Revista En Femenino

100 años rompiendo murallas.

Publicado el 08 marzo 2010 por Daniela @lasdiosas

Se cumplen 100 años desde aquella histórica Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague, en la que una de las precursoras feministas, Clara Zetkin, inspirada en los Women's Day que venían celebrando las socialistas estadounidenses desde 1908 para reivindicar sus derechos políticos, propuso una resolución dirigida a establecer un Día Internacional de las Mujeres para llamar la atención sobre la necesidad de que las mujeres tengan plena igualdad con los hombres, iguales derechos laborales e iguales derechos políticos. Hace un siglo, una conferencia realizada en esa ciudad marcó un hito en la historia de la humanidad, mientras la realizada en diciembre del año pasado por el cambio climático no ha dejado más que sinsabores por los escasos logros que se tuvieron.
Cómo se definió que sea el 8 de marzo el día aun es un asunto en discusión.[1] Lo cierto es que la fecha estuvo precedida y seguida por varios procesos, todos los cuales tenían en común la exigencia de las mujeres de gozar de iguales derechos. No eran procesos que se daban aisladamente o en un solo lugar, sino que en diferentes lugares del mundo confluía el despertar de las mujeres por la exigencia de sus derechos.
En el Perú, María Jesús Alvarado fue pionera en la lucha por los derechos políticos, laborales y contra la subordinación de las mujeres en la sociedad de aquella época. En 1911, en la Sociedad Geográfica de Lima, dicta su conferencia “El feminismo”, en la cual sustenta que en una sociedad democrática no cabían las diferenciaciones de género ni las subordinaciones y que era hora ya de que las mujeres gozaran de los derechos civiles y políticos.
Eran tiempos en que las mujeres no tenían derecho al voto, tenían la obligación de seguir al marido dondequiera que él se traslade, usar su apellido una vez casadas, vivir bajo la tutela de los hombres, padres o maridos. Por ello, la lucha de las precursoras es más significativa. Zoila Aurora Cáceres es una de las mujeres que mayor empuje dio a la reivindicación del derecho de las mujeres a su ciudadanía. Fundó en 1924 la sociedad Feminismo Peruano, que tenía como objetivo reivindicar los derechos civiles y políticos de las mujeres peruanas, aunque a lo largo de su trayectoria su lucha se inclinó más por los derechos políticos. Señala Maritza Villavicencio que esta sociedad fue “una voz solitaria en condiciones altamente adversas”.[2]
Actualmente no nos imaginaríamos no tener el derecho al voto. Sin embargo, es gracias a la lucha de estas mujeres, que a contracorriente con su época defendieron ese derecho que en 1955, durante el gobierno del general Manuel A. Odría, el Congreso de la República le dio el voto a las mujeres, pero sólo a las alfabetas, siendo por primera vez elegida una mujer para el Senado y ocho para la Cámara de Diputados en 1956. El otorgar el derecho al voto sólo a las mujeres que sabían leer y escribir significaba necesariamente una discriminación de clase y étnica, pues en su mayoría quienes tenían esas condiciones eran mujeres urbanas de clase media o alta.
Mucha agua ha corrido en los ríos de la lucha de las mujeres para que ahora tengamos no sólo el derecho al voto, y la posibilidad de elegir y ser elegida, sino una serie de derechos que se han ido ganando gracias a la lucha de muchas mujeres, que han colocado en la agenda pública sus problemáticas y exigido cambios y leyes que les garanticen sus derechos. El camino no ha sido fácil y hay muchos logros de factura relativamente reciente. Por ejemplo, el que la violencia contra la mujer fuera considerada como algo absolutamente privado y como un derecho masculino si nos “portamos mal”, somos infieles, o no cumplimos los roles estipulados para nosotras fue puesto en tela de juicio recién en los años 80. Las primeras leyes contra la violencia hacia las mujeres se dieron en América Latina en la década de los 90, que es cuando se dieron también cambios trascendentales como la eliminación de la exención de pena para un violador y sus cómplices si es que se casaba con la víctima, aberración que fue derogada recién en abril de 1998.
