Revista En Femenino

Nocturnos

Por Mamaenalemania
Cuando asumes que tu marido viaja, y mucho, acabas viéndole el lado bueno al asunto.
Además de poder ver tus series favoritas (sin tiros, bombas, ni trascendencia política), leer sin constantes interrupciones (“Hasssme casssso, anda” o “Apaga la lussss, que no puedo dorrrrmirrr” o las dos cosas a la vez), cenar cuando y lo que quieras o hablar horas por teléfono, lo más mejor de todo es… la cama.
140 cm. de ancho sólo para ti. Fresquitos, mullidos y silenciosos.
Por lo menos hasta medianoche. A esa hora más o menos empieza el tráfico nocturno. Pasitos en el pasillo anuncian al primer visitante.
Si se enciende la luz del baño y oyes la cadena, sabes que es el mayor, que te coge la mano nada más acomodarse a tu lado.
Si te dan un beso baboso y te tiran del edredón, sabes que es Destroyer, que se aposenta en mitad de la cama, te acaricia el pelito (manipulador) y te informa de su posición: “mami… ¿ca-mi-ta?... bezozzz” antes de volver a roncar.
Si se oye un grito estridente seguido de dos tandas de pasitos, sabes que es el del Rizo (el peor, créanme, que este va a dar para mucho) llamando a sus hermanos y negociando su transporte – con peluche incluido – a la cama grande. Un chop-chop uniforme anuncia su conformidad con la ubicación asignada al lado de su mami (que ya lleva medio culo fuera del lecho) y el lanzamiento del chupete su marmotizamiento inminente.
Tú te alegras de haber educado hijos independientes y organizados y de no tener que levantarte tropecientas veces por las noches.
O no.
Resulta que uno de esos días, a la santa madre de las criaturen, la invitaron a una cena. Una cena de españolas y latinas en Alemania, ubicadas todas cerca del mierdapueblo (en la que, contando las aventuras odontológicas de Destroyer, resultó ser reconocida por una (espero que) asidua lectora de este mein blog).
A una servidora le apetecía tanto la cena, que pensó que agotando a los niños durante todo el día y volviendo a una hora prudente, la recién llegada Au-Pair no tendría problema con ellos.
Un hueven.
A las 11 juro por Dios que me levanté para irme. Y a las 11:10, 11:15 y 11:20. A las 11:45 conseguí llegar al último “cigarro de despedida” y ya estábamos besuqueándonos todas para marcharnos, cuando mi móvil empezó a tocar salsa y en la pantalla apareció el temido “Ich Haus” (una que es así de simple).
Conseguí entender “mediano” “mucho” y “susto” y, pensando que Destroyer o había tenido una pesadilla o estaba armándola gorda al no haberme encontrado en mi puesto, corrí veloz a retomar el mando.
Al llegar a casa comprendí que la del susto, y mucho, era la Au-Pair y no el niño.
Con el monstruo del Rizo acomodado en sus brazos (chop-chop-no-me-inmuto-mientras-me-paseen) y el rubio saltando por mi cama, me comenta que al oír un grito estridente (el pequeño, of course) se levantó a ponerle el chupete y, al echar un vistazo a las otras camitas, se apercibió de la desaparición de Destroyer.
El pánico fue creciendo a medida que iba registrando las habitaciones, encendiendo las luces y llamando al niño… Cuando salió al jardín y tampoco le encontró, tentada estuvo de llamar a la policía. Me llamó a mí, gracias a Gott y, según colgaba el teléfono imaginándose al niño secuestrado (ahora entiende que probablemente a los 2 días lo devolverían), oyó un “¿ma-mi?” seguido de una cabecita rubia y desdentada asomándose desde… el trastero.
Qué hacía ahí, por qué no contestó a las llamadas o desde cuándo sabe bajar 2 pisos de puntillas y a oscuras, nunca lo sabremos.
Lo que sí sé, es que le voy a comprar la sábana fantasma y colgarle cascabeles hasta en las orejas. Y a la Au-Pair un valium.

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