¿Por qué siempre suele contarse lo bueno y se deja de lado lo no tan bueno? Creo que al contrario de lo que se piensa, son cosas que uno debería saber de antemano para estar preparado. No para no hacerlo, pero sí para saber con qué nos vamos a encontrar.
No pasa solo con los viajes, claro, sino con muchas cosas entre las que se incluye la maternidad/paternidad. ¿Saben todas las cosas que nadie me dijo de esto de ser mamá? Las cosas más sencillas y cotidianas dejan de serlo y ya no las podemos hacer. Pero eso lo dejo para un post en mi blog personal. En este espacio me gustaría compartirles otras cosas, que posiblemente se suman a las que se producen solo por el hecho de tener un bebé, pero en este caso en el contexto de los viajes.
Estas ideas/sentimientos que quiero compartir están basados en mi experiencia como mamá viajera. No quiere decir que a todas las mamás que viajan les pase o les vaya a pasar lo mismo. Pero son cosas que no suelen decirse y a nosotros viajar con Tahiel, en las circunstancias que lo hicimos, nos cansó y nos resultó más complicado de lo que pensábamos.
Aclaro lo de “las circunstancias” porque si hubieran sido otras, posiblemente, muchas de estas cosas no hubieran pasado. Nuestro viaje es de más de seis meses, lo estamos haciendo con las mochilas y el equipaje de magia, tratando de trabajar y mantener el blog en el camino, en transporte público y con un presupuesto limitado (esto último demanda invertir mucho tiempo, que es una de las cosas que menos tenés cuando estás con un bebé, en la logística).
Aunque no lo crean, si hubiera cambiado cualquier variable de las que les nombré, posiblemente hubiera sido diferente. Por eso, seguimos pensando que nuestros primeros Consejos de cómo viajar con bebés siguen siendo acertados.
Estas líneas no son para asustar a nadie, al contrario. Son para que vayan preparados y puedan disfrutar plenamente del viaje. ¡Poder, se puede! El tema es cómo nos adaptamos a las circunstancias.
1. Nadie me dijo que la libertad viajera se terminó. Sí, como leíste. Todo eso que hacíamos cuándo y cómo queríamos dejó de suceder. Disfrutar de un atardecer tomando una cerveza y conversando tranquilamente; destinar horas de descanso en ver películas, leer y escribir; hacer competencias de Mahjon en la computadora; comer a la hora que nuestros cuerpos nos pidan; entrar a todas las librerías; curiosear en todos los cafés y locales de chucherías; hablar con todos los que se nos cruzan… cosas tan comunes y lindas de los viajes las dejamos de hacer. Simplemente porque no se puede. Claro que si el bebé es pequeño y todavía es más el tiempo que duerme que el que permanece despierto, posiblemente sí puedan hacer alguna de estas actividades. Por lo menos van a poder almorzar y cenar tranquilos. ¡Y eso es mucho!
2. Nadie me dijo que algunos días iban a ser totalmente agotadores. Que esos días iban a tener como protagonistas a los berrinches y al mal humor. Y que justo esos días íbamos a estar en algún lugar donde nosotros queríamos estar, pero él, al parecer, no.
3. Nadie me dijo que después del año y cinco meses (aprox.) no aguantan más de 15 minutos en el carrito. La consecuencia es que eso de caminar y pasear por las ciudades se transforma en una tarea titánica.
Algo tan común en un viaje, algo de lo que más disfruto hacer: caminar por las ciudades con mi cámara de fotos y mi cuaderno, no lo pude hacer. Algo que es tan “normal” para quien está visitando una ciudad, para nosotros se convirtió en algo imposible desde hace un tiempo. Muchos me preguntarán… ¿y por qué no lo llevaban con las sillitas o los portadores? La respuesta es sencilla: Tahiel nunca se aguantó estar en las sillas portátiles ni en ningún tipo de portador (¡los probamos todos!).
4. Nadie me dijo que en cada lugar que visitáramos íbamos a tener que averiguar dónde estaba la plaza más cercana. ¡Y nadie me dijo que hay muchas ciudades en las que no hay plazas! Esto es lo peor. Porque lo otro no está tan mal. Al fin y al cabo, si ya están en edad de ir a la plaza quiere decir que se están acercando a ser más “nenes” y no tan “bebés”, por lo que está perfecto que parte del día se destine a esa actividad. El problema es cuando no hay y la única opción es el espacio para niños que te ofrecen los shoppings.
