No deja de llamarme la atención el inusitado éxito que están teniendo las redes sociales especializadas en lo que se ha llamado dating, matchmaking, contactos,... en definitiva, eufemismos del clásico ligar o buscar pareja.
En estos portales, efectivamente, se ponen en contacto a personas interesadas en conocer a otras. Tanto si se busca el trato carnal, como si es espiritual, como si es una combinación de ambos, como si no sabe qué es lo que busca, la estrategia de indagación consiste en describirse uno mismo (cuantas más facetas de su vida, mayor definición), a fin de que los interesados puedan discriminar, distinguir, de entre esa marabunta de gentío, aquellas personas afines. Si hablamos de amistad, no suele ser demasiado difícil, puesto que partiendo de hobbies o áreas de actividad comunes, se pueden encontrar personas afines. Si hablamos de interés, igualmente puede ser efectivo (aunque el interés sea matrimoniar), siempre que juzgue cumplidos un mínimo de criterios que se consideren relevantes. Pero cuando se trata de amor, y aquí me refiero estrictamente al sentimiento puro y sincero, la cosa no la veo tan clara.
A falta de parámetros concluyentes, se presupone que cuantas más áreas de interés compartan dos personas, mayor posibilidad de enamorarse. Desde el trabajo que realizas, a la altura que gastas, actividades que te gusta hacer en tu tiempo libre, deportes favoritos, lugares ideales, etc. La lista de factores a valorar es interminable (algunos de ellos, insólitos) y, proporcionalmente, igual de tedioso resulta rellenarlos. Incluso suelen adjudicar un breve espacio para autodescribirse de manera personal, que... ¡oh!, ¡sorpresa!, casi nadie aprovecha. O se usa para decir lo que todo el mundo (una sarta de estereotipos e ideas prefabricadas que voy a evitarles el sonrojo de citar) o se deja en blanco, sin rellenar (¿la única oportunidad de destacarte propiamente, de definirte, y la dejas pasar?). De cualquier manera, el resultado final es un listado de características y cualidades humanas que te describen como persona, pero solo eso. Pura física. De esa misma manera se puede detallar cómo es un edificio o retratar un coche, pero no me dicen nada de lo realmente relevante en el amor: El cómo me hace sentir esa persona. Parafraseando las palabras de Clinton a Bush, sobre cómo iba a ganar las elecciones: ¡Es la química, estúpido!
Preciosa la chica, oye. Le gusta esquiar y hacer senderismo, como a mí. Las películas de aventuras y la música actual ¡Qué casualidad! La playa y salir a cenar, sus actividades favoritas,... Si continúan sumando ítems coincidentes debe llegar un momento en que no le quede más remedio que concluir que acaba de hallar a la chica de su vida. Ahora pasamos a la prueba del algodón, el infalible examen de la realidad. Quedas con ella, te tomas algo, y cuando la conocemos, aún en el caso de que haya sido completamente sincera (algo no tan fácil, incluso cuando esa haya sido la intención) resulta, que sí, que bien, que es agradable y simpática, que me gusta… pero no me dice nada, no me llama. No hay conexión.
Imagínense que desean adquirir una obra de arte. No tanto por vanagloriarse de su propiedad, tampoco como táctica de inversión económica, sino que lo hacen por el loable y romántico (en el sentido que le daban en el siglo XIX a este término) deseo de disfrutar de ella, de emocionarse contemplándola, de dedicar tiempo a sentirla y apreciarla. Supongamos que sus circunstancias no le permiten encontrarla en su entorno de vida cotidiano, así que decide buscar por internet. Y héteme aquí que, en vez de encontrar una sala de exposiciones virtual o la galería de un marchante de arte, se topan con webs que tratan de encontrar la obra de arte perfecta para usted, para lo cual les empiezan a hacer preguntas:- ¿Escultura, pintura, audiovisual, teatral,...?: ¡Qué sé yo! El Laocoonte y sus hijos me encanta como escultura, pero La noche estrellada de Van Gogh también me gusta a rabiar, y no digamos las obras de Miura y Jardiel Poncela puestas en escena...
Bueno, de acuerdo, acotemos el ámbito de búsqueda. Supongamos que nos ceñimos al arte pictórico.- ¿Dimensiones del cuadro?- ¿Altura, ancho, perímetro,…?- ¿Qué colores quiere que contenga su obra de arte? Amarillo, bermellón, cian, azul cobalto, magenta, negro, rosa palo, verde aguamarina...-¿Intensidad, matiz y brillo de cada color? ¿En qué proporción quiere que se encuentren estos colores combinados?- Carboncillo, pastel, óleo, acuarela fresco, gouache,...- Surrealista, Art Decó, Naif, Transvanguardia, Expresionista, impresionista, mediopensionista,...
