Revista Cultura y Ocio

¿por qué no te callas? why dont you just shut up?

Por Orlando Tunnermann

¿POR QUÉ NO TE CALLAS? WHY DONT YOU JUST SHUT UP?
Una vez más ha consentido Adrián que el vendaval atrabiliario de su carácter arrase los muros y contrafuertes de la casa mediante una detonación de verborrea gratuita contra los gobernantes elegidos en las urnas. Paloma, que ya es experta en capear tornados y batallas, suspira resignada y espera paciente a que amaine la tormenta de exabruptos, mientras prepara un pastel de cabracho y le escucha bramar en soledad, rebanándole el pescuezo a la serenidad del hogar; la bendita calma balsámica de la que disfrutaba antes de que el ciclón de su perorata irrumpiera por la puerta. Con grandes aspavientos de trovador poetastro, a zancadas, conquista el sagrado reino de la cocina con la insalubre intención de involucrarla en su particular refriega contra el mundo. Paloma ni siquiera se gira para mirarle. A través de la ventana observa embebida la risueña inocencia de su hija Nerea, que ríe encantada persiguiendo y tratando de de apresar a unas gallinas muy revoltosas. Paloma asiente como una mucama sumisa y prosigue con sus menesteres culinarios, sin perder de vista al motivo de mayor felicidad de su vida gris y estancada, esa niña preciosa y juguetona que nunca cesa de soñar con duendes y hadas ocultos en las flores o acostados en las lomas acolchadas de las nubes. Paloma prefiere callar a destapar las cloacas hediondas de los tejemanejes de Adrián. Paloma sabe que quien tanto ladra y farfulla debiera sumirse en un silencio monacal. Denuesta su esposo a esos réprobos que escapan incólumes del mazo de la justicia, cuando él mismo pasea constantemente por el lado más oscuro de la indecencia. Facturas ilegales, artimañas sibilinas para sisarle al fisco, informes patrimoniales incompletos o irreales y una modesta plantilla de trabajadores que siguen laborando con lealtad y denuedo, pese a que hace meses que no cobran salario ni emolumento alguno. Adrián sigue mascullando, pero Paloma prefiere resguardarse, guarecerse en el plácido santuario de la cocina, morderse la lengua para no tener que espetarle:
"¿Por qué no te callas? Tú también eres culpable, eres como ellos. Y a mí me has convertido en cómplice forzosa de tu obscena inmoralidad.

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