Revista En Femenino

Un regalo para toda la vida

Por Mamaenalemania
Un regalo para toda la vida
Me temo que hoy voy a pecar de poco original, porque debo de ser la millonésima persona que habla del librito en cuestión.
Aviso de que es el primer libro que me leo al respecto, así que no puedo compararlo con otros. Me lo compré por curiosidad (acentuada además porque encontrar un ejemplar en Madrid ha sido casi más difícil que conseguir un papiro original de la Biblia), lo empecé a ojear y, como suele pasar cuando el libro que te estás leyendo no te engancha demasiado (más bien te aburre bastante), me lo he acabado leyendo de un tirón.
Este es uno de los muchos puntos a su favor que tiene el libro: Se lee rápido y bien. Es fácil de entender e incluso divertido (este señor tiene mucho sentido del humor).
Por el título tengo que reconocer que lo empecé un poco a la defensiva, pero me ha desarmado totalmente. No es una apología de la lactancia materna, sino una “guía” como él bien indica al principio. Obviamente, a alguien que escribe una guía sobre lactancia materna (o sea, un libro para ayudar a que esta funcione) se le ve el plumero: Al señor González le parece lo mejor, claro está, y además cuanto más tiempo idem. Sin embargo no he visto ni una sola condena al biberón ni a las que se decantan por este. Todo lo contrario, pide respeto. Aquí no puedo evitar citarle:

