Revista Cultura y Ocio
La historia nos cuenta que dos generales españoles ganaron la Cruz de Caballero durante la 2ª Guerra Mundial... pero hay un tercero que clamó en sus memorias y a lo largo de toda su vida que esa afirmación era concretamente errónea.
Obviamente nos referimos al aragonés Miguel Ezquerra, nacido en Canfrac en 1913 y muerto el 29 de octubre de 1984 a una avanzada edad. Su obra "Berlín; A Vida o Muerte" es la narración de sus memorias y su participación en la 2ª Guerra Mundial, pero principalmente centrado en su participación en la guerra después de ser miembro de la División Azul.
De acuerdo con sus memorias se creó una unidad compuesta por unos 300 hombres llamada Einheinz Ezquerra y encuadrada dentro de las Waffen-SS. Esta unidad combatiría en Berlín en los días finales de la caída del Tercer Reich y el final de la 2ª Guerra Mundial. Los testimonios de esta unidad son bastante fiables como para no dudar de la palabra de Ezquerra en este aspecto, dado que varios veteranos de aquella unidad sobrevivieron para dar su testimonio de lo sucedido.
Otro tema aparte es el rango de Ezquerra que ostento dentro de las Waffen-SS, rango que nunca quedará totalmente aclarado, quizas SS-Hauptsturmführer, o quizás un rango superior (dado que los testimonis difieren en cuanto a este detalle). Pero el punto más oscuro en la biografía de este personaje es la entrega de la Cruz de Caballero y la nacionalidad alemana por parte de Adolf Hitler en persona en el Führerbunker.
De acuerdo con las Memorias de Ezquerra podemos leer lo siguiente:
De pronto se presenta Willi, acompañado del coronel de la guardia personal de Hitler y de un suboficial de las SS, con la Cruz de Caballero, y me dice que he de ir con ellos. No sé a dónde voy ni para qué… Le digo a Múgica que se haga cargo del mando de la unidad, con Ocaña como segundo, durante mi ausencia. Bajamos al sótano más profundo del Ministerio, en cabeza el sargento, seguido del coronel, de mi intérprete Jacobo y yo, y cierra la marcha Willi. Avanzamos en fila india. Cuando llegamos al sótano, el sargento se introduce por una abertura hasta un gran tubo que sirve para la conducción de cables eléctricos. De trecho en trecho, unas lámparas de llama oscilante iluminan el camino. Avanzamos encorvados, y en algún momento nos vemos obligados a arrastrarnos. Salimos por fin de aquel tubo y penetramos en una especie de canal sin agua, pero con mucho barro. La marcha es difícil y muy penosa; de cuando en cuando cruzamos un sótano por el que podemos avanzar de pie y respirar a pleno pulmón, pero en otros lugares tenemos que arrastrarnos y dejar detrás de nosotros jirones de nuestros uniformes. En uno de los sótanos, el coronel ordena un breve descanso. Nadie habla, y por mi parte no hago más que preguntarme: "¿Adonde vamos?" Finalmente, el coronel da la voz de alto. Al parecer, hemos llegado. Nuestra marcha ha durado más de dos horas. Nos encontramos en un sótano de grandes dimensiones, en el que hay dos compañías de las SS con sus mandos. Al vernos llegar, los jefes salen al encuentro del coronel y hacen algunos comentarios. Un capitán me ofrece una cajetilla de cigarrillos. Saco uno y le devuelvo el paquete, pero el capitán hace un gesto dando a entender que puedo quedarme con él. Se lo agradezco muy de veras. No son cigarrillos alemanes, sino ingleses. Me siento sobre un montón de mantas, prendo fuego al cigarrillo y lo saboreo con verdadero deleite. Mis vasos capilares se contraen, agradecidos. Me tiemblan las rodillas. Sólo los fumadores empedernidos pueden comprender el placer que proporciona un cigarrillo durante una nerviosa espera. Cuando estoy terminando de apurar el cigarrillo se presenta de nuevo el sargento. — Sígame, por favor —me dice. Apresuradamente, me sacudo el polvo y abrocho mi guerrera. ¿Intuición? ¿Presentimiento? Jacobo se queda, pero el sargento dice que también él debe acompañarnos. — Vamos al búnker del Führer —nos informa el sargento, con una unción casi religiosa. Comprendo perfectamente el tono emocionado con que el sargento ha pronunciado aquellas palabras, porque su significado me ha impresionado profundamente, también a mí. ¿Será posible que vea a Hitler en persona? La idea me ha puesto tan nervioso como un escolar que se enfrenta con sus primeros exámenes. Por lo visto, no consigo disimular mi nerviosismo, porque el general von Bulow, encargado de introducirme, me da una amistosa palmada en el hombro, al tiempo que me sonríe, con la evidente intención de tranquilizarme. Avanzamos a través de una serie de compartimientos. La vigilancia es impresionante. Soldados de las SS, armados hasta los dientes, montan guardia delante de cada una de las puertas, que me recuerdan la entrada a la cámara acorazada de un Banco, y que van abriéndose delante de nosotros con las mismas precauciones. Finalmente, llegamos al lugar de trabajo de Hitler. Vi allí al Ministro de Propaganda del Tercer Reich y Gauleiter de Berlín, Joseph Goebbels, acompañado de los generales Burgdorf, Krebs, Zander y Axmann[i]. Mi entrevista con Hitler fue muy breve. Al verle, me cuadré y permanecí rígido como una estatua. El Führer se adelantó y, mirándome fijamente a los ojos, empezó a hablar. Entonces comprendí la fascinación que aquel gran conductor del pueblo alemán ejercía, lo mismo sobre los hombres que