¿QUIÉN MATÓ A ROSENDO? (451 EDITORES)
Autor: Rodolfo Walsh
Editorial: 451 Editores
Pags.: 200
PVP: 15,50 €
“El sistema no castiga a sus hombres: los premia. No encarcela a sus verdugos: los mantiene. Y Augusto Vandor es un hombre del sistema.
Eso explica que entres años la policía bonaerense no haya podido aclarar el triple homicidio que nosotros aclaramos en un mes; que los servicios de informaciones, tan hábiles para descubrir conspiradores, no hayan desentrañado esta conspiración…”
Rodolfo Walsh (¿Quién mató a Rosendo?)
Argentina, años 60, los neoperonistas se enfrentan a un nuevo bando, los de Vandor (representante sindical de ascendencia holandesa). Uno de esos días que se intuyen tranquilos Rosendo Díaz y otros dos compañeros, son asesinado por Vandor y sus secuaces a traición, como sólo los cobardes pueden hacerlo: por la espalda.
Después, la connivencia de las autoridades argentinas (policías, jueces, etc…) hacen imposible resolver un asesinato del que se intenta esconder cada detalle.
Cuando Rodolfo Walsh (Lamarque, 1927- Buenos Aires, 1977) escribió este libro ya podía imaginar cómo acabarían sus días. No debió ser fácil señalar al culpable del asesinato de los tres sindicalistas en La Real, pero más que difícil le resultó imposible, siendo como era un activista, guardar silencio sobre unos hechos que nadie conseguía esclarecer y que él esclareció en tan poco tiempo.
Resulta difícil hablar de un libro como este porque no es novela, ni un texto periodístico, ni biografía, como dice Isaac Rosa, este libro es Literatura. Literatura valiente, crónica impecablemente escrita.
¿Quién mató a Rosendo? comenzó siendo tan sólo unos apuntes que se publicaron en el informativo de la CGT, pero con el transcurso de la investigación se convirtió en un texto testimonial y acusador de gran calado literario.
Hay quien ha comparado el libro de Walsh con el A sangre fría de Capote, pero hay una diferencia fundamental: mientras Capote se centra en lo escabroso y en dibujar el perfil psicológico de los asesinos, Walsh, hace de investigador, recopilando pistas, intuyendo lo callado y las trampas.
Las descripciones de los asesinados son un ejercicio soberbio de contención y contrición. La traición de los amigos tan sólo por escalar puestos en la escala social no está adjetivada en ningún momento, sino que serán los propios actos de estos los que se encarguen de dar el calificativo perfecto.
Pero, si alguien intenta encontrar en este libro una trama policial a lo Holmes o un suspense a lo Poe, puede olvidarse de leer esta historia. Porque este texto es mucho más complejo que eso. Es una excusa para hacernos pensar, algo a lo que, cada día, estamos menos acostumbrados. Es un grito contra la corrupción del poder, de los que mandan, de los que dirigen nuestra vida y la tienen en sus manos como si se tratase de una broma. Detrás, el movimiento siderúrgico, que durante toda la historia moderna ha sido uno de los peores tratados de todos los colectivos profesionales.
Sin duda, una de esas lecturas que no dejan indiferente con el genio de un escritor al que la vida, la muerte y la justicia, no le suena a desvaído.
Detrás de esta reedición, una editorial que se está forjando fama de ser una de las más atractivas y personales: 451 Editores con Chavi Azpeitia a la cabeza.
La editorial dice
ENTREVISTA CON LA EDITORA DE LA NOVELA ¿QUIÉN MATÓ A ROSENDO?
Quedé con Virginia Rodríguez en las oficinas de 451 Editorial. Nos saludamos tras la presentación que ofició Borja Segovia, responsable de marketing de la editorial. Después fuimos a un bar a tomar una cerveza yo, una tónica ella. Lo primero en lo que te fijas cuando te sientas con Virginia es en su juventud. Más tarde, cuando comienza a hablar, te sorprende su mesura y su sabiduría.
