Revista Arte

La otra ciudad

Por Felipe Santos
La otra ciudadEl Teatro Real de Madrid rescata Street Scene, de Kurt Weill, la obra maestra que revolucionó el teatro musical norteamericano

En Manhattan habitan dos ciudades diferentes. Una se precipita por las grandes avenidas, la de los teatros de Broadway y las tiendas de Madison o la Quinta. La otra ciudad se avecinda al doblar la esquina en una de sus muchas calles perpendiculares. El ruido se disipa y, en comparación, resulta más tranquila, pero más oscura. La vida de los apartamentos transcurre entre miradas furtivas, como en los cuadros de Hopper. Es la ciudad de las calles húmedas, los pequeños comercios y los crímenes.

Kurt Weill se encontró con estas dos ciudades cuando llegó en septiembre de 1935. Ese mes se estrenaba Porgy and Bess. En Broadway se abordaban muy de vez en cuando musicales ambiciosos. Hasta esta ópera de Gershwin, el único intento había sido Show Boat, de Hammerstein II y Kern, en 1927. Weill llegó en un momento propicio para abrir las costuras del teatro musical y hermanar lo popular con el refinamiento estético. Los productores recelaban porque su famosa Die Dreigroschenoper (La ópera de los cuatro cuartos), la que ideó con Bertolt Brecht, había sido un fracaso cuando se estrenó en la ciudad. Pero pronto comprobaron que había venido a algo más: a construir un género que empezó con Johnny Johnson (1936), siguió con The Eternal Road (1937) -escrita por Franz Werfel y dirigida por Max Rheinhardt, nada menos-, Knickerbocker Holiday (1938) -que desvelaría la célebre canción September Song-, Lady in the Dark (1941) -con un catálogo de canciones escrito por Ira Gershwin- hasta llegar a Street Scene (1943).

Esta obra transcurre en esa otra ciudad, la de las callejuelas alejadas de las luces y el glamour de las grandes avenidas. Ese mundo estaba ahí cerca, al doblar la esquina, tan lejano como los sueños y frustraciones de los personajes que se proyectan de generación en generación. La que ocupa el escenario podría ser una de esas calles de "la más temeraria, ambiciosa, confusa, cómica, triste, fría y humana de todas las ciudades", como la describió Maeve Brenan. El sol calienta, los niños duermen, el aire puede palparse y en la soledad de la gran urbe se cuecen a fuego lento las pasiones. "Sólo hay crímenes en los periódicos capitalistas", observa uno de los personajes, como si tal cosa fuera una pieza más del engranaje de un sistema implacable. En medio de la miseria y los desahucios, quedaba un tiempo para la murmuración y ese grandioso espectáculo que consiste en recrearse con las vidas de los demás.

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Foto: Javier del Real

Publicado por Felipe Santos

La otra ciudad

Felipe Santos (Barcelona, 1970) es periodista. Escribe sobre música, teatro y literatura para varias publicaciones culturales. Gran parte de sus colaboraciones pueden encontrarse en el blog "El último remolino". Ver todas las entradas de Felipe Santos


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