sobre las masas. El teniente coronel Weis, allí presente, le hizo saber que mi conocimiento del alemán no era perfecto. Hitler me habló con lentitud, procurando hacerse entender. — Enterado del bravo comportamiento de su unidad, le he concedido a usted la Cruz de Caballero, y, además, la nacionalidad alemana. Aparté la mirada de Hitler y, dirigiéndome a mi intérprete, Jacobo, le dije: — Transmita al Führer mi agradecimiento por el honor que me hace, pero dígale que continuaré siendo español mientras viva. Jacobo hizo la traducción. Hitler me alargó la mano y me miró, como si quisiera adivinar mi pensamiento. Repitió que se sentía orgulloso de nosotros y dio por terminada la entrevista. Así me despedí de aquel gran jefe, al cual vi muy tranquilo, con aspecto algo cansado, quizás, pero no “completamente destrozado” como se ha comentado en libros y revistas. En el departamento contiguo, Goebbels me invitó a tomar una taza de té. Con nosotros se sentó el general Krebs. Recuerdo que el té estaba casi frío, pero era muy fuerte y me sentó estupendamente. El Ministro de Propaganda habló de la batalla de Berlín, con palabras de censura para muchos y de admiración para nosotros, sobre todo para las Juventudes Hitlerianas, grandes protagonistas del drama que estaba viviendo la capital del Reich. Tuvo también frases de elogio para los idealistas extranjeros que luchaban bajo los pliegues de la bandera nacionalsocialista. Seguidamente emprendimos el camino de regreso, acompañados por el mismo sargento que nos había traído. Willi se unió a nosotros en otra dependencia en la que había estado esperando mientras yo me entrevistaba con el Führer.
[i]Ni Zander ni Axmann eran generales. Wilhelm Zander fue SS-Standartenführer y ayudante de Martin Bormann, en tanto que Arthur Axmann fue el Jefe de la Hitlerjugend (Juventudes Hitlerianas)
Hay que decir que este el texto recogido en la obra de Ezquerra. Recientemente andaba leyendo un excelente libro sobre las tropas españolas en Berlín cuando, para mi sorpresa, el autor del libro indica /que la entrega de la medalla es "probable, dado que no hay pruebas de que no la recibió y tampoco lo contrario". Francamente entiendo que el autor quiera llevarse por el cuento inventado por Ezquerra, como yo mismo hice en mi obra "Extranjeros de la Cruz de Hierro" cuando escribí "porque no, demos un voto de confianza y creamos que Ezquerra fue el tercer español en ganar la Cruz de Caballero".Siendo objetivos en el texto de Ezquerra está toda la verdad de su entrega (posible) de dicha medalla. En primer lugar indica que tiene que avanzar por una serie de túneles durante dos horas hasta llegar al Führerbunker. Bien, posiblemente yo sea uno de los mejores expertos sobre el Führerbunker que existen en nuestro país dado que soy el único autor de una obra sobre dicha construcción, siendo el único autor que ha publicado algo sobre el mismo. Aparte de este dato puedo confirmar que el Búnker de Hitler NO estaba conectado con una pasillo ni ninguna catacumba, sino con la Cancillería del Reich y con un jardín interior, además de con otro búnker llamado Vorbunker, eso es todo. Por lo tanto de este simple detalle ya podemos intuir que Ezquerra nos quería tomar el pelo. Eso no es todo. Ninguno de los presentes que sobrevivieron al Búnker (ninguno) hace mención a ningún oficial español que recibiera la "Cruz de Caballero", repito, ninguno. Monkhe estaba presente la mayor parte del tiempo en el búnker y él entregó personalmente las condecoraciones a oficiales extranjeros que lucharon en Berlín, como varios ejemplos entre las tropas valonas. Monkhe no entregó ninguna condecoración a ningún español y obviamente no comenta este detalle en sus memorias. Por lo tanto, sería MUY RARO que este hecho tan poco usual, el que Hitler entregará la Cruz de Caballero a un extranjero en los últimos días del Tercer Reich, no sea recogido en ninguna biografía o memorias de los supervivientes al Führerbunker. Aunque nunca he hablado sobre ello, muchos de los que seguis este blog sabéis que entrevisté al último superviviente del búnker, Rochus Misch, en Berlín, con motivo de mi obra: El búnker del Hitler (o el búnker del Führer, depende de la edición). Le pregunté varios detalles y el nombre de Ezquerra hizo acto de presencia durante la entrevista. Su respuesta fue breve: - ¿Quién? No le conozco.
Sin lugar a dudas sería muy romántico el pensar que un tercer español ganará la Cruz de Caballero, pero para ganar la Cruz de Caballero antes tendría que recibir la Cruz de Hierro de 2ª Clase, al igual que la Cruz de Hierro de 1ª Clase. Además la condecoración se solía entregar por méritos propios en batalla, no porque "la unidad a tu cargo" fuera excelente en combate. Raro es que Ezquerra, que curiosidad, tampoco hace mención de la entrega de ninguna condecoración durante los combates. Ni siquiera hace mención a recibir la Cruz de Herido en Negro cuando es hospitalizado durante los combates, cosa también ligeramente sospechosa. Desafortunadamente parece que la historia de Ezquerra tiene más de fantasia que de realidad pero... tal y como dije en mi obra Extranjeros de la Cruz de Hierro, porque no, demos un voto de confianza y creamos que Ezquerra fue el tercer español en ganar la Cruz de Caballero. Como siempre, la verdad de estos hechos quedan a discreción del lector.