Una de las tribunas del Mestalla, llena de hinchas del Attletic.
Hinchas del Barça, en Canaletas.
"El Jueves" desnuda a Aguirre, en un montaje copero.
Athletic y Barça repetirán esta noche, en el Vicente Calderón, la final de Copa del Rey vivida en Mestalla, hace tres años, cuando Valencia se convirtió en una fiesta del fútbol con aires de reivindicación política. Se dice estos días que sus escenas se volverán a vivir en el recién plantado césped del Atlético de Madrid y ante la presencia de un personaje, el príncipe, que no faltará, pese a los pitidos y gritos contra el mismo. Y que los 100.000 vatios de potencia del equipo de megafonía contratado por la Federación Española de Fútbol para esta ocasión no silenciarán la multitudinaria protesta de las aficiones que puede incluir el dar la espalda al himno y al heredero de la corona española. Todo ello pese a los guardias de seguridad privada del estadio, a la policía municipal y a los 1.500 antidisturbios desplegados por Madrid para evitar conflictos alrededor de la final de la Copa del Rey (cuya suma total podría alcanzar los 2.300 profesionales). Un partido considerado de alto riego, sin olvidarnos de los conflictos que puedan surgir de la marcha ultraderechista convocada horas antes.
Se dice, igualmente, que el himno atronará pero que no podrá acallar del todo las voces de los miles de aficionados que, contra los deseos de Esperanza Aguirre, aprovecharán para hacerse oír. Que nadie cumplirá las órdenes de una presidenta de la Comunidad, capaz de suspender el partido en caso de que las voces de protesta suenen más fuertes que el himno. Por la sencilla razón de que 100.000 vatios de sonidos son incapaces de ensordecer totalmente los gritos de protesta contra el príncipe y el himno español, lo cual, de cumplirse la amenaza de Aguirre, supondría una mayor alteración del orden público. Y que suspender el encuentro y celebrarlo “a puerta cerrada”, sin público, no sería la mejor medida. Joseph Antoni Durán (CiU) considera que las palabras de Aguirre son “un atentado contra la libertad de expresión “porque no se puede poner un esparadrapo en la boca de la gente ni puertas al campo”. El propio ministro del Interior, Jorge Fernández, descarta la opción de Aguirre y los mismos dirigentes de la Federación ya están algo acostumbrados a que se dé carácter político a un partido de fútbol y prefieren un minuto de gritos y protestas, pasado por el sedazo de 100.000 vatios, que la suspensión del partido. Además, tampoco ellos estarían dispuestos a prescindir del dinero proporcionado por los mismos espectadores que pagan por ver en directo a sus equipos.
En el partido de 2009, en Valencia, la Federación decidió alquilar un equipo de megafonía de 100.000 vatios de potencia, igual que hizo en otros estadios que habían albergado finales de Copa como el Calderón o el Bernabéu pero con una potencia extra. La entrada del rey don Juan Carlos en el estadio fue secundada con una sonora pitada por parte de los seguidores de los dos equipos. El abucheo rozó los acordes del himno español y los gestos contra el rey apenas fueron emitidos por TVE, que prefirió dar las imágenes sesgadas de la realidad, lo que costó ceses y cambios de ocupación dentro del organigrama de la televisión pública. En esta ocasión, posiblemente se repita el gesto, potenciado por la advertencia de Aguirre.
Las últimas finales deportivas con presencia de la casa real se han saldado con incidentes desde las gradas. En la final de baloncesto de 2010, en Bilbao, y, en Madrid, un año después, la presencia del rey, supuso también la protesta por parte de la grada. Los aficionados de Barcelona y Vitoria le censuraron, repitiéndose un año después en la capital de España, con los seguidores azulgrana de por medio. En este caso, el rey estará ausente, pero no su hijo, el príncipe Felipe que, supongo, tendrá que acostumbrarse a sufrir estos varapalos. Por algo se es príncipe, no solo para recibir los aplausos.