Revista Opinión

Sandalias y galletas de chapapote

Publicado el 14 noviembre 2013 por Benjamín Recacha García @brecacha

 

Viñeta Ferran

La España políticamente correcta, la que viste de traje, da la mano de forma educada mientras con la otra te clava una cuchillada, censura sistemáticamente las expresiones antidemocráticas (entre las que incluye manifestaciones, huelgas y protestas antiestéticas) y acepta desde el respeto las decisiones judiciales (siempre que no sean contrarias a sus intereses), está escandalizada tras la “amenaza” del diputado catalán David Fernández al respetable ex ministro, ex banquero, ex director gerente del Fondo Monetario Internacional y actualmente consejero asesor de Telefónica, Rodrigo Rato. 

Durante su comparecencia en la (inútil, una más) comisión del Parlament para la investigación de la actuación de las cajas de ahorros durante la crisis, el diputado de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) mostró al respetable y trajeado Rato una sandalia como símbolo de indignación, recordándole el apoyo de su gobierno a la guerra en Irak (todos tenemos en la cabeza los zapatazos que George Bush esquivó en la rueda de prensa de despedida en Irak) y los abusos de los que ha sido cómplice para empobrecer a la población española. Le preguntó: “¿Tiene miedo?”, lo llamó “gángster” y se despidió de él con un ‘simpático’ “nos vemos en el infierno”. La prensa políticamente correcta y los políticos políticamente correctos, además obviamente de la ‘famiglia’ pepera, acusan a Fernández de matón, fascista y lindezas mucho peores. La verdad es que esas expresiones descontextualizadas suenan mal, pero si veis la escena completa comprobaréis que no es para tanto. Es más, comparto de cabo a rabo el discurso del diputado.

En ningún momento amenaza a Rato con lanzarle la sandalia ni el “¿tiene miedo?” está relacionado con esa posibilidad. En mi opinión merecería un objeto bastante más contundente, pero no, dejemos actuar a la justicia… … … Sí, esa misma justicia que ha determinado que la catástrofe del Prestige, que pringó de chapapote miles de kilómetros de costa gallega, fue obra del destino. Nadie tuvo la culpa. Nadie fue responsable de que un petrolero en condiciones lamentables se partiera en dos en el Atlántico vertiendo toda su carga. Once años después todo ha quedado en nada.

Poca esperanza tenía de que se fuera a hacer justicia viendo quiénes eran los acusados; ni un responsable político. Ni siquiera habrá indemnización para los miles de damnificados del desastre. El Ministerio Fiscal solicitaba casi 4.500 millones de euros. Ni uno. Aún recuerdo al actual embajador en Londres, Federico Trillo, entonces ministro de Defensa, asegurar sólo un mes después de la catástrofe que “las playas están limpias y esplendorosas, la visión es magnífica”, cuando miles de voluntarios trabajaban de sol a sol para limpiar el desastre. No hace falta que recuerde más declaraciones vergonzosas de los entonces responsables del gobierno, uno de los cuales, el de los “hilillos de plastilina”, es ahora presidente. Ni responsabilidades penales, ni civiles (han tardado poco desde el Ministerio Fiscal en advertir que abrir esta vía sería lento y costoso), ni, por supuesto, políticas.

La prensa afín al régimen salta de alegría con la sentencia. Celebran que no haya responsables de la tragedia con el mismo entusiasmo que despotrican del diputado de la CUP. Sin duda, tan trascendente es una cosa como la otra. En fin… La CUP es izquierda radical, rayando lo antidemocrático dicen los políticamente correctos. Pretensiones independentistas (que no comparto) aparte, la CUP reclama justicia social, defiende los derechos de los trabajadores, de las clases humildes, los servicios públicos y que se ponga fin a los desmanes de la banca, de los que Rodrigo Rato es uno de sus ejemplos paradigmáticos, así como al capitalismo voraz que nos ha llevado al desastre social en el que nos encontramos inmersos.

Rato no sabe qué es la crisis, y cuando alguien se lo explica a la cara olvidando lo políticamente correcto, entonces es un radical y un antidemócrata. Ya se sabe, si robas y matas con traje, maletín y corbata eres respetable. Si reclamas los derechos sociales que están aniquilando, eres radical.

Una última cosa. Ayer el líder de ERC, Oriol Junqueras, se soltó en Bruselas con unas declaraciones en que dejaba ir la posibilidad de organizar una huelga general en Catalunya para reclamar el referéndum sobre la independencia. “Si hemos sacado a dos millones de personas a la calle… ¿quién dice que no podríamos parar la economía catalana durante una semana?”. Esta sí que es buena. Dejando a un lado que la pretensión independentista me parezca legítima tiene tela que nos estemos comiendo la crisis con los pantalones bien bajados, sin que un partido de izquierda como (supuestamente) el del señor Junqueras se esté caracterizando por una actitud precisamente virulenta (al contrario, es socio de gobierno de CiU) y, en cambio, esté dispuesto a quemar las naves por la causa independentista. Pues a mí que no me busquen. En Catalunya llevamos un año y medio en que parece que lo único que importa es el derecho a decidir. Que sí, que estoy de acuerdo en que el pueblo vote, pero me parece que hay cosas a decidir mucho más transcendentes en este momento, y con el objetivo de la consulta todo lo demás está quedando en un segundo plano. Estoy bastante cansado, la verdad. Por cierto, en la puerta del Sol de Madrid un muchacho, Jorge, lleva un mes en huelga de hambre en protesta contra el gobierno y nadie le hace ni puñetero caso. Negra sombra…

 


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