Ángel Martín en un momento de la actuación.Fotografías de Antonio Sánchez Mera.
El conocido ex-presentador del ya extinto programa de la Sexta, Sé lo que hicisteis, abandonó el barco hace ya algunos meses, y ha retomado ahora su faceta sobre los escenarios, enfrentándose al público solo con un micrófono como intermediario.
Así fue su paso por el auditorio de la Feria de Muestras de Valladolid la pasada semana.
Empezó puntual, con una sala llena hasta los topes, lejanos todos los allí presentes de lo que acontecía en Fuente Dorada aquella noche, cuando los relojes marcasen las 00:00 del sábado y se supiese finalmente si habría desalojo o no por el día de la reflexión. Lo cierto es que, a título personal, la hora y media que duró el show fue una brisa de aire fresco para esta cabecita que había pasado toda la semana pensando y escribiendo sobre la acampada.
Ángel Martín se presentaba sobre el escenario mostrando una barba espesa, pantalón de corte militar y camiseta negra. Sin duda, un deje estilístico que no le habrían permitido en plató, pero con el que parecía estar bien cómodo.
El aplauso que siempre recibe a un artista al comienzo de su función le sirvió para dar comienzo con las bromas, y es que ya eso solo debería ser el monólogo, breve, sí, pero la gente no deja de aplaudir durante su duración. Logró la risa del público desde un primer momento, con ese humor tan característico suyo que pude comprobar de primera mano en la entrevista que mantuve con él el pasado mes de septiembre (cuando, además, amablemente nos hizo un video promo con el calendario de desnudos que hicimos).
Tras asegurar que se sentía como una “puta de la risa” debido a que la gente pagase con tal propósito las entradas para sus pases, pasó a hablar un rato sobre las madres primerizas, aquellas que insisten en decir frases del tipo “ay, qué niño más guapo” pasando al “que me lo como”. Sin duda, algo digno de ver.
Y continuaban desfilando las bromas. Tocaba, como no, el tema de las mujeres y de ligar. Contaba que cuando era joven puntuaba a las mujeres, ahora, por contra, se fija en las manos: “Qué manos tan bonitas tienes, quedarían muy bien sujetando mi polla”. Palabras que quizá en boca de otro monologuista hubiesen sonado aún más soeces, pero no en la de Ángel, un hombre criticado y admirado a partes iguales por su afilada lengua para con los “famosillos” en SLQH, donde no se cortaba un pelo. Muchos aseguran que tras su marcha el programa cayó aún más en picado de lo que ya estaba.
También hubo comentarios para dicho programa, cuando aseguraba que en televisión no se puede hacer humor, que se habían cargado ese día uno precisamente por eso. Y que con él se había cerrado bastantes puertas a la hora de buscar otro trabajo en ese medio, aunque quizá sí en un call-tv, de los que también se sirvió para lograr la carcajada general (desde luego, el género lo merece).
La SGAE también fue blanco de sus críticas. Asegura que no hay un solo sitio en el que no pretendan cobrar por escuchar música, incluso en los centros de mayores. Propuso, a modo de burla contra la institución, que en lugar de escucharle a él, cantásemos todos ese rato.
Y siguiendo con la caja tonta, le tocaba el turno a Callejeros, donde puedes aprender cómo pasar droga de un país a otro, aunque siempre pillan al pobre traficante a este lado de la frontera, sin dejarle vivir la emoción del vuelo.
Como no, las revistas del corazón tenían su hueco. Y es que de las dos veces que le han sacado, una fue saliendo del Ikea y otra de puntillas en un videoclub. Durante la explicación de qué mueble se había comprado en dicho establecimiento, una tabla para poner los geles en la bañera, ya iba perdiendo el norte. Con cada minuto que pasaba, se le iba un poquito más la pinza, metido cada vez más en su papel, como si los casi cinco años en SLQH le hubiesen dejado con ganas de darlo todo en los monólogos.
Les siguió en turno las profecías acerca del fin del mundo: que si en el 2000 por el cambio de siglo, en 2002 por ser capicúa... Un amago de pausa que se quedó solo en eso y le llegaba el final poco a poco.
Siguió con la televisión (hay que reconocer que el tema da para rato) y el Diario de Patricia, al que aseguró seguir fieramente, sobre todo cuanto más raros sean sus casos, sobre todo los de ciberparejas. Al igual que esa retahíla de problemas que se llevan a solucionar al plató de lo más absurdos, dejando para el final, cuando ya no hay tiempo, al más dramático de todos.
Como buen hombre pasando por la edad adulta, le pudo también hablar de las generaciones de ahora (las iphone) y las de los walkman. La suya, o al menos él, que lo que utilizaba para masturbarse era el catálogo de Venca; la de ahora, liga por el Facebook. ¿Y qué ganó la suya con respecto a la de ahora? La paciencia ejercida a la hora de ejecutar los cacharros electrónicos de antes, cuando tenían que esperar 90 minutos para echar una partidita, eso si había suerte.
Hubo un hueco también, al menos de mención, para Dani Mateo, cuando recordó que ya había vivido 10 años en Madrid, aunque del primero y medio no se acuerda apenas por haberlo vivido con este.
¿Y las fotos de los jóvenes (varones) de ahora, con el reflejo en el espejo del flash? Ni que fuesen Iron Man o, peor aún, un Gusiluz.
Tras acabar literalmente por los suelos en una explicación sobre unas falsas psicofonías, puso punto final a hora y media durante las que no dio un descanso a la risa del público. Compartió el aplauso para con sus compañeros de SLQH, que se habían despedido esa misma tarde de la parrilla de sobremesa tras más de 1000 programas a sus espaldas.
Sin duda, una vuelta grande a los escenarios para Ángel Martín, y una gran pérdida para las tardes de no siesta con el programa.