Alaska, 31 de enero de 2011,
Hay más de 10, pero 10 es una bonita cifra.
6. Existir en los medios de comunicación. Estamos mucho mejor que hace años, es cierto. Cuando algo grave pasa y hay menores por medio, algún periodista nos pregunta. Está bien que así sea. Trabajamos con el conflicto, es natural que nos pregunten cuando explota. Pero, como conocedores del tema, tenemos algo que decir antes del humo. Sobre el conflicto y sobre muchos otros temas relacionados con la educación, la sociedad o la cultura. ¿Porqué la televisión o la prensa echa mano de psicólogos, pedagogos o maestros para opinar sobre temas que nos competen? No sé por su parte. Por la nuestra, quizás va siendo hora de ofrecer otra mejilla que la de apagafuegos.
7. Investigar y escribir. Muchos manuales sobre educación social están escritos por alguien que, en el mejor de los casos, trabajó de esto una vez, luego se dedicó a la gestión o le dieron una cátedra, lugares mejor situados para publicar, y escribió. Como ya casi no recordaba sus comienzos o sus comienzos estaban demasiado anticuados, tiró de vacas sagradas. Refritos. Prosa vacía e inaplicable. No los culpo. Desde siempre los educadores sociales se han dedicado a tirar por la basura del olvido infinidad de experiencias interesantes. Somos un poco vagos en registrar nuestro trabajo, así que lo que no escribimos nosotros siempre lo hace otro. Fruto de esto es la incapacidad demostrada para crear un lenguaje propio, un discurso profesional que no sea la jerga abominable que ocupan hoy muchos de nuestros informes.Hay un montón de experiencias, técnicas, prácticas exitosas que podrían compartirse. Hay un libro sobre casuística de los educadores sociales que espera ser escrito. Hay equipos de educadores, trabajadores sociales, psicólogos y pedagogos en activo que si se juntasen y sistematizasen sus datos, más allá del caso concreto, crearían un material de un valor de uso incalculable.
8. Responder a la pregunta ¿qué hace un educador?. No es que la respuesta no esté ya escrita. El problema es que cualquier definición que no se lleva a cabo se convierte en un listado de buenas intenciones. Los trabajadores sociales de este siglo, ahogados en una demanda asistencial y de gestión brutal, buscan recuperar como pueden el espacio de trabajo social perdido. Nosotros pudimos hacerlo, lo tuvimos en nuestra mano: un trabajo específico basado en la pedagogía. Pero, en lugar de eso, nos convertimos en los grandes derivadores del sistema. Hubo una época en que el educador, a sus ojos y al de los demás, se convirtió en un profesional subsidiario del psicólogo, del pedagogo, del médico o del maestro. Repartía trabajo, temeroso de quedarse el que verdaderamente le competía. Es una obligación saber derivar y gestionar bien. Casi un arte. El problema no es ese. El problema es que entre la derivación y la gestión se nos vaya la educación.
9. Un discurso de época. Paulo Freire, para algunos padre de la educación social y todavía referente, tendría hoy un perfil en twitter y facebook. Y diría cosas distintas a las que decía en su tiempo. Nos llenamos la boca de conceptos como agentes de cambio social o transformación pero somos una de las profesiones dedicadas a la educación a la que menos está influyendo la irrupción de las redes sociales y el web 2.0. Personalmente es una opción. Profesionalmente un suicidio.
10.?
(Continuarás)
Ilustración: Stefano Bonazzi
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