Carmen Moreno: Antes que nada, enhorabuena por la edición
Virginia Rodríguez: Gracias.
C.M: Sé que es un empeño tuyo la publicación de este libro.
V.R.: Sí. En concreto de Operación masacre y, después, seguir con los ensayos y los reportajes testimoniales de Walsh que me interesan mucho.
En realidad, siempre cuento que la edición cubana que enseñé en la presentación, con la cubierta llena de flores que, en realidad, no encajan para nada con el contenido del libro, lo compré por internet, pero podría haber estado perfectamente en la biblioteca de mis padres. Leí a muchos autores contemporáneos de Walsh y antecesores sacándolos de esa biblioteca. Libros que se compraban por debajo del mostrador de sus librerías habituales.En la Universidad me especialicé en literatura latinoamericana, en concreto, en ficción breve, política, literatura en el S.XX. Así que hice una lectura bastante exhaustiva de la narrativa breve argentina: el cuento, el ensayo... Y frente a las publicaciones de narrativa breve argentina de Cortázar que tiene su interés por otro lado publicar autores que tenían una lectura diferente.
Así que, como me interesaba mucho ese texto y Walsh ha sido poco editado y publicado en España, nos decidimos a sacar ¿Quién mató a Rosendo? Es una manera de conciliar de una manera muy inmediata la realidad y la literatura. También tiene mucho poder esa unión de la literatura con la política.
La novela es una lectura para uno mismo y, en ese sentido, es algo muy burgués y hedonista. Mientras que el relato corto, el artículo permite ser posteriormente contado. Walsh se dio cuenta y, sin abandonar la literatura, encontró dos caminos para contar lo que él quería. Pero no se consideró periodista, siempre fue escritor y escritor de literatura.
Una literatura que en los años 60, le permite trabajar el cuento de una manera elidida y elíptica, como en Los cuentos de los irlandeses. Por otra parte, el testimonio.
Así es como yo lo leo.
C.M.:Pero, ¿no es precisamente por esta apertura de dos vías lo que hace que Walsh se quede en tierra de nadie?
V.R.: Está claro que él se queda con la parte estrictamente literaria, aunque su mayor interés está en el testimonio y éste sí, se queda en tierra de nadie. Ese sentimiento activista y revolucionario le hace pensar que en lo venidero la gente estará preparada para leer y escribir estos textos y se entendería que es un espacio donde se reflexiona sobre la realidad inmediata y que esa realidad literaria no ocultará la capacidad literaria. Y, evidentemente, no estamos en ese camino.
Sí, es verdad que son minoritarios y marginales los ensayos. Cuando sacamos Operación masacre, Fresán escribió un artículo donde intentaba desmantelar los tópicos que utilizó la crítica para hablar de este libro. Los problemas que tiene intentar enmarcar todo lo escrito en un género. Se dijo que era la antecesora de A sangre fría de Capote, el nuevo periodismo... El hecho de que todo el mundo le intente colocar en un género da señas de que, realmente, es un texto excepcional.
No es que haya salido de la nada, o que no haya tenido secuelas, pero esa insistencia por meterlo en un género demuestra que el lector no está preparado para enfrentarse a un texto como este. Walsh es un autor que desconcierta.
Walsh era un seguidor de la tradición oral y se ve claramente la importancia que él le da a la oralidad en sus diálogos. Pero él trabajaba mucho esos diálogos para que sean creíbles.
C.M.:Decía Bastenier que para que un periodista lo sea no debe tener escrúpulos y tiene que pasar por alto los derechos de los demás. Desde luego, en el caso de Walsh no es para nada así.
V.R.: En Walsh hay un respeto enorme. Cuando publicó ¿Quién mató a Rosendo? tuvo muchas críticas porque no dio el nombre de la persona que le ayudó. Por motivos exclusivamente literarios decidió sacar a esa persona porque pensó que era mejor tener un sólo narrador, un sólo interlocutor.
