Revista Diario

Menudo susto...

Por Mamaenalemania
Ayer tuvimos uno de esos episodios que, gracias a Dios, no son muy frecuentes en nuestras vidas, aunque tengo que reconocer, a mi pesar, que muchas veces suele ser por los pelos.
Después de una noche toledana y un día agotador con los niños, fuimos a buscar a mi marido al trabajo para ir todos juntos a una tienda de productos alimenticios que hay en un pueblo cercano (10 km.) en la que tienen uno yogures con los que lloras a la primera cucharada por la pena que te da que se vaya a acabar.
Cuando llegamos al molino, mi marido nos estaba esperando ya así que, sin apagar el motor, me pasé al asiento del copiloto y le dejé conducir a él. Al llegar a la tienda, se bajaron mi marido y mi hijo mayor a toda velocidad y se metieron dentro. Yo estaba terminando de cambiar la tarjeta del móvil porque el mío está roto y esperaba una llamada importante. El caso es que al bajarme, no me preguntéis qué paso por mi cabeza en ese momento, cerré el pestillo automático con la mano y empujé la puerta.
En el mismo momento que oí el “click” me di cuenta de que el pequeño seguía dentro del coche (medio dormido) y que las llaves colgaban del contacto. Casi me da algo, pero pensé “Bueno, mi marido tiene otro juego” así que corrí como una loca a la tienda para pedírselo. Cuando le dije a mi marido que me diese sus llaves, que las mías se habían quedado dentro y el niño también, me miró con cara de nopuedeser y me dijo “las mías están en mi chaqueta, que también está dentro del coche”. En ese momento sí que me dio algo… Vamos, tal cual me puse a llorar del agobio/estrés/sentimiento de culpabilidad o lo que sea.
Cuando me vio en ese estado me dijo que me tranquilizase, que el coche no estaba al sol (y no hacía calor, que esto es Alemania) y que a lo peor, se rompía la ventana y santas pascuas. Yo ya me iba directa a buscar una piedra cuando me dijo “ni de Koñen, te esperas un momento con los niños que hay un taller al final de esta calle y voy a ver si nos pueden echar una mano”.
Como el niño seguía tranquilo (despierto ya, pero tranquilo) accedí y me quedé allí al lado de la ventana con el mayor esperando a que volviese.
Por supuesto, en cuanto mi marido se perdió por la lejanía el pequeño se empezó a impacientar y a llorar. Mi hijo mayor y yo nos pusimos a cantar, bailar, hacer cucútatá, saltar, enseñarle cosas a través del cristal y demás para que se distrajese (que la gente que pasaba debía pensar que éramos subnormales o de alguna secta que debería de estar prohibida), pero el niño a medida que pasaban los minutos se iba aburriendo de nuestras chorradas y volvía a llorar, hasta que llegó un momento en el directamente ignoró nuestros intentos circenses y se concentró en su llanto desesperado. El mayor, que no entendía qué pasaba, por qué su madre hacía el mono y al mismo tiempo lloraba, se empezó a aburrir, claro, y ahí que decidió irse de exploración: se iba a la carretera (desértica de coches pero no de tractores gigantes a lo Mad Max que cogen unas velocidades de miedo), se metía en la tienda y salía con un carrito lleno de yogures (y la dependienta detrás, claro) y yo mientras que no sabía qué más podía hacer… aparte de romper la ventana y sacar a mi bebé de allí, lleno de lágrimas, mocos, rojo y con la nariz perlada de sudor.
Mi hijo mayor, que es muy sociable (a veces demasiado) hablaba con todo el que entraba y salía de la tienda:
- Tú también tienes un bebé?
- Mmmm… No.
- Yo sí, está ahí en el coche, no puede salir.
Y la gente ponía su típica cara de limón-reproche-alemán. Pero ayuda no ofrecían, eso no.
Ya habían pasado unos 20 min. y mi marido seguía sin venir. No había rastro de él por ninguna parte y, por supuesto, no llevaba móvil encima, así que cogí al siguiente señor que salió de la tienda y le dije que hiciese el favor de pedalear dirección al taller y buscase a mi marido. Todo esto con el bebé histérico llorando en el coche, el mayor retenido por la fuerza para que no se fuese a la carretera y yo con cara de madre-desesperada-lagrimillas-en-los-ojos. Pues el tío, encima, se quería escaquear!! Me dice “Señora, no conozco a su marido”. Con un par. En ese momento me salió la vena échale-morro y en- España-mandamos-las-mujeres y no le di opción: “Ya sé que no le conoce, hombre, pero lleva un jersey azul marino y se llama David. Le dice usted, haga el favor, que o viene ahora mismo o rompo el cristal.Ale, pedaleando que es gerundio.” (creo recordar que incluso le coloqué la bici en dirección al taller, pero no estoy segura).
Tenía ya piedra y ventana elegida, sólo me quedaba saber cómo iba a golpear para no cortarme toda la mano (que lo que nos faltaba después de eso era tener que ir corriendo al hospital con una embarazada histérica y manca), cuando apareció mi marido en un coche de ADAC (que debe ser como el RACE en España). Tan tranquilos los dos. Y encima me dice cuando se baja “tranquilízate mujer, que no ha pasado ni media hora…”. Claro cachondo, me llego a ir yo y te quedas tú solo aquí con el niño berreando y sudando como un pollo y el otro haciendo de las suyas y te da un ataque.
El señor de ADAC se puso a sacar sus herramientas con una parsimonia que sólo aumentaba mi estado histérico y ahí que se tomó su tiempo para abrir el coche. Vale que no tardó más de 5 min. pero yo no entiendo cómo podía estar ahí tan tranquilo, cuando estaba viendo el percal que tenía delante.
En cuanto oí el “click” de nuevo juro que volví a nacer. Y el niño se calló como por arte de magia. Ahí que le saqué corriendo y me lo llevé a la tienda a por agua (porque por supuesto que también se nos había olvidado el biberón).
Lleva desde ayer siendo el rey indiscutible de la casa, aunque él mismo no entienda muy bien por qué. Y de momento, y hasta dentro de mucho, ha quedado terminantemente prohibido dejar las llaves en el contacto o dentro del coche por cualquier motivo. Y cerrarlo, so peligro que nos lo roben...

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