Para muchas jóvenes, sería inimaginable que les obligaran a llevar el apellido de su esposo, que les arreglaran el matrimonio, que no le permitieran estudiar medicina y que solo pudieran optar por una carrera “adecuada” para su género, o esperar el matrimonio como fin supremo de su existencia, que no pudieran decidir cuántos hijos quieren tener o resignarse a tener los que Dios les envíe. No significa esto que no haya aun situaciones similares que viven muchas mujeres. Veamos no más la prohibición de la AOE en los servicios de salud para darnos cuenta de que algunas cosas se mantienen, que hay retrocesos en los derechos, que la pobreza sigue ensañándose con las mujeres, especialmente con las indígenas, con las mujeres rurales, quienes siguen siendo las que menos oportunidades tienen de acceder a la escolaridad, a ingresos dignos, de potenciar sus capacidades.
Por otro lado, es menester señalar que pese a la dación de leyes antidiscriminatorias y pese a la presencia cada vez mayor de las mujeres en el Congreso, la sola presencia de las mujeres no garantiza que cambien las leyes y los marcos interpretativos sobre el género. Hay muchas cosas que aun no cambian, una de ellas es precisamente la alta tasa de incidencia de mujeres violentadas en sus propios hogares, por sus esposos, ex esposos o parejas, los feminicidios que no cesan, el hecho de que haya tan pocas científicas mujeres o que aun se considere que las mujeres no tenemos las mismas capacidades que los hombres y la enorme brecha que existe entre los salarios masculinos y femeninos, que alcanza un 34.4% según el estudio “Mujer y empleo, Buscando la igualdad”, realizado por Diana Miloslavich y Rosa Guillén. Si realizamos el estudio por origen étnico, veremos con seguridad que esta brecha aumenta incluso intragénero.
Muchos años han pasado y aún la lucha es larga. Por ello sigue siendo necesario que las voces de las mujeres se expresen. Este año, las mujeres en Lima se concentrarán nuevamente en el parque de la Muralla para expresarse contra la violencia, contra la pobreza, contra toda forma de discriminación. Al igual que en el histórico Meeting del Hambre Femenino que fue propuesto por Zoila Cáceres en 1919, en que marcharon unidas feministas, anarquistas, y mujeres de distintos grupos sociales, marcharán también las mujeres indígenas de diferentes organizaciones indígenas. Ellas realizarán una ceremonia ritual en el Parque Universitario para luego salir y encontrarse con la marcha organizada por el colectivo Canto a la Vida, que cumple ya 23 años. En esta ocasión entonces las mujeres peruanas continuarán construyendo la muralla contra la pobreza, la discriminación y contra la violencia juntando todas las manos, las manos negras, blancas, morenas, dando cuenta de la diversidad de colores y pueblos, una muralla que une Selva, Sierra y Costa, desde la playa hasta el monte, pasando por el bosque, cuyo horizonte será la justa medida de la esperanza de tener un mundo mejor, un país más equitativo, donde todos y todas nos reconozcamos en nuestra diferencia. En este 8 de marzo, también estarán con nosotras las hermanas haitianas Myriam Merlet, Magalie Marcelin y Anne Marie Coriolan, lideresas feministas víctimas del terremoto, las hermanas chilenas que también han vivido igual tragedia y todas esas mujeres que nos precedieron, que nos han dado el ejemplo y han marcado la ruta.
Por Rosa Montalvo Reinoso
[email protected]
La Ciudad de las Diosas
[1] Para saber más sobre los orígenes del 8 de marzo, ver http://www.ser.org.pe/index.php?option=com_content&task=view&id=486&Itemid=112
[2] Citada por Roisida Aguila Gil en La “aurora” del sufragio femenino en el Perú: Zoila. A Cáeres, 1924-1933. Mujeres, familia y sociedad en la historia de América latina, siglos XVIII-XXI

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