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Alejandra Zina nació en Buenos Aires en 1973. Publicó la antología Erótica argentina y, en co-autoría, la compilación En primera persona. Correspondencia argentina en dos siglos. Tiene editado el libro de cuentos Lo que se pierde. Relatos suyos integran diversas antologías de Argentina y España. Ha publicado cuentos, notas y reseñas en Clarín, Ñ, Perfil, El Litoral, Mil Mamuts y El Ojo Mocho, y en las revistas españolas Culturamas y Calibre 38. Es una de las organizadoras del ciclo Carne Argentina. Coordina talleres de escritura de forma particular y en la Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica. Vive con su pareja y su gato Peckinpah.
Compartimos con ustedes la entevista que le hicimos a la escritora:
¿Cómo empezaste tu carrera como escritora y cuándo?
Me cuesta asociar la escritura con una carrera. Justamente porque una carrera es algo fechable, sistemático, previsible. Después de estudiar Letras, donde se lee y se escribe sobre lo que se lee, me anoté en un curso de cámara y guión. Me atraía entrar en otro lenguaje, supongo que era una forma de descansar de la palabra escrita. No pensaba en ser escritora, pensaba en inventar historias. Después descubrí a Alberto Laiseca y empecé su taller. Así que no hay un momento, sino un lugar. O varios. Encontré lugares y encontré personas que me acercaron a la escritura.
¿Te inspiró alguien en particular?
Yo lo veo más como un conjunto de experiencias. Lo que leí, lo que viví, la curiosidad.
¿A qué hora del día te surgen más ideas?
A las cinco de la tarde. A las dos de la mañana. Sin horario fijo.
¿En qué lugar de tu casa te gusta escribir? ¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo?
Escribo en mi escritorio que está debajo de una ventana que da al pulmón de manzana de un quinto piso. Desde mi silla puedo ver varios contrafrentes de edificios, la mayoría negros de hollín, y la copa generosa de un palo borracho. Tengo un par de bibliotecas, un par de estantes con libros, fotos y mucha utilería: el hueso de una ballena que me regaló un guardavidas, una mano de arcilla con un billete de 2 pesos enrollado entre los dedos para la suerte, un globo terráqueo, la piña que traje de mi último viaje a Gesell hace 14 años.
¿Cómo surgió la idea de “El trámite”? ¿En qué te basaste para escribirlo?
Hace tiempo que vengo escribiendo unos textos breves donde se cruza lo autobiográfico y la crónica impresionista, son un poco un ejercicio de mirar y oír. Un momento puntual, un encuadre que es mi punto de vista y una situación cotidiana que quizá se enrarezca al contarla. Este relato surgió de una jornada de varias horas en una sucursal del Banco Nación en Villa del Parque, haciendo un trámite para mi vieja.
¿Cuáles son tus autores preferidos?
Mis preferidos dependen del momento. Desde hace un tiempo vengo leyendo y releyendo cuentos de Cheever, Munro, Flannery, Carson, Keegan. También argentinos que estaban más escondidos para mí, leí cuentos buenísimos de Sara Gallardo, Norberto Soares y Marcos Herrera.
¿Qué autores recomendarías leer?
Ya mencioné autores, ahora recomiendo libros: La mujer que escribió Frankenstein de Esther Cross, Berazachussetts de Leandro Avalos Blacha (se acaba de reeditar), Límite oeste de Ana Cerri. La poesía de Estela Figueroa y de José Villa.
¿Qué libro famoso te hubiera gustado escribir?
Más que escribir un libro famoso (ya escrito), me gustaría memorizar frases enteras, fragmentos o poemas para decirlos así como si nada, no para chapear, sino para decirlos en voz alta, recordarlos, compartirlos. Pero no me da la memoria.