“Por supuesto, no estoy diciendo que los partidarios de la lactancia materna seamos más amables y respetuosos. Lo que ocurre es que dar el biberón o dejar llorar al niño forma parte, hoy por hoy, de la corriente mayoritaria de la sociedad. […] Algunas personas son amables y respetuosas por naturaleza […]. Pero muchos otros no son respetuosos, sólo lo fingen. […] Dentro de unas décadas, si la lactancia materna sigue aumentando, tal vez las madres que no den el pecho empezarán a recibir críticas directas. Ojalá usted, amiga lectora, no participe en ello.”
(¡Olé!)
Supongo que este párrafo, a pesar de encontrarse al final del libro, da una idea del tono general del mismo: No critica al biberón, ni a la que deja el pecho por cualquier razón, ni a la que duda, no se atreve…etc.
El libro como guía en sí, es un poco pobre: No es demasiado técnico. Pero precisamente ahí radica su gracia. Es una miniguía, una guía para buscar otras guías en caso de necesidad, una guía introductoria contra la desinformación.
La lactancia materna es presentada como algo que debería ser fácil y placentero (o sea, no un sacrificio), pero que muchas veces aparece o es percibida como todo lo contrario. Aquí no hay buenos ni malos, se muestra no sólo tolerante, sino incluso comprensivo con aquellas madres que se rinden por algún motivo y con aquellas personas que las animan (sin maldad) a rendirse. Con comprensivo no me refiero a que les dé la razón, sino a que entiende que, ahora mismo, lo “normal”/corriente/a la orden del día es eso, y que puede ser difícil ir contracorriente o mantenerse firme en algunos casos. La que consiga mantenerse firme, estupendo, la que no, pues no pasa nada, ni es peor madre ni peor persona ni sus hijos le importan menos. (Ni una es presentada como lo mejor, ni la otra como lo peor o lo menos mejor).
Me ha gustado mucho cómo hace hincapié en la mujer, es decir, que no parte de que es lo mejor para el niño y que toda madre digna de ese nombre tendría que hacer eso mismo, sino que se concentra en la madre, en lo que le ocurre, en lo que no, en las limitaciones que encuentra, en sus posibilidades, las alternativas que tiene, las que se podría plantear, da ideas...etc.
Lógicamente, como es un libro para ayudar a las que quieran dar el pecho, no nos vamos a encontrar con un “pfff ¿te duele? ¿tienes grietas/mastitis/el niño llora mucho? ¡Pues no te preocupes, que le puedes dar un biberón!”. Se trata de que la que quiera dar el pecho y se encuentre con problemas, no tenga que tirar la toalla. O sea, no es peor madre ni una cobarde aquella que no aguanta el dolor de las grietas o una mastitis y deja la lactancia. Pero para aquellas que, a pesar de eso, sí que quieren seguir, ofrece un abanico de posibles razones (con sus soluciones correspondientes) para no dejarlo (si es eso lo que quieren). Con esto, también “arma” a aquellas que tengan que sufrir malas caras o consejos no pedidos de vecinas/panaderas/suegras/madres y demás, para poder contestar y seguir con bastante seguridad (que ya sabemos que a una madre reciente, aunque no sea “primeriza”, le falta mucha veces) lo que se pretendía desde un principio.
Me ha parecido muy interesante el apartado sobre los “mitos” de la lactancia: todas las prohibiciones que se supone existen para la madre lactante y que, resulta, no tienen fundamento (o no es tan sólido como se piensa), por lo que dar el pecho se va facilitando o haciendo más agradable (o menos sacrificado, que es de lo que se trata).
Hay cosas que no me han gustado, claro está, como por ejemplo, que parece poner en duda la existencia de los cólicos del lactante o el dolor de dientes. Nosotros hemos tenido que sufrir los dichosos cólicos con mi hijo mayor y, a pesar de ser el niño más cogido, mecido, masajeado, acunado, cantado, amamantado y demás del mundo, no se le pasaban. O sea, no es que el niño quisiese teta o a mamá o estar en brazos, es que realmente le estaba doliendo mucho. ¿Que el dolor acompañado duele menos? Claro, pero no deja de doler por eso. Además, en cualquier sitio de información sobre los cólicos famosos el mensaje es siempre el mismo: se puede intentar aliviar, mejorar, incluso prevenir, pero si lo tiene lo tiene y no se le quita; lo único que se puede hacer es ayudar al bebé a pasar ese trago (en brazos, con masajes…etc.), pero pasarlo lo tiene que pasar. Sobre el dolor de dientes, pues qué voy a decir que no sepa cualquier madre ya ¿no?
Quiero pensar que en estos pasajes en los que culpabiliza de todos los males del niño a la falta de brazos y teta (con una fácil solución, eso sí) son hasta cierto punto necesarios. O sea, si los padres van a estar oyendo constantemente consejos que inciten a lo contrario, pues por lo menos que de alguien escuchen algo diferente que puede que les funcione o puede que no. Lo que ocurre es que creo que con esto puede perder un poco de credibilidad, sobre todo cuando la lectora ya ha tenido hijos (y ha sufrido los cólicos, los dientes y demás) y sabe que aquí el señor González no tiene razón.
De todas formas, se trata de un par de pasajes, que además se mantienen dentro del tono general del libro: No adoctrinar ni culpabilizar, sino animar y ayudar.
Personalmente el libro me ha servido para ver la lactancia desde otra perspectiva (que no quiere decir que adopte, pero ahí está, ya veremos qué pasa después cuando nazca el tercero) y para pensar en qué salió mal con mi segundo hijo. Curioso ha sido que sobre esto último, lo que me ha quedado claro es que YO me equivoqué en muchas cosas (que han resultado no ser en las que yo pensaba), pero no me he sentido mal ni culpable por ello. El tono comprensivo en plan “¡¿cómo no te ibas a haber equivocado con todo lo que tenías encima?!” ha sido decisivo, y se agradece mucho.
Se lo recomiendo a todas aquellas que quieran dar el pecho o que no estén seguras de no querer hacerlo (ya sabéis: lo intentaré, a ver si funciona), porque si resulta que al final sí se quiere y aparecen dificultades (cosa que no me extrañaría nada), puede ser de mucha ayuda, por lo menos para no dejarse intimidar tan fácilmente. También se lo recomiendo a aquellas a las que le salió mal, por lo que sea (incluso a las que sintieron como una liberación dejar la lactancia porque estaba resultando un infierno, que me pasó a mí con el segundo), porque puede ayudar a comprender muchas cosas (para el siguiente si se quiere) y es una auténtica gozada no sentirse señalada o juzgada por ello. Además que, por muchos libros que se lean o mucho pediatra/ginecólogo al que se consulte, al final nos gusta más escuchar las batallitas de nuestras madres/amigas con hijos y, como soy de las primeras de mis amigas que ha tenido hijos, me siento ahora un poco más segura y preparada para dar consejos a quien me lo pida (que lo hacen), a pesar (o precisamente) por mis errores, porque me siento un poco menos perdida sobre el “qué haría yo ahora si volviese a ocurrir lo mismo” y no me tendría que limitar a contar lo que pasó (que para muchas suele ser percibido como un desánimo en plan "joer, pues si ella que quería no pudo, no le salió bien, yo que voy por el mismo camino, lo voy a tener que dejar a pesar de no querer hacerlo.")

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