Walsh siempre escribió desde el máximo respeto. Era un hombre esencialmente esencialmente humilde.
C.M.: ¿Y por qué crees que nos interesa más Grossman y Kuchinsky?
V.R.: ¿Por política? Lo que cuenta Walsh incomoda porque tuvo sus consecuencias.
C.M.: Es cierto que, ¿Quién mató a Rosendo? recuerda en cierto aspectos a la novela de Capote, pero también es verdad que Capote es mucho más sangriento.
V.R.: Sí. Walsh dibuja un tiroteo y se ve la sangre, pero no se detiene en el detalle de las balas en los cuerpos. Supongo que eso tiene que ver con el respeto a los muertos.
C.M.: Tengo que reconocer que, cuando empecé a leer este libro tuve problemas para situarme en la lectura. España no es un país de ensayo, ¿verdad?
V.R.: Claramente. Casi no se publican y lo que sale suele ser tesis doctorales.
C.M.: Este país no es muy reflexivo, ¿no? Más aún en la vorágine de tiempo en la que estamos sumidos hay que consumir mucho y rápido.
V.R.: Claro este es un libro que lo lees y se te queda ahí dando vueltas en la cabeza, por eso es incómodo.
C.M.: Para mí la complejidad de esta obra radica en que, como ya hemos comentado, no sabes en qué género ponerla, hay términos y apuntes que no quedan claros...
V.R.: Porque ese gusto por la realidad hace que incluso el diálogo de los personajes a veces sea u poco oscuro para nosotros. Pero es que para el destinatario primero de ese texto, era una realidad inmediata. Sabemos que este libro no tiene mucho lector, pero era una cuestión de justicia literaria y política.
C.M.: De cualquier manera, cuando vas avanzando en el libro sí es cierto que la trama te atrapa y te involucras y el libro se te queda corto porque quieres saber. Es cierto que incomoda, pero también es cierto que te atrapa.
V.R.: Eso es porque Walsh no te lo da todo hecho, exige un esfuerzo grande por parte del lector, pero también es un libro que te da mucho. No es una lectura esteril.
C.M.: ¿Qué crees que pensaría Walsh si viviese hoy y viera que nos hemos rendido?
V.R.: Supongo que sentiría una gran desilusión.
VI A PROUST LO JURO (BAILE DEL SOL)
Autor: Arturo Méndez Cons
Título: Vi a Proust, lo juro
Editorial: Baile del sol
Pgs.: 78
PVP.: 10€
Si Proust levantara la cabeza seguramente le daría una jaqueca terrible al ver cuántas veces se utiliza su nombre en vano... Casi siempre en boca de personas que jamás han leído una sola línea de su obra.
Este libro de Méndez Cons (Cádiz, 1980) no sé si utiliza o no en vano el nombre del insigne escritor francés. Tal vez Proust no sea más que una de las alucinaciones que pueblan el poemario, o uno de esos efectos secundarios provocados por los ansiolíticos que reposan en la mesita de noche.
Lo que es seguro es que este gaditano de 29 años pisa con paso firme el terreno de los versos y la métrica (inexistente e innecesaria, por cierto).
La poesía de Arturo Méndez se desnuda de artificios y no intenta trascender lo puntual. Son poemas narrativos en los que el yo poético no se eleva por encima del lector sino que se sitúa a su altura, incluso, se pone de rodillas.
Lo anecdótico se transforma en el motor; lo aparentemente superfluo es la razón de ser del poeta de su voz en off que anuncia sus paranoias y hasta sus vergüenzas.
Este es un libro que, a veces, se desnuda incluso de poesía y se transforma en un diario íntimo estructurado en versos. Poemas larguísimos que transmutan el sentimiento en actos detalladamente narrados.
Un libro para leer sin mirar más allá de lo cotidiano, lo diario. Un poemario con diálogos que refuerzan lo buscado: una voz NO POÉTICA para llegar mejor al lector de poesía.
La editorial dice