Curiosidad. ¿Qué hay detrás de las cortinas en esta sala ubicada en el Pão de Açúcar? Poco, la verdad. Una reproducción del movimiento del teleférico. Si la bien la técnica merece la atención, más me hacía gracia ver a la gente intentando descubrir lo que se escondía allí detrás.
Havaianas. Por todos lados, de todos los colores. En Río, quien no vaya caminando por ahí con un buen par de estas sandalias, entonces está caminando por otra ciudad.
Fe. En la Catedral Metropolitana de São Sebastião hay que entrar mirando hacia arriba. Los colores de sus vitrales se mezclan con las oraciones y es imposible dejar de mirarlos. Dicen que el espectáculo es mayor cuando les da la luz del sol. Pero ese día, llovía.
Escalones. Poco más de 200 escalones vibran con sus colores en el barrio Santa Teresa. La Escalera de Selarón, nombre que se le da por el artista chileno Jorge Selarón, está ahí desde 1990 y la mantiene en constante desarrollo, agregando una que otra baldosa. Un respiro en el centro del caos.
Juegos. En cualquier playa de Río, no importa la hora, la red se cuelga para emprender buenas y largas jornadas de futebol, voleibol o tenis. Hay que sentarse en la arena a ver un juego y la ciudad al lado de sus olas. Este es un pedacito de Copacabana.
Arte. Las figuras de arena son bien conocidas en toda la orilla de Copacabana. Si miras, colabora con algo porque es arte al aire libre, aunque a veces la arena no resista a todas sus formas.
Libertad. Lo más cercano a un carnaval de Río de Janeiro, es una parada gay. Otra vez Copacabana dejó que sus calles deliraran de colores y entusiasmo, sin inhibiciones. Al mejor estilo Sex & The City.
La mejor foto. No importa el calor, el poco espacio, la vista maravillosa que tienen a sus espaldas. Todos se agolpan y como pueden, tratan de tomar una foto al Cristo Redentor, una de las 7 maravillas del mundo.
Maravilla. El Cristo Redentor, sin sospechar que tiene bajo él cientos de personas buscando su mejor pose, abraza a Río de Janeiro, haciendo voltear a todos, desde cualquier ángulo de la ciudad.
Whisky. Todos lo conocen en Ipanema. Con un vaso de whisky puro se va paseando por la playa, haciendo chistes, guiando a los turistas, riéndose solo. A veces, también duerme.