ph: La Balandra
¿Cómo fueron tus inicios como escritora?
Lo curioso es que los adictos a los libros no podemos dar cuenta de inicios o finales de nuestra relación con ellos. Es un lento progreso hacia una elección que con el tiempo se convierte en una forma de vivir, estar y ser. Desde antes de saber leer, me desesperaba “adivinar” los textos de un libro con dibujos; el paso siguiente fue que me encantaba buscar volúmenes en la biblioteca del colegio, escribía cada vez que tenía un rato libre y terminé eligiendo Letras en grado y posgrado. Me volqué a la investigación y a la gestión de programas literarios para instituciones culturales. Tardé mucho en escribir con el ánimo de publicar y sigo creyendo que publicar no es lo importante, aunque es lo visible. Hoy, casi cuarenta años más tarde, siento exactamente lo mismo que a los cinco, una avidez idéntica por los libros que aún no leí o los que quisiera releer. La literatura funciona como un impulso indetenible: se escribe porque es un acto permanente de corregirse a uno mismo; se lee porque hay que leer todo antes de morirse.
¿Te inspiró alguna persona o alguna situación en particular?
La figura de la escritora y editora Laura Massolo fue decisiva en la etapa anterior a escribir mi primer libro de cuentos y publicarlo. Pero en cuanto a cómo surgió este interés en mi vida, imagino que es una condición que vino conmigo.
¿Existe un horario propicio para ponerte a escribir o cualquier momento es ideal?
Prefiero bien temprano a la mañana para estar libre de los pensamientos domésticos y laborales que luego te van intoxicando durante el día.
¿En qué lugar de tu casa te gusta escribir?
Donde haya silencio.
¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo?
Todas las paredes del living están ocupadas por bibliotecas que van de piso a techo y de extremo a extremo. Hay muchísimos libros y muchas plantas. A un costado tengo un escritorio antiguo que da hacia el jardín, ahí escribo.
¿Cómo surgió la idea de “Algunas familias normales” y en qué te basaste para escribirlo?
Algunas familias normales se publicó en 2016 por editorial Zona Borde y tuve la fortuna de que dos de los escritores que más admiro –Enrique Vila-Matas y Eduardo Berti- reseñaran la contratapa. Este libro en conjunto trata sobre relaciones que se generan a partir de búsquedas y obsesiones por lograr esa idea absurda pero común de ser “normal” como sinónimo de felicidad. Por eso el último cuento, que se llama como el libro, Algunas familias normales, se funda en la famosa frase de las familias felices de Tolstoi. Tener una familia tipo, dientes blancos, cabello en el lugar indicado, pareja armoniosa, hijos sanos, una bonita foto, éxito profesional. Buscan mostrar ese ridículo: siempre hay un detalle fuera de lugar, una foto mal sacada, cielo que sobra, algo que falta para que lo normal se cumpla. Algunos son bastante disparatados, construidos desde ese registro del sinsentido que comenté antes. También incluí diversas conjunciones de “familia”, en realidad de convivencia: padres e hijos o hermanos, pero hay cuentos donde la relación es entre un periodista y su investigado, o un fan joven y la estrella de cine vieja, un consorcio de edificio, un grupo de trabajo. Me animo a decir que son relatos con síntomas. Muchas veces aparece alguien externo encarnando el síntoma: una pareja de enanos, un músico indigente, un chico con una rara enfermedad, un señor que acumula miles de bolsas de basura en su patio, unas mujeres que muestran su disconformidad en el trabajo fumando en lugar de llorar, consorcistas que se oponen a la convivencia con una vecina, un taxista que decide secuestrar a una pasajera y su hija para armar con ellas una familia ideal. El contraste es que muchos de ellos se sienten bien en su anomalía, a diferencia de los otros que pretenden encajar dentro lo estereotipado. Sigo escribiendo, relatos y novela.
¿Qué estás leyendo por estos días?
El ojo castaño del amor, cuentos del rumano Mircea Cartarescu. Leí el primer relato durante un viaje en tren y lo que me despertó difícilmente sea expresable con adjetivos y adverbios. Es una escritura tan íntima y sensible que te sucede en la piel, se lee con el cuerpo. Considero contraindicado describirlo.
¿Cuáles son tus autores preferidos?
Los autores que me fueron inquietando en particular son los que tienen cierta afinidad por el grotesco o el absurdo: libros con una mirada irónica, burlona y desencantada del autor. Me interesan los artistas en general (también directores de cine, músicos o actores) que se ríen de nuestra torpe forma de existir, que dotan de “gracia” nuestras miserias, ridiculeces cotidianas o nuestras nimiedades, y que a partir de ese doble sentido plantean cuestiones humanas muy profundas, pero también risibles. En todos ellos aparece el disloque, el malentendido, un error de interpretación o una decepción radical, en el marco de una sátira social, y fundamentalmente el juego, el pensamiento lúdico, en la base de todo. Borges, por ejemplo. Cortázar, Monterroso, Macedonio, Quevedo, Unamuno, Pirandello, Camus, Queneau, Perec, Ionesco, Beckett, Moravia, Calvino. Aparte, otros en ese tono como Kennedy Toole, John Fante, Alfred Hayes, Stephen Dixon. También tengo predilección por los libros que se miran a sí mismos y juegan con la idea de la lectura y de la escritura en espejo: la metareflexión, la metaescritura, la confusión entre ficción y realidad, aunque no sea explícito. El juego y la risa seria en todos los planos: adoro los autores que te hacen reír en voz alta. El Quijote me hacía llorar a carcajadas.
¿Qué autores recomendarías leer?
Cuando recomiendo trato de indagar en cómo es el lector. Pero la lista es infinita: digamos que los clásicos sobre todo, pero también hay muchos contemporáneos insoslayables. Por mencionar algunos predilectos que leo y releo mucho: Enrique Vila-Matas, Eduardo Berti, Stephen Dixon, John Banville, Philip Roth. Borges, John Cheever y Silvina Ocampo son autores que podría releer cientos de veces. De los argentinos más actuales me interesaron la prosa de Julián López, Diego Erlan y Jorge Busqued, pero imaginate cuántos hay que no leí todavía.
¿Existe algún libro famoso que te hubiera gustado escribir?
No es un libro famoso, pero Buenos, lindos y limpios es la novela de Vera Fogwill con la que me sentí muy identificada; me atraparon la estructura, el tono, la mirada y el estilo. Tiene mucho del sentido del absurdo que mencioné antes. Quizás no la escribiría tal cual (porque posiblemente no se me hubiera ocurrido), pero sí al leerla tuve la inmediata impresión de que podía identificarme con la autora. Esas sensaciones como lector nunca tienen una explicación racional o lógica, pero que un libro te despierte experiencias inexplicables así es lo que me fascina de la literatura.
Muchas gracias Mariana por la buena onda!!!!