Revista Diario

Huelga

Por Mamaenalemania
Estoy en huelga.
Desde ayer y hasta que el pequeño ande.
En huelga materno-textil, se entiende.
Yo no sé si es que mi hijo mayor estuvo sobreestimulado o es que el pequeño está infraestimulado. Un poco de las dos cosas, me imagino.
Es injusto, lo sé. Ni le canto constantemente, ni me tiro horas enseñándole a hacer torres, ni estoy 15 min. para cambiarle cada pañal porque me entretengo haciéndole pedorretas en la tripa, ni hacemos ejercicios para fortalecer las piernas.
No es que no quiera hacerlo, es que no puedo.
No puedo cantarle tanto porque también tengo que mantener conversaciones trascendentales continuas con el mayor (“¿por qué no tienes pito?” “¿a qué huelen las nubes?” "¿cómo ha metido papá al hermanito en tu tripa?"). No puedo estar horas construyendo torres porque también tengo que jugar al fútbol con el mayor, o leerle un cuento, o hacerle trampas al dominó. No puedo entretenerme con pedorretas 15 min. mientras le cambio cada pañal porque el mayor se me escapa a la casa del vecino, o roba todos los petit suisse o decide que puede montar en bici sin manos y/o sin pies. Tampoco puedo hacer ejercicios para fortalecerle las piernas porque me quedan 9 semanas para dar a luz y ya me ha dicho el ginecólogo que cuidadín con el peso que cargo, no vaya a tener que anunciar (y usar) Teena Lady dentro de unos años.
Las 4 horas que tenemos para nosotros solos por las mañanas, tampoco puedo emplearlas en estimulación temprana. 4 horas no dan para casi nada si hay que recoger la leonera, ir a la compra, hacer la comida, poner lavadoras y demás tareas relajantes, entretenidísimas y absolutamente necesarias para que la casa funcione o parezca que lo haga.
Muchas de las habilidades mono-de-feria que ha aprendido no son mérito mío, sino de él solito.
Hombre, tampoco es que no esté estimulado del todo. No sabrá cantar la vaca lechera, pero sabrá hacer unas albóndigas, la lista de la compra o poner una lavadora mucho antes que su hermano.
De momento, eso sí, el niño no anda.
No es que importe en lo que a desarrollo motriz se refiere. Hay niños que aprenden antes (su hermano) y otros más tarde y, que yo sepa, los primeros no son ni más guapos, ni más listos, ni más nada.
Hay que respetar el ritmo del niño y esas cosas. Una de esas cosas (aparte de su ritmo), he decidido que sea la economía familiar. Porque es que no puede ser que al tercer día de gateo desenfrenado los pantalones del niño parezcan una donación de la Cruz Roja, o muy modernos-de-los-que-se-llevan-ahora, como dice la abuelita que vive en la casa de al lado.
Y ya llevamos 5 pantalones. Los que se va a estar poniendo hasta que ande. Aquellos que todavía conservan las rodillas intactas (por estar sin estrenar) están reservados hasta que se le pueda llamar bípedo de verdad.
“¡Menudos pantalones que llevas!” es la frase que más le han dicho al pobre esta última semana. Se la dicen a él diciéndomela a mí, claro, como si el niño con un año tuviese algún ídolo macarra en la MTV. Pero no me apean de la burra, como quien dice, y que me toquen mucho la moral que soy capaz de comprarle un par de camisetas de esas rockeras para bebés que han sacado en H&M; y hacerme la moderna definitivamente.

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