Por supuesto, que ya seguiría hasta el final, para ver en donde acababa todo eso, pero, ¿qué pensaría usted de este sistema para identificar una obra de arte que le conmueva?
Pues eso. Lo mismo pienso yo.
No obstante, estas webs cuentan con factores a favor, entre otros, el que las personas inscritas tienen el deseo de encontrar a otra, que como motivación, no es nada despreciable. Muchas de ellas están deseando enamorarse, y con esa predisposición, es posible ser muy indulgente con los defectos del recién conocido/a y disfrutar de sus virtudes, que se hallarán ampliadas a la enésima potencia gracias al factor novedad. Pero, continuemos con nuestra búsqueda del sentimiento limpio y profundo. Excluidos el criterio “sí, necesito enamorarme” (que sesgará su juicio, el emocional también) y el criterio “quiero tener pareja” (que también trabajará, de manera consciente o inconsciente, y con entusiasmo a favor de adecuarse a alguien), supongamos que logramos mantener intacto el fundamental: Busco una relación íntima, realista, saludable, plena y significativa. Una relación que me aporte, lo que implica que debe mover sentimientos dentro de usted y promover actos o hechos fuera de usted, consecuentemente, fortalecer sus potencialidades, promover el crecimiento de su persona(lidad).
¿Y eso qué es lo qué es? Por mucho que a usted le indiquen todos los ingredientes que conforman una vichyssoise de puerros con jamón escaldado sobre lecho vegetal decosntruido, por muy apetitoso que suene el nombrecito o muy claro que le queden sus ingredientes, hasta que no la pruebe no sabrá si le gusta o desagrada. Si es algo por lo que merecía pagar la pasta que probablemente le cobren en ese restaurante minimalista o ha sido tirar el dinero. O quien sabe si, tras probarlo, le sucede algo parecido al crítico gastronómico de la película Ratatouille: se le quedan los ojos clavados en el horizonte, el cuerpo petrificado y su cerebro, iniciado un denodado e infructuoso esfuerzo por encontrar en su memoria un sabor parecido con el que poder contrastar, termina por rendirse, dejándose inundar por el sabor más espectacular, satisfactorio y fastuoso que sus papilas gustativas hayan tenido nunca el placer de saborear. Pero esto, como todos sabemos, solo pasa en las películas. Aunque, les digo, nunca descarten el aforismo que dice “la realidad siempre supera a la ficción” (aunque en pocas ocasiones).
Pero, como todos sabemos, quererlo es una cosa y que aparezca es otra. Se puede elegir con quien estar o convivir, pero no de quién se enamora uno. En cualquier caso, me parece claro que tener meridianamente claro lo que encuentra uno satisfactorio en una relación sentimental nos ayudará a no meternos en callejones sin salida y obtener mejores resultados que el simple método de ensayo/error.
Al respecto, solo puedo dar unas breves recomendaciones, por lo demásbásicas, pero que son de lo único que puedo hablar dada mi experiencia personal:
1. Aclárese y concrete qué busca usted en otra persona.- Esto implica conocer en cierta medida sus necesidades personales. Y una labor de introspección medianamente fiable requiere de cierta madurez. No se trata de redactar un decálogo estricto e inamovible de características que debe tener la otra persona, pero sí saber cuales de ellas son imprescindibles (humor, ternura, comprensión, pasión, admiración, etc.) para que usted se sienta bien con ella.Obvio que a más exigencia, más dificultad para encontrar la persona adecuada. De manera que, no esperen que sea ni inmediato ni directo. De hecho, todo apunta a que tendrá que pasar tiempo, o igual ni aún así. Pero si se encuentra en esta búsqueda (y entiendo que si ha leído hasta aquí, lo debe estar) considere que rebajar el listón probablemente le lleve a estar con alguien, pero quizá no a estar satisfecho con ese alguien. No estaría de más plantearse seriamente evitar perder el tiempo y no hacérselo perder a otra persona.
Una vez encuentre a alguien que le haga tilín, el dilema subsiguiente sería otro. Pero ¿Qué siento por esta persona?¡Ahí es nada! La pregunta del millón. En la fase de post-impacto, esto es, una vez se ha disparado el sentimiento, el ardor con el que haya entrado en su vida esa persona, las fastuosidad de su presencia, las necesidades que palpitan bajo su piel, etc. pueden confundirle, o impedir obtener una respuesta clara. Le escuché a Jose Antonio Marina una estrategia, que si bien no es definitiva, creo que puede dar una orientación más fiable. No se centren en “qué siento por esta persona” sino en “qué me gustaría hacer con esta persona”. Con esta persona me gustaría practicar coito tras coito en una noche de locura y desenfreno. Con esta persona me gustaría conversar largamente mientras paseamos frente al mar. Con esta persona me gustaría convivir. Con esta persona me gustaría salir de copas,... Sumen y resten las cosas que le gustaría hacer con esa persona y tendrán datos para poder etiquetar lo que sienten con mucho más acierto: Sexo, amigo/a, pareja, esposo/a, amigo/a con derecho a roce, compañero/a de farra, etc.
