefinirse perpetuamente a uno mismo mediante el proceso de llegar a ser otro personaje distinto del que ha sido hasta ahora. Los niños y jóvenes se convierten en actores mutables del teatro de la vida líquida, cambian de papel, de obra y de escenario según les convenga o el reparto lo exija, se transforman como “ave fénix” , aparecen u desaparecen pero ésta vez convertidos en otro actor, otra persona “y convertirse en otra persona implica dejar de ser lo que ha sido, romper sacudirse el molde de nuestra forma anterior, como hace una serpiente con su vieja piel o un crustáceo con su caparazón: rechazando y esperando erradicar de la memoria, una tras otra, las imágenes o las personalidades ya usadas, desgastadas, que no quedan apretadas o que ya no satisfacen tal como las vemos...” (Bauman).
Los adultos no comprendemos el arte de vivir de los niños y jóvenes actuales, es más, de común nos irrita, nuestra vida se ha desarrollado sujeta a unos patrones sociales sólidos, estables e inmutables, nuestra vida quedaba determinada en gran medida antes de nacer, y se modelaba a través de las familias y las escuelas, así nuestro destino estaba prefijado desde nuestro nacimiento. Nuestra vida se configuraba como un proyecto vital determinado, preciso y pautado. Nuestra infancia se alargaba y se vivía apegada a la naturaleza y al contexto local más próximo, la adolescencia se acortaba y se asumían responsabilidades de forma temprana, la formación y el conocimiento se concebían como un patrimonio personal vitalicio fuente de bienestar y desarrollo económico futuro. Todo nuestro recurrido infantil y juvenil se planteaba como una inversión a largo plazo, para “llegar a ser un hombre de provecho”, y ello justificaba la disciplina, el esfuerzo y la confianza en un futuro benefactor que se  proyectaba sobre el presente de una forma directiva y aplastante. Todo esto se ha desvanecido en la vida de nuestros hijos. Ya nada es ni será así, el presente sólo es garantía del propio presente, nunca del futuro. Y en dos generaciones sucesivas debemos de administrar el brusco desencuentro, padres de niños y adolescentes que han vivido restricciones, esfuerzos y permanentes dilaciones de cara a un futuro salvador, nos vemos en la obligación de educar a niños y jóvenes que vislumbran un futuro incierto, complejo y cambiante que no les preocupa en absoluto, en verdad no tiene sentido, porque sencillamente desconocemos que sucederá. Las bases de la incomprensión y del desajuste quedan definidas, el arte de vivir de los padres y sus hijos es muy dispar han corrido un discurrir divergentes, nosotros nos preparábamos y esforzábamos para el futuro, ellos viven prendido el presente, y disfrutan del instante. Igualmente los referentes éticos y los valores son diversos, pero sobre esto volveremos en otro momento. Y en todo caso, el esfuerzo de comprensión y adaptación recae en los primeros sobre los segundos, los niños no pueden ajustar su arte de vida a planteamientos anacrónicos y desfasados, y empeñarnos en educarlos en función de nuestra experiencia de vida, tan desigual a su entorno y ambiente líquido y ante un futuro incierto es inocuo. A nosotros no nos queda más que confiar que su actitud y su arte de vivir del presente les permita estar mejor preparado para encarar las incertidumbres de un porvenir elástico.


Volver a la Portada de Logo Paperblog