5. Nadie me explicó con fundamentos la importancia y la necesidad de que los bebés tengan una rutina. Yo era de la idea de que no era tan importante y ahora me doy cuenta que no solo son necesarias para el bebé sino, principalmente, para la salud mental y física de los padres.
A Tahiel le costó mucho tener una y todavía no la tiene (bueno, algo hemos logrado) y eso hace que nosotros no podamos disponer de tiempo para casi nada. Por ejemplo, si se fuera a dormir a una hora razonable, como las 9 o 9.30, nosotros podríamos conversar, ver alguna serie, cenar tranquilos, responder los mails o escribir en el blog sin estar a las corridas. Pero Tahiel se duerme a las 11 de la noche o más. Y cuando lo hace, nosotros caemos rendidos.
Por eso, durante los viajes es muy importante tratar de mantenerle la rutina a los bebés. Aunque eso implique un esfuerzo extra de nuestra parte. A la larga, nos beneficiará.
Y lo pudimos confirmar en nuestro viaje a Cervia, en el norte de Italia.
6. Nadie me dijo lo importante que son los abuelos y que en un viaje así no están. Una de las cosas que más extraño de este viaje largo es que Tahiel pueda disfrutar de sus abuelos y que sus abuelos disfruten de él. Más allá de que sería muy bueno para nosotros que estuvieran para cuidarlo, sabemos que es muy bueno para ellos y para los bebés que empiecen a compartir actividades. Dicen los que saben que no se tienen recuerdos de los dos primeros años de vida, pero también dicen que son los años más importantes para que se forme la personalidad. Por suerte, pronto podrán disfrutarse mutuamente.
7. Nadie me dijo que sería tan, pero tan estresante dormir en casa ajenas. Fue de las cosas más estresantes que hicimos. ¿Por qué? Los que tienen o tuvieron hijos pequeños nos van a entender mejor. En casa ajena tenés que estar con 200 ojos arriba del niño porque no querés que rompa nada (y en general no son casas preparadas para chicos y suelen tener muchas cosas que se rompen. Aunque nosotros preparemos el terreno una vez que llegamos, ellos siempre encuentran algo nuevo para agarrar). Por otra parte, no podés “educarlo” en algunos aspectos que te gustaría porque para eso debés dejarlo, por ejemplo, llorar, y a veces lloran y gritan mucho y los habitantes de la casa empiezan a mirarte con mala cara. No solo porque el grito es continuo sino porque es abrumador. ¿Entonces qué hacés? Le das lo que quiere ante un berrinche con tal de que no haga un escándalo. En tu casa, lo dejarías llorar y si es no, es no. Pero nos vimos en situaciones en que no podíamos creer lo que nos estaba pasando y tuvimos que ceder siempre para que no hiciera un escándalo y terminaran echándonos.
Nadie me dijo que se iba a aprovechar de las circunstancias para lograr lo que quería.
(Nadie me dijo que íbamos a tener que inventar en el camino formas de hacer frente a pequeñas circunstancias, como la lluvia).
8. Nadie me dijo que es mejor que a esta edad los viajes sean más cortos (¡o en un vehículo!). Sobre todo por la salud de los padres.
¿Por qué en un vehículo? (si es “tipo motorhome” o tiene donde dormir, mejor).
Porque se soluciona el tema del lugar donde dormir y puede tener su rutina.
Porque se le puede mantener la rutina no solo del sueño, sino también del lugar de juegos o de baño o de comer.
Porque se soluciona el tema del equipaje.
Porque se soluciona parte del ahorro, por ejemplo, con los pañales. Suelen existir muy buenas promociones imposibles de llevar en una mochila.
Porque se soluciona el tema de no romperle sus horarios cada dos por tres. Muchas veces tuvimos que despertarlo a Tahiel a las cinco o seis de la mañana para tomar un bus o un tren y eso generaba un fastidio que a veces duraba todo el día.
