Revista Cultura y Ocio

100% Colombian

Publicado el 31 octubre 2011 por Kar

Volvíayer de un viaje de trabajo a Colombia. Venga, reconocedlo... ha sidoacabar la frase y todo el mundo ha pensado en hacer el chistecito.Que si me he traído bolas de coca metidas en mi estómago (u otraparte de mi cuerpo). Que si me había secuestrado la guerrilla. Quesi había estado en una fiesta en casa de uno de los capos de Cártelde Cali y habíamos acabado borrachos de ron disparando las uzis. Sí,por más que les pese al los colombianos (el tema salió en variasconversaciones), los tópicos pesan mucho. En todos los países,claro está. Lo que ocurre es que en Colombia los tópicos sonfrancamente chungos, y apenas pasan de la violencia, la corrupción,la droga y la Guerrilla. Si hasta Steven Tyler, en la biografía deAerosmith (excelente, “Walk This Way”, de 1997) se refería a suetapa de mayor adicción a la cocaína con una frase que venía a seralgo así como “he relanzado la economía de Colombia”. Tampocome andaré ahora con otro clásico de los reportajes de viajes,“Colombia es un país maravilloso” y blablabla. Pero sí escierto que hay mucho tópico por superar.
Enrealidad se trataba de mi segundo viaje al país este año, a Bogotá,concretamente. Lo que ocurre es que el anterior lo realicé en mediode esa travesía por el desierto que me alejó de este, vuestro blogfavorito, y bueno, por lo que sea, jamás hablé de él. En fin, misviajes laborales son particularmente poco atractivos para el relato.En un viaje por trabajo, habitualmente, no hay tiempo de hacerturismo, y uno pasa por los sitios sin ver ese monumento, ese museo,esa playa o esa calle tan característica. Tampoco se puede decir queme de margen para “diluirme con la población nativa” y todo eserollo tan de libro de viajes. En general, hay demasiado de esetriunvirato mágico aeropuerto-hotel-oficina que, lamentablemente,apenas tiene diferencias apreciables por todo el mundo. Lo intento,no obstante, buscar un poquito de tiempo para el turismo y,sobretodo, más por ser casi lo único que puedo conseguir, tratar demezclarme con la gente del lugar.

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Venga, un poquito de exotismo, que no se diga...

Unade las cosas que me llamó la atención fue el ritmo de trabajo.Reconozcámoslo, todo el mundo tiene en mente la idea de una cierta,digamos, relajación laboral. Bueno, supongo que de todo habrá, perotengamos en cuenta un detalle: la jornada laboral en Colombia es de48 horas semanales. Es decir, se trabaja los sábados. O enocasiones, se trabaja 9 horas semanales y sábados alternativos. Nosólo eso, sino que además hay tan sólo 15 días (naturales!!!) devacaciones al año.
Bogotáes una ciudad enorme, con unos diez millones de habitantes, situada aentre 2600 y 3000 metros por encima del nivel del mar. Eso, queparece un dato intrascendente, es algo que noté al despertarme laprimera noche. Una sensación como de congestión nasal, pero sintenerla. Entre la respiración un poco más costosa (me pregunto cómoserá en La Paz o Cuzco) y el desbarajuste del cambio horario, noresultan ser las mejores condiciones para trabajar. Pero amigos, unoes un profesional y lo afronta todo con la mayor dignidad de la quepuede hacer gala. Mi contacto en Bogotá me recoge en el hotel y nosdisponemos a llegar a la oficina. Las calzadas de las calles estándestrozadas, en pleno centro financiero hay unos socavones que hacennecesarios unos buenos amortiguadores en el coche. El tráfico escaótico, pero no sólo por la cantidad ingente de coches que hay,sino por el desprecio a las normas más elementales de seguridad alvolante. Sin embargo, y como suele ocurrir en estas situaciones,nadie se cabrea, nadie toca el cláxon. En Barcelona, una indecisióno un cambio de carril inesperado provocará una pitada monumental conmención a la madre incluida por parte del conductor de detrás. Noera el caso de Bogotá, donde todo el mundo aceptaba ese caos conresignación y calma. Para tratar de mejorar eso, el ayuntamientorestringe la circulación a días tres días de la semana por númerode la matrícula del vehículo. Es decir, el conductor de Bogotá nopuede sacar su vehículo un par de días determinados de la semana,que el local define con una expresión graciosa, “tener pico yplaca” (??), y el fin de semana es abierto para todos los coches.

