Revista Maternidad

Suicidio homeopático

Por Mamaenalemania
A veces me pregunto si esa habilidad de los niños para ser extremadamente silenciosos cuando hacen gamberradas es innata. Otras, si será el agotamiento físico y psicológico el que hace que retrasemos echar un ojo cuando el silencio en casa es poco menos que sospechoso.
De cualquier forma, mis monstruitos parecen haber aprendido qué hora es buena para hacer de las suyas. Y nosotros, los padres, parece que no aprendemos ni de las sesiones de pelicuría mañanera ni de las torres Lego a las 4 de la madrugada.
El sábado por la mañana, un cling cling preocupante nos levantó de la cama: Destroyer estaba en el baño haciendo de las suyas y, por la cantidad de cosas desperdigadas por el suelo, llevaba ya un buen rato.
Todavía con la legaña, no caí enseguida que ese cling cling lo producía, nada más y nada menos, que el monstuito haciendo música con varios botes de glóbuli… vacíos.
A mi marido casi le da un ataque: Los 3 botes de bolitas troleopáticas estaban llenos cuando los dejó ahí por la noche (jura que en lo más alto de la más alta estantería) ergo el niño se ha tomado una sobredosis – de Euphrasia, Nux Vomica y Apis mellifica (sí sí, suenan fatal) –, y debe de estar a punto de colapsar.
Digo a punto, porque Destroyer estaba fresco cual lechuga y, asombrado por la falta de bronca, se puso a reclamar “más chuches.”
Estalló el pánico: Mi marido llamó a su madre, que rauda y veloz se plantó en casa al borde de la histeria y suplicándonos que llevásemos al niño al hospital. Maromen ya estaba dispuesto a llamar a una ambulancia (tan nervioso estaba el pobre), cuando por fin conseguí localizar a la tía hierbas que prometió pasarse enseguida.
No se me malinterprete, ojo, que yo las dotes curativas de la tía homeópata no me las creo; pero sabía cuál sería su reacción. Llegó tranquila, miró al niño, miró los botes, volvió a mirar al niño, volvió a mirar los botes y dijo que no hacía falta ir al hospital. Que observásemos al niño durante el día, pero que los glóbuli en principio no tienen efectos secundarios de ningún tipo (ni primarios, estuve a punto de decir).
Destroyer pasó un día normal y a día de hoy sigue sin dar muestras de intoxicación o nihilismo trascendental. Mi marido ahora le mira preocupado e intenta saber qué hemos hecho mal (golpes de pecho) para tener un niño suicida. Lo que no sabe es que chuches (en español) no significa pastillas (en alemán) y que el niño no será un artista atormentado, sino un activista porculero que, probablemente, organizará otro suicidio homeopático (colectivo, eso sí) dentro de unos años.

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