Revista Cultura y Ocio

Estoy vivo. tve1

Por Orlando Tunnermann

“ESTOY VIVOTVE1
COMENTADA POR ORLANDO TÜNNERMANNWWW.EL-HOTEL-DE-LAS-ALMAS-PERDIDAS.BLOGSPOT.COM
(ENTRETENIDA, ORIGINAL, CÓMICA, DRAMÁTICA Y PARANORMAL)
ESTOY VIVO. TVE1 JAVIER GUTIÉRREZ, ALEJO SAURAS Y ANNA CASTILLO (IMAGEN)
La creatividad, cuando conlleva singularidad, innovación, originalidad, un “golpe de estado” en toda regla en un panorama televisivo y cinematográfico hastiado de aburrimiento por la redundancia de argumentos y tramas, manido, repetido como un eco atrapado en su propio mantra, cuando eso acaece, es sin lugar a dudas un espejismo, un hálito de aire fresco que viene a remover las aguas remansadas de esa abundancia de series y películas cuyas historias carecen de novedad y se conforman con ser simplemente meras réplicas contemporáneas de ideas originales muy antiguas.
Daniel Écija extrae de su chistera, coadyuvado (ayudado) por la dirección de Oriol Ferrer, un producto ambicioso y muy original que desde sus primeros balbuceos pretende fusionar en armoniosa cohabitación géneros tan dispares como la comedia, el drama y el surrealismo paranormal. Es un cóctel explosivo que necesita mucho metraje de cocción y hacen falta artesanos fogueados (experimentados) para manejar debidamente una exquisitez tan delicada. En el reparto, me encuentro con un elenco de actores soberbio que viene a ser poco menos que gran parte del aparato locomotor de nuestra industria cinematográfica y por ende, escénica. Actores de marchamo inveterado que se han ganado a pulso el privilegio de la fama y las glorias del éxito.
“Estoy vivo” cuenta con el andamiaje y engranaje perfecto para levantar un bastión de solidez inexpugnable: actores mayúsculos, un argumento singular y un ensamblaje audaz y novedoso que sorprende y que se adentra sin temor en los cuasi ignotos (“desconocidos”) páramos de la comedia paranormal.
La serie que TVE1 emite todos los jueves a las 22:40 nos presenta la historia del inspector Andrés Vargas (ROBERTO ÁLAMO), “caído en combate” tras un fatídico encuentro con la muerte a manos de un psicópata sin escrúpulos: “El carnicero de Medianoche”. El hilo de la cotidianidad se rompe de manera rocambolesca y surrealista cuando el finado retorna al mundo de las alegrías y las penas humanas en el cuerpo de otro agente de policía, Manuel Márquez, a quien da vida el inefable Javier Gutiérrez, merecido ganador de un Goya, al igual que sus compañeros de reparto, Anna Castillo y Roberto Álamo.
La vida de Vargas será a partir de ese instante crucial como un híbrido cómico-trágico: una mente pletórica de recuerdos y un cuerpo desconocido como carcasa del alma que atesora emociones y vivencias de una existencia “reseteada” y un rostro que se asoma al espejo para examinar al forastero del reflejo.
Usando términos gastronómicos, la mesa ya está puesta y los ágapes servidos. Ingredientes de las mejores calidades recolectados por toda nuestra geografía. Cristina Plazas (Laura) jamás defrauda y está excelsa en su rol de viuda desconsolada en la presentación de la serie en el episodio que abre el telón. Domina a la perfección la emoción; de ello dio sobradas muestras en aquel drama penitenciario de “Vis a vis”. Acostumbrado me tiene también a derrochar ovaciones el inefable Javier Gutiérrez (Manuel/Vargas), dando rienda suelta a sus arranques únicos de humor y al gran actor polifacético que lleva dentro, un actor todoterreno que siempre refulge (destella) por ardua que sea la tarea en ciernes. Javier atrapa a la perfección la esencia necesaria que precisa su personaje: desconcierto, aturdimiento y una paciencia infinita para soportar al “pelmazo” de “El enlace” (Alejo Sauras), un divertidísimo y singular emisario del más allá incognoscible que ayudará a Vargas a asimilar su “nueva situación”, con tal devoción que ni el santo Job soportaría sin perder el “oremus”, como dicen con abnegada recurrencia en el folletín diario de TVE1 “Acacias 38”. Mención especial para Anna Castillo, un portento sobrenatural a quien ya tuve el placer de ver sobre un escenario en la función teatral “La Pilarcita”. La hija del fallecido Vargas hace uso de su habitual desparpajo interpretativo y sobrecoge el corazón cuando se deshace en mil pedazos en el primer episodio al conocer la fatídica suerte de su progenitor poco después de una trifulca filio paternal de órdago. Anna es una fuerza de la naturaleza, es una fuente natural. Inmenso siempre Roberto Álamo, con esa intensidad primigenia suya retenida en un rostro benevolente y fisonomía de luchador. Me gusta y puede dar mucho juego la rivalidad entre Vargas y David, interpretado por Alfonso Bassave; un tipo de modales canallas y gusto por la trapisonda (bulla, riñas, peleas), recogiendo nuevamente un ápice de aquel punto “borde integral” y antipático insoportable de aquella maravillosa “La pecera de Eva”.
En fin, un dechado de virtudes prodigado por gente de renombre y aptitudes más que asombrosas de la talla de la gran dama de los escenarios por antonomasia, Julia Gutiérrez Caba, Fele Martínez, Goizalde Núñez, o Jesús Castejón… ¿Se puede pedir más?
Para concluir, un apunte sobre el segundo episodio: se afianza mi fe absoluta en esta serie que cuenta, como decía antes, con los ingredientes necesarios para llevar a cabo trabajos inefables.
Lo que más me gusta: el elenco protagonista, la innovación de la trama. Javier Gutiérrez, deslizándose entre el intimismo de los recuerdos que afloran dolorosos y la comedia. Deslizándose entre la chanza y la angustia como si fuera algo espontáneo y sencillo.
Lo que menos me gusta, podría ser su talón de Aquiles: no me convence la iluminación, los colores apagados, los colores mates, los claroscuros, esos tonos casi desvaídos que me recuerdan a las producciones añejas de los años 70. No se debe obviar que los colores, las luces y sombras, inciden directamente sobre las emociones. Nos inducen a la alegría o a la melancolía, a que nuestra expresión se torne luminosa o adusta. Por lo demás, una apuesta muy bienvenida que cuenta ya con toda mi atención.

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