9. Nadie me dijo que iba a ser tan difícil cambiar el chip con el que venimos viajando hace 16 años. Cuando uno vive (y viaja) durante tanto tiempo con una persona está acostumbrado a muchas cosas que se ven interrumpidas por la llegada de un loco bajito “que no respeta el horario ni las costumbres” como dice Serrat en esa hermosa canción.
10. Nadie me dijo que iba a aprender a apreciar tanto el silencio.
Después del año y medio los bebés suelen hablar mucho. En realidad no hablan sino que balbucean. Algunos lo hacen de vez en cuando y otros, las 24 horas. Tahiel está en el segundo grupo. A eso se le suma que está en un momento en a veces se le da por gritar. Y grita con un agudo que te cala los huesos (o el cerebro). Tan es así que el vecino del depto donde estuvimos los últimos días (que es cantante) nos dijo que tiene condiciones para ser un tenor y le regaló un dibujo de un gato cantor con la leyenda “El tenor Don Gato”.
Es normal, nos dijeron y leímos. Muchos chicos lo hacen. Pero la normalidad a veces abruma.
Por eso, cuando duerme, un silencio se apodera de nosotros y el cerebro se da cuenta en el nivel de volumen en el que estaba.
(+1)
11. Nadie me dijo que iba a ser tan difícil conjugar el viaje, con el trabajo y con la escritura y mantenimiento del blog. Es que en un viaje así, el tiempo que te queda para esas cosas es mínimo. En nuestro caso, son las dos horas de siesta que duerme Tahiel o, en los casos que podemos, el turnarnos con Dino para llevarlo a pasear. Pero no siempre es posible.
(Nadie me dijo que íbamos a tener que inventar técnicas para dormirlo y que se mantenga así)
(+2)
Sí me dijeron que vivís cosas hermosas viajando con ellos, pero eso no es tema de este post. Sino el título hubiera sido otro. Claro que disfrutamos de muchos momentos y de ver cómo Tahiel se relaciona con gente de cualquier lugar del mundo, se adapta a todas las comidas, a todas las camas, a cambiar de casa cada tres o cuatro días, a distintos medios de transporte. Claro que nos llena de felicidad verlo sonreir y ver lo simpático y entrador que es con todos. Tanto es así que las personas le regalan cosas por la calle y hasta en los buses. Una cosa es que le regalen los que nos alojan o nos conocen y otra es la gente que lo ve dos minutos. Le han regalado muchos chocolates, panes, galletitas, juguetes y muñecos!
Sí me dijeron que todo pasa, que la vida son ciclos y que pronto, casi sin que me de cuenta, Tahiel crecerá y será un nene (en algunas cosas ya lo vemos “nene”). Que los viajes con nenes son diferentes, que tienen sus cosas complicadas, como en todas las edades, pero que podés compartir más cosas con ellos, podés negociar más, podes conversar y podés tener tu tiempo.
Tenemos muchos planes para hacer con Tahiel apenas sea un poco más grande. Muchos. Algunos los empezaremos a planificar ahora, con tiempo y disfrutando más de algo que me encanta hacer: la previa de los viajes. Porque los viajes tienen tres momentos y está bueno disfrutar de cada uno.
¡Pero a pesar de todo esto seguiremos viajando! Claro que trataremos de aprender de la experiencia. Primero haremos viajes más cortos para presentarnos con el proyecto social que lo tuvimos un poco abandonado estos meses por muchos de los motivos que les contamos antes. También viajaremos para promocionar destinos y contar nuestras experiencias, pero seguiremos regresando seguido a casa.
Como siempre decimos, la adaptabilidad es la base de la felicidad, si uno se adapta claro que disfruta mucho más. El problema es poder cambiar el chip y adaptarse. Si me hubieran dicho todas estas cosas antes de este viaje a lo mejor hubiera estado más preparada, a lo mejor hubiéramos decidido que el viaje sea más corto o a lo mejor hubiéramos administrado los recursos para hacerlo en una especie de kombi o motorhome. Pero no fue así y salió lo que salió. Unos meses muy felices, con infinidad de cosas lindas compartidas, pero al mismo tiempo muy agotadores.
Igual esta mirada y su sonrisa nos sigue derritiendo…
(Otra cosa… nadie me dijo que iba a tener que cargar con sus juguetes!)
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