Revista En Femenino

El futuro

Por Mamaenalemania
Las madres, ese colectivo de seres sobrehormonados y forzados a la vida trasnochativa, tenemos una preocupante tendencia a fantasear con el porvenir de los retoños que a bien hemos tenido parir.
Por lo general nuestras espectativas suelen ser sencillas y limitarse al ámbito de lo cotidiano, como podría ser, por ejemplo, que duerman de un tirón - koñen ya -, que se coman la coliflor o que aprendan a limpiarse el culo solos.
Ahí es nada.
Obviamente, hay progenitoras que, ya sea por desesperación o porque supuran ingeniudad, tienen la mira más larga y ambicionan grandes cosas para sus infantes.
Las primeras visualizan varias veces al día ese preciso momento en el que el último polluelo, cargado con sus enseres más queridos y una incipiente barba, abandona el hogar paterno para volver sólo de visita. Las segundas, en cambio, se imaginan ya alardeando de hijo cirujano, explorador o tronista (que digo yo que estas, como las meigas, haberlas haylas ¿no?).
Como bien habrán deducido ustedes, yo acostumbro a incluirme en el grupo de las primeras y procuro no malgastar las pocas neuronas que me quedan adivinando el futuro de mis rorros.
A esto contribuye bastante la indecisión del Mayor, no les voy a engañar, que lo mismo un día me dice que quiere ser médico y al siguiente que le tira más la caballería medieval. O la academia de policía. O el diseño de modas. O la piratería tradicional.
Entenderán pues que, con este panorama, cuando Destroyer me comunicó su decisión irrevocable y definitiva de convertirse en entrenador de alefines, no le hiciese mucho caso. Pensando que sería cosa de unas horas, un día a lo sumo, preferí no arruinarle la ilusión al crío y mantenerme amorosa y alentadora. Lo que tu digas, mi amor, claro que sí, entrenador de delfines.
Con lo que no conté, señores, es con la cabezonería del rubiales y su creatividad a raudales.
¿Cuándo me llevas a entrenar alefines, mami? ¿Podemos comprar un alefín para casa, mami? Ha sido mi cruz durante los últimos días. Y no porque el niño haya estado pesado - que también - sino porque esa desazón que padecemos las madres cuando nos sabemos incapaces de contribuir lo más mínimo a una ilusión de lo más inocente, me traía por el camino de la amargura.
 Explicarle a un mocoso de casi cuatro años que la fauna acuática de los lagos teutones carece de glamour y que tendrá que esperar unos años para mudarse a Valencia no es fácil. Aunque, si les soy sincera, ha sido muchísimo más difícil controlarme esta tarde.
Confieso que ya me extrañó su repentino interés por el aseo diario. Y que su ofrecimiento para preparar el baño él solito me resultó de lo más sospechoso.
Los gritos del pequeño apremiándonos a subir y descubrir el motivo del jolgorioso chapoteo de su hermano, esos sí, me confirmaron que algo terrible estaba sucediendo en mi bañera. Mas por Gott les juro que nunca presentí encontrarme a Destroyer resarciendo sus frustraciones profesionales con esto:
El futuro
No quieran saber el ajco que he pasado repescando los minibatracios del Mayor y lo ridícula que me he sentido consolando al mismo por las cuatro bajas que ha sufrido su cuadrilla.
A Destroyer mañana mismo le compro un cojonito y le empiezo a insinuar las bondades de la vida en granja. He dicho.

Volver a la Portada de Logo Paperblog