El pueblo ruso se alzó contra la injusticia, derribó la cruel autocracia zarista y puso a Lenin al frente de la dictadura del proletariado. El problema de este resumen de la revolución rusa en 140 caracteres es que omite que Lenin no acabó con el zarismo sino con el primer intento de convertir a Rusia en una democracia. “Querían que Rusia fuera una república constitucional, como Francia o Estados Unidos, o una monarquía constitucional, como Inglaterra – escribe John Reed en el prólogo de ’10 días que sacudieron al mundo’ -. Las masas populares, por su parte, querían una verdadera democracia industrial y agraria”.
John Reed (Portland, 1887 – Moscú, 1920), el cronista más entusiasta de la insurrección bolchevique (¡está enterrado en el Kremlin!), prefería la pasión a la objetividad y tenía claro cuál era su bando. “Durante la lucha, mis sentimientos no fueron neutrales. Pero, al contar la historia de aquellos días heroicos, he intentado mirar los hechos con los ojos de un reportero concienzudo e interesado en consignar la verdad”. El reportero llegó a Petrogrado en septiembre de 1917 y, como destacó la revolucionaria Nadezhda Krúpskaya (esposa de Lenin) en el prólogo a la primera edición rusa, sin saber ruso. No importa, estaba en el lugar preciso y en el momento adecuado.
La suerte sonrió su tenacidad. Reed se unió enseguida a los bolcheviques y fue testigo privilegiado de los preparativos del golpe y del éxito de la insurrección. Su relato, repleto de momentos emocionantes, atrapa desde el principio y muestra las claves del triunfo bolchevique: el hartazgo de la guerra, la soberbia ceguera de Kérensky y, sobre todo, la energía infinita de Lenin. Acierta Fernando Vicente al retratarlo como un gigante y convertirlo en protagonista de muchas de las hermosas imágenes que ilustran la nueva traducción de Íñigo Jáuregui, que agiliza, y mucho, las anteriores y que reclama su lugar desde el título: los días ya no estremecen, sacuden.
“Fue también una gran revolución artística”
Fernando Vicente (Madrid, 1963) trabaja siempre de pie. Comenzó a publicar sus obras en los años ochenta y aún prefiere el pincel al ratón: “soy un ilustrador de caballete“. Tras ilustrar el resumen de Pérez-Reverte de la peor de nuestras guerras (‘La guerra civil contada a los jóvenes’) y el texto más leído de Karl Marx (‘El manifiesto comunista’), ha convertido su caballete en una ventana al Petrogrado de 1917. El resultado es la mejor edición del clásico de John Reed.
Defiendes que una buena ilustración es una metáfora visual. ¿Por eso muestras a Lenin como un gigante una y otra vez?Con las metáforas visuales lo que pretendo es que la ilustración cuente algo más, que tenga una segunda lectura. Si a Lenin le represento como un gigante es porque, contrariamente a su baja estatura, esa es la sensación que da cada vez que aparece en el libro.
Tus imágenes son inconfundibles, pero todos tus libros ilustrados tienen su propio estilo. En este caso, es evidente la inspiración en la propaganda soviética y el constructivismo ruso…
La propaganda soviética me parece un material gráficamente extraordinario, un avance increíble en el diseño de la época. Creo que mezclar esas imágenes con las fotos de los obreros y los revolucionarios es la aportación que yo hago en el libro. Realmente, no fue solo una revolución social, fue también una gran revolución artística.
Y ahí se cuela el grito de Lilya Brik que inmortalizó Rodchenko. En el original, Lilya gritaba: “¡Libros!”, aunque para los que no sabemos cirílico podía gritar cualquier cosa. Muchas de tus ilustraciones contienen palabras en cirílico. ¿Crees que se entienden por completo si ignoramos su significado?
Creo que sí. Las he extraído de carteles auténticos de la revolución y, una a una, sé cuál es su significado, pero yo las utilizo solo como apoyo gráfico.
¿Viste ‘Octubre’ (la película de Eisenstein) antes de empezar?
No, no la encontré. Sí repasé ‘Reds’, la película de Warren Beatty sobre John Reed, y ‘El acorazado Potemkin’, de Eisenstein.
¿Todos los momentos del libro que has ilustrado los ha elegido tú?
Sí, pero son ilustraciones muy genéricas. Durante todo el transcurso del libro se suceden las asambleas y los mítines. El verdadero protagonista es la revolución.
¿Descartarte alguna escena?
Sí, siempre descartas cosas. El libro que manejaba llegó a tener más de 100 marcas para ilustrar, pero siempre hay que ponerse un límite. Al final tiene 27 ilustraciones, casi todas a doble página.
Pd: En este vídeo podéis ver las ilustraciones de Fernando Vicente para esta fantástica edición.
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