2. Busque alguien con quien esté a gusto.- Aunque suene de Perogrullo, se trata de encontrarse, de estar en contacto (por tanto, físico) con alguien. Esa presencia debe hacerle sentir bien, debe ser grata, que no es necesariamente igual a que le guste estar con ella. Puede gustarnos estar con una personas atractiva o seductora, pero que en el trato cotidiano sea insufrible. Me refiero más a que esa figura le inspire confianza, y que lo haga de manera natural. Por decirlo de alguna otra forma, una persona con quien la cosa fluya, con quien haya conexión, con quien pueda ser como usted es, y encima, eso le haga sentir bien. Características como las mencionadas antes (el respeto, la capacidad de comprensión, la ternura, la generosidad,...) suelen promover y generar esa química, ese bienestar. No se me olvida incluir también el sexo, que tiene un peso específico. Si se encuentra en este estado emocional, el deseo, las ganas de la otra persona, deberían manar de forma espontánea. Y es un factor crítico. No se trata de lograr alcanzar el éxtasis absoluto ejecutando piruetas circenses como en aquella peli (bueno, igual sí), si no de que a usted le parezca satisfactorio. Si no lo siente así, igual el sentimiento tiene más que ver con la amistad o el altruismo.
3. Busque alguien con quien le guste conversar.- No se trata de mantener entrevistas filosóficas trascendentales ni tampoco de cotillear de los amigos. Me refiero a alguien con quien se entienda, con quien comunicarse sea algo placentero, esto es, con quien le guste compartir. El amor es una larga conversación, de manera que la comunicación debe funcionar puesto que es fuente de gratificación en sí misma, promueve la complicidad, aparte de que, no les quepa duda, cuando la cosase atranque, será la herramienta por excelencia para resolver problemas en la relación. A mayor entendimiento, mayor complicidad, mejor humor, mayor sensación de que esa persona nos aporta.
4. Busque alguien en quien encuentre reciprocidad.- No solo en la actitud de apoyo y cuidado que debe imperar en una relación sana y profunda, sino en la calidad de esa correspondencia. Tan sospechoso me parece, en este punto, una entrega desinteresada y absoluta (porque entonces la persona está dejando de quererse a sí misma y acercándose peligrosamente al abismo de la dependencia emocional) como igualmente vano entiendo el caso opuesto, en que la otra persona no le corresponde, o no lo hace en la medida que debiera. Si no le ama, si solo se deja querer, me temo que no hay caso. Podrá conseguir su afecto, su compasión, su buena voluntad,... pero no existe la química. Una actitud honesta, en ese supuesto, sería aceptar la realidad y dejar de marear la perdiz.
5.- Pero por encima de todo, busque a quien busque, debe ser usted mismo.-Quizá no lo parezca, pero la variable fundamental de la ecuación amorosa no es la otra persona: es uno mismo. Sea cual sea la relación que se establezca, ese sentimiento que anida en su pechito solo será suyo. Por descontado que entiendo lo compartirá con la otra persona. Pero el cómo ella lo perciba o asimile o sienta está fuera de nuestra competencia. Es algo que pertenece estrictamente a ella, tanto si lo comparte y es recíproco, como si no. De manera que me parece sensato resaltar que usted solo es propietario de su sentimiento. Su obligación ética es disfrutarlo, cuidarlo y potenciarlo. Y obviamente, tratar de elicitarlo en su partenaire, para que ambos puedan regocijarse y deleitarse. Pero si la otra parte no le corresponde, puede entristecerse por ello, lamentarse o clamar al cielo, pero lo que no puede es renegar de lo que ha sentido y siente. Ese sentimiento es lo único realmente suyo. Es su obra, su retoño, parido, alimentado y criado por usted.
Y hasta aquí puedo leer… Lo que después decida(n) hacer con ese sentimiento será una decisión personal. Dependerá de cada uno de ellos el cómo prospere la cosa, que ese sentimiento sea la base de una aventura, de una pareja, de un matrimonio, de una familia numerosa, etc. Tampoco está de más destacar que, aunque usted busque el amor verdadero y lo encuentre, desgraciadamente, el amor solo, no basta para asegurar una relación plena y satisfactoria. Pero con el mismo convencimiento les digo (y de esto no me cabe la menor duda) que es el más sólido y fiable cimiento para iniciar una relación íntima y profunda.