Revista Cultura y Ocio

Nada, absolutamente nada, justifica el asesinato de niños

Publicado el 14 julio 2014 por Benjamín Recacha García @brecacha

 

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“Víctimas de un genocidio convertidos en genocidas. Mundo de mierda. No hay nada, absolutamente nada, que justifique el asesinato de niños.”

La reflexión no es mía, pero apuesto a que es la misma que hemos hecho muchos durante estos días, y que, lamentablemente, seguiremos haciendo en los próximos, puesto que no tiene pinta que el gobierno de Israel vaya a detener a corto plazo la destrucción del territorio palestino, sino más bien todo lo contrario.

He elegido para comenzar este post el pensamiento que el escritor y periodista palmero Ramón Betancor compartió el jueves en Facebook porque me parece que debería ser la idea que abriera cualquier discusión sobre el conflicto en Oriente Medio: nada, absolutamente nada, justifica el asesinato de niños, sean de donde sean, y sean sus padres quienes sean. Ni aun en el caso de que todos los niños muertos por las bombas israelíes fueran hijos de terroristas despiadados (que no es el caso) su asesinato sería admisible. Creo que toda persona decente admitirá este planteamiento básico. 

No voy a hablar sobre las razones que explican el conflicto enquistado entre Israel y Palestina. No tengo los conocimientos históricos ni sociológicos para ello. Si buscáis por la red encontraréis montones de artículos interesantes, como ‘Gaza, ¿dónde están las personas?’, del periodista Ramón Lobo en Infolibre; ‘Operación margen defensivo: Israel prosigue su política de genocidio en Gaza’, del escritor Rafael Narbona; o ‘Palestina y los dioses asesinos’, de la bloguera Verónica Barcina, una de mis referencias principales para el análisis de la actualidad política y social.

No rechazo el derecho de Israel a defenderse. Entiendo que no debe ser muy cómodo vivir bajo la amenaza constante de los cohetes que lanza Hamás desde Gaza. Lo que pasa es que las sofisticadísimas defensas israelíes acaban neutralizando la práctica totalidad de los proyectiles y, afortunadamente, en este nuevo episodio bélico de momento no hay víctimas mortales israelíes.

Ahora bien, si cambiamos de escenario el panorama es el radicalmente opuesto. En Gaza las bombas israelíes lo destruyen todo sin piedad, incluyendo a niños inocentes. La operación militar se justifica, según el gobierno hebreo, en el secuestro y asesinato por parte de Hamás (organización considerada terrorista que, sin embargo, gobierna en Palestina junto a Al-Fatah, partido del presidente Mahmud Abbas), de tres jóvenes israelíes que hacían autostop en la franja de Gaza. Poco importa que el gobierno palestino condenara los hechos y que Hamás (que no oculta su objetivo fundacional de destruir el estado de Israel) negara su intervención.

La verdad es que visto desde la distancia tiene pinta de que el asesinato de los jóvenes ha venido de perlas al gobierno de Benjamín Netanyahu (en el artículo de Rafael Narbona encontraréis todos los detalles) para lanzar una de sus recurrentes operaciones de aniquilación. Nada importa a los radicales hebreos que mueran niños. Reivindican su derecho a la defensa y responsabilizan de las víctimas civiles (la gran mayoría de las totales) a Hamás, que según ellos utilizan a mujeres y niños como escudos humanos.

Reitero la idea inicial: no hay nada, absolutamente nada, que justifique el asesinato de niños.

Entre mis contactos en redes sociales hay un bloguero israelí, Leonardo Berenstein. Vive en Israel y durante estos días convive como muchos de sus compatriotas con las alarmas que advierten a diario de los cohetes de Hamás. El sábado compartió una reflexión en Facebook que me parece interesante porque creo que debe reflejar el pensamiento de buena parte de la población del país. Lo hizo en inglés, así que traduciré su escrito:

“Gaza envía desinformación al mundo entero; quieren aparecer como mártires, como pobre e inocente gente que vive bajo la injustificable opresión del demonio Israel. Pero la verdad es que ellos, Hamás, tienen a su gente bajo opresión. Ellos, Hamás, usan a su propio pueblo, civiles, como escudos humanos. Ellos, Hamás, son cobardes, un puñado de cobardes llenos de odio. Mientras Israel defiende a su propio pueblo. No hay muchos daños en los civiles israelíes porque tenemos una muy buena protección.

Nuestra historia es muy sangrienta y hemos cometido muchos errores, incluso mucha gente inocente murió por la mano de Israel, pero es hora de poner fin a este eterno conflicto, de empezar a escribir una nueva historia.

Tenemos un país aquí, mucha gente inocente, civiles, y no nos vamos a marchar. Así que, vamos, todos los que estáis a favor de Palestina. Os pido que penséis dos veces y que no caigáis bajo el lavado de cerebro de la televisión.

Es tiempo para la paz, un nuevo comienzo para Israel y Palestina”.

Teniendo en cuenta que se trata de la reflexión de alguien que es parte (involuntaria, sin duda) en el conflicto, me parece bastante honesta. Desde luego, para quienes no vivimos allí, las imágenes de esos niños destrozados difícilmente pueden ser consideradas como manipulación televisiva.

A mí me parece que en este conflicto existe un desequilibrio de fuerzas tan bestial que lo que está haciendo Israel en Gaza no se puede considerar de ningún modo “derecho a la defensa”. Gaza es lo más parecido a una gigantesca cárcel a cielo abierto. Sus habitantes carecen de derechos. Tratan de sobrevivir y poco más. Cuando el gobierno israelí decida que el castigo es suficiente tendrán que volver a tratar de reconstruir sus casas, como puedan, sin ayuda oficial, sin posibilidad de reclamar la reparación de los daños ni, desde luego, sin posibilidad alguna de reclamar justicia por los hijos, padres, hermanos, amigos aniquilados.

No me parece que esa realidad forme parte de un lavado de cerebro mediático. Yo no digo que los civiles israelíes tengan que aplaudir a Hamás, desde luego que no. Entiendo su inquietud y su miedo, y comprendo su deseo de que organizaciones como Hamás desaparezcan. Pero tengo la impresión de que son muy poco críticos con las operaciones militares de su gobierno. Me resulta incomprensible que puedan defender el asesinato de niños, por mucho que quieran engañarse a sí mismos, limpiarse la conciencia, etiquetándolos como escudos humanos. ¿Acaso las bombas que lanzan los aviones israelíes no pretenden destruir, matar? Los cohetes de Hamás también, por supuesto, y yo los condeno desde este minúsculo espacio. No quiero que haya ni una sola víctima civil israelí (un herido es el balance desde el inicio de los lanzamientos de cohetes), y me gustaría creer que la inmensa mayoría de la población hebrea desearía que no hubiera ni una sola víctima palestina más. También me gustaría creer que, como dice Leonardo Berenstein, la inmensa mayoría de la población israelí desea la paz, un nuevo tiempo de paz en el que israelíes y palestinos convivan en libertad y en igualdad de derechos.

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