Echo de menos tu mirada, diría que casi por encima de todas las cosas. Esa mirada verde agua marina, intensa, expresiva al límite, inteligente, arrolladora, viva...
Echo de menos tu voz, porque sigo echando en falta nuestra llamada diaria, ésa que muchas veces me salvaba el día.
Echo de menos tu discurso, tu diálogo, tus palabras, tus razonamientos, nuestras conversaciones de lo humano y lo divino... Nosotros.
Echo de menos tus abrazos, que en los últimos tiempos se convirtieron en el mejor regalo de estar contigo, que cada vez fueron más delicados, pero que conseguían darme la fuerza que en ocasiones me faltaba y que mostraban lo valiente que tú fuiste.
Echo de menos tu saber, tus respuestas acertadas siempre para todo, tus consejos, tus palabras de ánimo cuando las necesitaba, y cuánto te alegrabas con cada uno de mis logros personales y profesionales y cómo me lo hacías saber siempre.
Echo de menos tu sonrisa, esa calma cuando tu boca se torcía y se convertía en una barquita de pescadores tan mediterránea, porque era tan reconfortante como tus abrazos.
Echo de menos tus "guapa / estás guapa / eres una pesada / no hables tan rápido, que no me entero...", porque en los últimos tiempos me regalaste muchos piropos que guardo bajo llave y aún hoy tintinean en mi oído.
Echo de menos tu mirada rebosante de amor cuando observabas a tu princesa, cuando le consentías que te vaciara de natillas la nevera, cuando la veías jugar y "ser" y me reconocías en ella.
Echo de menos tu risa y tu gesto socarrón, como cuando el rubio se soltó a gatear en tu casa y dijiste: "éste va a necesitar casco". No te equivocaste.
Echo de menos tu casa, tu sofá, tu batín de cuadros, tu cigarrito, tus gafas en el suelo cuando te echabas la siesta, tu manía de la cortina cerrada, tu taza preparada para el día siguiente, tus muchos libros sobre la mesita del salón, tu modestia, tu don de gentes, tu enorme inteligencia, tu saber estar.
Hay personas cuya grandeza se multiplica cuando se van, pues mientras están en vida, la guardan en sus bolsillos por miedo a brillar demasiado. Ése eres tú. Por eso tu estrella es ahora la que más brilla en el cielo, y tu recuerdo te hace más grande cada día.
Te quiero hasta la luna y vuelta. Y te sigo echando de menos.
CON M DE MAMÁ