Revista Cocina

Un bebé, un conejo, una manzana y una falacia

Por Luistovar
Un bebé, un conejo, una manzana y una falacia
El autor Harvey Diamond publicó un libro sobre nutrición que tuvo bastante éxito en Estados Unidos y en la que defiende que la dieta natural para el ser humano está basada en vegetales. Para defender esta idea apuntó, entre otros argumentos, que un niño pequeño jamás comería instintivamente a un conejo mientras que sí comería una manzana. Esta alegoría ha sido exhibida por algunos activistas en favor del vegetarianismo y del veganismo.
Me gustaría exponer tres observaciones sobre este argumento.
La primera es que si pones a un cachorro de león en la misma situación tampoco es probable que se coma al conejo. No tienen desarrollado todavía su instinto predatorio y se alimentan de leche materna; al igual que el resto de mamíferos. Ciertamente esta situación no demuestra que el ser humano no sea carnívoro. Por no hablar de que si en lugar de un conejo colocas a un animal mucho más pequeño, como un insecto, no sería de extrañar que el niño se lo llevara a la boca. Además, ¿desde cuándo el comportamiento de los niños pequeños representa un criterio moral?

La segunda es que aunque los humanos fuéramos carnívoros esto no justificaría moralmente que comiéramos animales. Supongamos que en lugar de ser una especie de primates fuéramos una especie de felinos —seguiríamos estamos obligados a no explotar a los animales en tanto que somos agentes morales. Aun siendo carnívoros podríamos diseñar una dieta saludable sin productos de origen animal, de la misma manera que miles de gatos —que son fisiológicamente carnívoros— viven saludablemente alimentados de forma vegana.


La tercera es que debemos evitar los argumentos falaces a la hora de defender una idea. Un activista puede esgrimir que no le importa si los argumentos son correctos sino que sólo le importa que funcionen para motivar a la gente a dejar de comer animales. Pero ¿realmente funcionan? Me atrevo a dudar que un argumento que es fácilmente rebatible pueda funcionar en absoluto. Si usamos argumentos fraudulentos lo que estamos mostrando es que no nos importa la verdad sino sólo convencer a otros aunque sea con engaños. Esto es poco honesto. ¿Envenenar mortalmente a alguien funciona para conseguir que deje de comer animales? Sin duda, pero esto no parece una acción moralmente aceptable.
Antes de utilizar un argumento hay que evaluar: [1] si el argumento está basado en hechos empíricamente comprobados; [2] si el argumento es formalmente coherente; y [3] si el argumento que usamos es moralmente aceptable. Esto es, no vale sólo con que lo argumentamos sea verdadero, desde un punto de vista empírico y formal, sino que también debe ser éticamente correcto. Un ejemplo: si X es de hecho más poderoso  que Y entonces X puede materialmente oprimir a Y y, por tanto, es moralmente correcto que X pueda oprimir a Y. Este argumento es lógicamente erróneo porque de una situación de hecho no se puede inferir un juicio moral. Pretender inferir un juicio moral de una situación natural es como pretender justificar el estrangulamiento alegando que nuestras manos están naturalmente preparadas para estrangular a otros.

Volver a la Portada de Logo Paperblog