Revista Libros
100 años de soledad…Empieza a hacer más calor, las lluvias no ceden terreno, pero al menos ya le van dejando mas espacio a las tardes soleadas y el brumoso frio de agosto comienza a ser mas un pálido fantasma, que una realidad intransigente. Debe haber sido a inicios del otoño mas o menos que inicie con el clásico de García Márquez, tipo al que tengo en un altar; sus libros tienen la “mágica” (anoten esa palabra porque probablemente la reiterare mucho) tendencia a substraerme de la realidad mientras le voy dando vueltas y vueltas a las paginas, ya lo había conseguido antes con “El amor en los tiempos del cólera” hace poco, “La triste historia de la cándida Erendira” hace mas, “Del amor y otros demonios” hace años, y “Crónicas de una muerte anunciada” hace ya casi una década. Sus lecturas no tienen un avance fijo, mas bien me parece reiterada la intención de deleitarnos en los detalles, de hacernos ver (y sentir) la rutina de los personajes, sus pesares, alegrías, sus penas y supersticiones, pero por sobre todo en este libro, esa idea de avance cíclico (notable la habilidad del autor para ir girando y girando en torno a una trama que parece mas profundizar que avanzar) se hace mas presente que nunca y lo mejor es que ahí es donde residen sus principales fortalezas; en la descripción, en los detalles, como dice ese viejo refrán “en los detalles esta el diablo” y cien años de soledad tiene muchos diablos con los que “cuentearnos”.Y así entre el castaño en el que duerme el fantasma del buen José Arcadio Buendía, en el mismo en que se muriera el Coronel Aureliano Buendía meando, la ascensión mágica de Remedios, la bella, en unas sabanas voladoras, las atracciones traídas desde el mundo “ajeno a los acontecimientos rutinarios de Macondo” por los siempre itinerantes gitanos, o las necesarias e inútiles guerras libradas entre liberales contra conservadores y viceversa, o mezclados entre ellos. Los hijos nacidos del incesto con sus colas de chancho, o bien el milagro de la alquimia y los pescaditos de oro hechos, destruidos y vueltos a armar es que se vuelven características tan necesarias como las mismas manías de los personajes con nombres heredados y repetidos hasta el cansancio, casi tan repetidos como el inevitable sino de soledad que va recubriendo a todos los habitantes de la casa fundadora. Es una lectura hipnótica, que goza de total vitalidad en todo instante (de ahí es que me pregunto por que abandone en su momento la lectura cuando estaban a punto de fusilar al coronel). Lectura larga dicho sea de paso, no obstante si se contrapone con el goce de cada pagina, se sobreentiende el apelativo de clásico inmutable del cual se a apropiado su nombre.Por eso y por mucho mas es que espero “al menos como intención” el volver a reencontrarme y releer algunas cuantas veces mas la génesis, éxodo, auge y descenso de Macondo al menos antes que acá en Talagante (mi nuevo Macondo personal), me asome por la ventana y empiecen a llover flores amarillas, como el día en que José Arcadio Buendía abandono su cuerpo material.PD: este no es el análisis del libro, simplemente es la comprensión de la abultada cantidad de sabores que me dejo el sucumbir a su cronología plagada de “MAGIA” (ahora si con mayúsculas).