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No está nada mal...

Tresacontecimientos marcaban el pulso de la semana: la cercanía deHalloween, las elecciones municipales que se han celebrado hoy,domingo, y la final de la Copa de Colombia. Como suele ocurrir encasi toda América Latina, la influencia de los USA es muy fuerte.Por eso, si en España, cásica, orgullosa, rancia, católica,apostólica y romana, resulta cada vez más difícil evitar laincorporación de Halloween a la festividad de Todos Los Santos, enColombia ya forma parte del imaginario colectivo, con niñosdisfrazándose y pidiendo caramelos incluidos. Todos los locales deocio de la ciudad estaban decorados con telarañas de pega,calabazas, lápidas y muñecos de brujas. Las fiestas prometían sergrandes, aunque se adelantaban al fin de semana, ya que al caer eldía 1 en martes, se trasladaba el festivo a un lunes de otra semana.Sin embargo, había un problema: las elecciones municipales deldomingo. Y por qué suponía eso un problema, se preguntará ellector de estas líneas. Pues porque en Colombia, la jornada dereflexión previa a la cita electoral incluye el establecimiento deLey Seca. Es decir, desde las seis de la tarde del sábado, estabaprohibida la venta de alcohol tanto en bares como en licorerías ysupermercados. Con lo cuál, había un cierto stress en comprar lasbotellas antes de esa hora para consumirlas en casas, en fiestasparticulares o antes de, como dicen allí, “irse de rumba” (ya meperdonaréis, a mí, que soy tontito, me hacen gracia estasexpresiones).

Yaunque el fútbol colombiano hace tiempo que está de capa caída, ylos años de gloria de la selección colombiana quedan muy atrás,sigue siendo un entretenimiento muy seguido. El jueves se jugaba lafinal de Copa (partido de vuelta), y muchas personas de la oficinadonde trabajaba esa semana se reunían para ver el partido en un bar,así que me invitaron a unirme a ellos. Todos los bares llenos arebosar de hinchas siguiendo con ese entusiasmo que todo el mundorelaciona con el fútbol argentino para ver el partido: Millonariosde Bogotá contra Boyacá Chicó. En fin, ni siquiera beberme variasbotellas de cerveza Club Colombia me hizo superar mejor un partidoque definiría el gran José María García de ramplón, ramplón.Pero amigos, en ese bar se podía sentir la Pasión. Al final, que séque andábais en un sinvivir, y pese al penalty fallado, acabóganando Millonarios, “los millos”, lo que desbordó la alegríaen las calles por parte de los hinchas (y el puteo por parte de lavecindad, supongo). Después, una cena a base de picada, un platopara compartir a base de patata criolla, morcilla y salchichas, en elcerro Santa Bárbara, y un canelazo, licor caliente y muy dulce parauna noche como ésa, lluviosa y algo fresca, como fue toda la semana.

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Vista de la ciudad desde el cerro, con un canelazo en la mano.

Enfin, por supuesto que también trabajé. Lo malo de esos viajes que,para ser en el otro lado del mundo, acaban siendo cortos, es queentre la jornada y el mal dormir por el cambio de hora, uno llegabaal hotel bastante cansado. Y los cachondos del hotel, además desurtir el baño con los clásicos jabones, pasta de dientes y demás,incluían un preservativo en el kit. Me pregunto si lo renovarían aldía siguiente, en caso de que lo hubiera usado...
Canciones:
MotherLove Bone: “Stargazer”FunLovin' Criminals: “Up On The Hill”VampireWeekend: “Mansard Roof”

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