Revista Diario

El niño sándwich

Por Mamaenalemania
Que los alemanes son súper formales está claro. Que esa formalidad les resta naturalidad también. Que la falta de naturalidad implica un sentido del humor atrofiado e infantil es lógicamente necesario.
A mí, personalmente, me gustan muchísimo el sarcasmo y la ironía, lo cual implica que tengo facilidad para ser cruel pero “graciosa” para escándalo – y diversión, todo hay que decirlo – de mis padres políticos. Con mis cuñadas hay que tener más cuidado porque son muy sensibles. Sobre todo con la mediana.
Yo sólo tengo una hermana. Por supuesto que ha habido diferencias en trato y educación por parte de mis padres. Yo soy la mayor y ella la pequeña. Ella ha pagado muchos errores míos pero a la vez ha disfrutado de muchas libertades que yo me he tenido que trabajar a base de tragar infinidad de broncas. O sea, que tengo una base empírica por la que más o menos guiarme o evitar sobre cómo tratar a un hijo mayor y a un hijo pequeño. Lo que me confunde más es el cómo tratar al mediano, al niño sándwich.
El caso es que el otro día estaba yo haciéndole carantoñas al pequeño (que en noviembre se convertirá en el mediano) y diciéndole esas chorradas empalagosas que toda madre le dice a su hijo. Entre ellas, se me ocurrió llamarle “mi sandwichito” por lo que mi marido, raudo y veloz, vino a poner puntos sobre las íes. O sea, que eso no se le puede decir al niño, que se va a traumatizar, que no tiene ninguna gracia blablablá.
Yo me quedé un poco sorprendida, la verdad. Sé que mi cuñada la mediana es bastante… ¿Especial? ¿Sensible? Y uno de mis objetivos principales es que mi sandwichito no acabé así. Dándole vueltas al asunto, devanándome los sesos sobre si eso realmente podría ser traumático para el niño o crearle algún tipo de recelo familiar, me di cuenta de que no. En absoluto. Todo lo contrario.
Lo digo y lo repito miles de veces: a las cosas hay que darle la importancia que tienen.
Si intento ocultar el hecho obvio (e indiscutible) de que mi hijo mediano es el mediano, le estoy dando a ese hecho más importancia de la que tiene y transmitiéndole precisamente lo que no quiero: que tenga algún problema o complejo por serlo. Si en cambio le quito importancia al tema y le llamo con todo mi amor “mi sandwichito” se lo tomará como lo que es: que ha nacido el segundo, punto pelota, y que no tiene mayor importancia. Digo yo ¿no?
Sobre todo teniendo en cuenta que lo que mis suegros han hecho tooooda la vida (y siguen haciendo) con su sándwich es todo lo contrario. Le dan una importancia a la “igualdad” (no se me ocurre otra palabra) que resulta enfermiza.
Por ejemplo: El año pasado mi suegra cumplió 60 y organizó una fiesta por todo lo alto, con invitaciones incluidas. Las invitaciones debían de llevar foto, así que nos pusimos todos a buscar una bonita y entrañable. Había una perfecta: Mi suegra, mi sobrina y mi hijo, los tres llevando una carretilla (mi pequeñín no había nacido todavía). Pues no, esa foto no se puede porque se ofende la que se ofende. Os preguntaréis si tiene hijos. No tiene. Razón por la cual no entendía yo por qué habría de enfadarse. Pero nada, al final eligieron un paisaje nevado. Igualmente nadie puede dormir en su antigua habitación (que sigue intacta, no como las otras), ni los niños pueden jugar con sus juguetes de cuando era pequeña y que allí están muertos de risa…etc.
Y todo esto amparado y fomentado por mis suegros, que es lo que más enferma me pone. No entiendo por qué no le dan a esas chorradas la importancia que tienen, o sea, ninguna, porque ya me diréis vosotros si no es de falta de hervor que con casi 30 años te importe que tus sobrinos cojan lo que queda de tu lego roto de cuando eras pequeña.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog