Revista Diario

¿Está hablando de mi hijo?

Por Mamaenalemania

Mi hijo mayor siempre ha sido, en mi opinión, un chicazo y además muy movido. Vamos, que yo lo llamo en plan de broma mi “personal trainer” así que os podéis imaginar lo que se mueve él y lo que me tengo que mover yo detrás.


A pesar de ser como un camionero auténtico, o sea, masculino y bruto a más no poder, es un niño muy sensible y cariñoso. Desde pequeño y desde antes de que naciese su hermano, le han llamado mucho la atención los bebés y ha sabido instintivamente que hay que tener cuidado con ellos.


Sin querer queriendo (y para horror de mi padre), le hemos educado (y seguimos haciéndolo) bastante fuera de los estereotipos aceptados y celebrados de masculinidad: Además de camiones, tractores, pelotas y demás (pero nada de armas, eso sí), tiene un par de muñecos con ropita y cuna, una cocinita, una tienda, una plancha (que le encanta y yo ya me estoy frotando las manos para cuando quiera pasar a la plancha auténtica, que yo odio)…etc. Supongo que que su padre sea muy colaborador en casa, ayuda bastante: le ve cocinar, ordenar, limpiar aquí y allá, tender la ropa, poner una lavadora, ocuparse del pequeño… Y el niño pues está encantado tanto de ayudar en casa como de ayudar fuera de ella (cortar leña, ocuparse de la presa, podar árboles y demás tareas más “masculinas”, por así decirlo).


Aún así, yo siempre había pensado que mi hijo era un chicazo en toda regla. Hasta ayer.


Ayer tuvo su primera fiesta de cumpleaños. De Yusuf.


Yusuf es también un chicazo, pero en toda regla de verdad. Para su padre (como para el mío) no es concebible que un niño tenga muñecos que no sean de Spiderman o le guste jugar a las cocinitas en vez de boxear. Para el padre de Yusuf y para los padres de los demás niños invitados al cumpleaños (sólo fueron chicos).


Cuando mi marido fue a recoger al niño, la madre de Yusuf le espetó que qué gozada de niño, que qué tranquilo es, que se había pasado casi toda la tarde con ella ayudándola con el bebé (una niña 1 mes más pequeña que su hermano), jugando con ella y demás. Los demás niños, en cambio, estaban explotando su faceta gremlin al máximo (sobre todo teniendo en cuenta que llovía y hacía un frío de mil demonios y se tuvieron que pasar toda la tarde metidos en la casa).


Cuando mi marido me dio el parte no daba crédito… ¿Mi hijo tranquilo?


Pues sí, resulta que, en comparación con los demás, lo es. O más bien sabe que tiene derecho a serlo. Supongo que lo que ocurrió es que el niño, que no está acostumbrado a que le estén animando constantemente a boxear, jugar al Spiderman malo (que no sabe ni quién es, por otro lado), a disparar con bazucas y demás, se sintiese un poco agobiado con tanto trajín testosterónico y se refugiase en actividades más tranquilas con la madre de Yusuf.


La madre de Yusuf estaba encantada y el padre, pues bueno, pensaría que mi hijo es un blandengue y un poco nenaza, pero no dijo nada. Por mi parte, me llevé una grata sorpresa y mi marido otra, que es lo importante al fin y al cabo. Porque, digo yo que si lo que quiero es que mi hijo sea un “hombre de hoy” (sensible, respetuoso, colaborador y apañado), tendrá que aprender a serlo desde pequeño, ¿no? Si se pasa su infancia pensando que a más macho, más duro, más violento y más bruto mejor, ¿cómo se supone que de mayor va a dejar de ser así de golpe? ¿Qué tendrá que ver masculinidad con agresividad, violencia o machismo?


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